Un debate sin lustre
McCain y Obama no ayudaron mucho a los votantes en el primero de sus duelos televisados
Barack Obama y John McCain han llevado a su esperado y decepcionante debate televisado la mayor¨ªa de las muletillas que han ido acrisolando a lo largo de la campa?a electoral estadounidense. No ha habido vencedor en un cara a cara de 90 minutos asaltado por la vor¨¢gine de los acontecimientos econ¨®micos que lo han enmarcado.
El frenes¨ª que vive Washington en busca de un acuerdo inmediato sobre el plan de rescate de las instituciones financieras alter¨® profundamente el gui¨®n y el ambiente del encuentro -que iba a versar sobre pol¨ªtica exterior y seguridad de la superpotencia- y acab¨® engullendo a ambos rivales con desigual fortuna. Al menos Obama parece tener claro que es imprescindible una revisi¨®n a fondo de un sistema regulatorio fracasado y con grav¨ªsimas implicaciones planetarias. Su oponente republicano, sin embargo, parece no haber sacado conclusiones ¨²tiles del maremoto de Wall Street, a juzgar por lo desva¨ªdo de sus recetas sobre una crisis que, en cualquier caso, marcar¨¢ profundamente la presidencia de uno u otro de los contendientes.
Es poco probable que el duelo televisado haya disipado las dudas de muchos votantes estadounidenses sobre a qui¨¦n elegir el pr¨®ximo noviembre. Pero pese a su excesiva correcci¨®n pol¨ªtica y su ausencia de novedades, el debate, primero de tres encuentros, sobre el que McCain, en un ejercicio escolar de divismo intent¨® mantener el suspense hasta el ¨²ltimo minuto, represent¨® un esfuerzo encomiable por hablar civilizadamente de algunos de los problemas que afectan a EE UU y por extensi¨®n a casi todos nosotros.
La veteran¨ªa de McCain, aferrado como un mantra a la biso?ez de su rival por la Casa Blanca, le permiti¨® una mayor fluidez al tratar la situaci¨®n internacional, que por lo dem¨¢s suscit¨® puntos de vista tan encontrados como resultaba previsible a prop¨®sito de Irak: el senador por Arizona todav¨ªa sigue analizando la m¨¢s desastrosa crisis de la presidencia de Bush en t¨¦rminos de victoria o derrota. Y tesis tan singulares como la del mismo McCain, que a estas alturas considera antipatri¨®tico que un presidente de EE UU dialogue sin condiciones previas con un r¨¦gimen considerado enemigo. O la m¨¢s inmediatamente peligrosa de Obama, seg¨²n la cual EE UU debe atacar los refugios de Al Qaeda en Pakist¨¢n, independientemente de la opini¨®n del Gobierno aliado de Islamabad.
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