Editores, mis h¨¦roes
En cierto sentido, la historia universal de la edici¨®n podr¨ªa escribirse tambi¨¦n como la de la resistencia de editores, bibliotecarios y libreros contra los intentos de acabar con los libros y quienes los hacen. La ¨²ltima y lamentable nota a pie de p¨¢gina (por ahora no alcanza las dimensiones de cap¨ªtulo, pero ya veremos) de esa infame narraci¨®n enciclop¨¦dica lo constituir¨ªa el atentado contra la vivienda del editor brit¨¢nico Martin Rynja, propietario de Gibson Square, el sello que se ha atrevido a publicar La joya del medina, de Sherry Jones. El libro habr¨ªa pasado probablemente por una de tantas novelas hist¨®ricas de no ser porque los cl¨¦rigos fundamentalistas se fijaron en ella, quiz¨¢s atra¨ªdos por la publicidad indirecta proporcionada por Random House -el primer editor del planeta en lengua inglesa: todo un ejemplo- cuando decidi¨® autocensurarse y cancelar el contrato de edici¨®n original bajo la sospecha de que su publicaci¨®n podr¨ªa ofender la sensibilidad de los musulmanes. Una vez m¨¢s.
En este pa¨ªs sabemos mucho de censuras, autocensuras y dem¨¢s formas directas o indirectas de biblioclasmo
En este pa¨ªs sabemos mucho de censuras, autocensuras y dem¨¢s formas directas o indirectas de biblioclasmo. Y no hace falta remontarse a la Pragm¨¢tica de los Reyes Cat¨®licos de 1502 para rastrear los mecanismos implementados por el Poder para controlar la heterodoxia impresa. Mi generaci¨®n -y, al menos, la de antes y la de despu¨¦s- estuvo profundamente marcada por esa m¨¢quina de censura que fue el franquismo. Y que, por cierto, todav¨ªa no ha sido suficientemente investigada, quiz¨¢s porque los historiadores han estado demasiado ocupados por la urgencia de desenterrar -y no es met¨¢fora- oprobios m¨¢s terribles.
Con el prop¨®sito de remediar algunas de esas carencias, y tambi¨¦n de se?alar caminos de investigaci¨®n, se acaba de publicar Tiempo de censura. La represi¨®n editorial durante el franquismo (Trea), un libro colectivo coordinado por Eduardo Ruiz Bautista en el que, siguiendo la fruct¨ªfera estela tempranamente abierta por Manuel Abell¨¢n (Censura y creaci¨®n literaria en Espa?a, 1936-1976, Pen¨ªnsula, 1980), se exploran, cronol¨®gica y transversalmente, etapas, procedimientos y variedades de una de las m¨¢s s¨®rdidas e implacables represiones intelectuales a que fueron sometidos los espa?oles (m¨¢s unos que otros: en algunos territorios afect¨® no s¨®lo a contenidos, sino al veh¨ªculo en que ¨¦stos se expresaban) durante cuarenta a?os.
Dos grandes etapas enmarcan la censura franquista. La primera, que se prolonga con peque?os ajustes ?desde 1938 hasta 1966! es, sin paliativos, una censura de guerra, gestionada eficazmente a trav¨¦s de la Jefatura Nacional de Propaganda de los rebeldes por la ¨¦lite intelectual falangista (Ridruejo, La¨ªn, Beneyto), y determinada por el principio de la absoluta subordinaci¨®n de los medios de producci¨®n intelectual al Estado. Su filosof¨ªa se revela con precisi¨®n retrospectiva (1954) en una apod¨ªctica sentencia del ministro Arias Salgado: "Entre nosotros solamente la verdad podr¨¢ gozar de libertad para ser expresada, para ser comunicada, para ser divulgada", algo que hoy podr¨ªa rubricar cualquier fundamentalista, incluyendo los que agitan el Cor¨¢n como suprema instancia de certeza y conocimiento.
La segunda (1966-1976) est¨¢ determinada por la Ley de Prensa e Imprenta auspiciada desde el Ministerio de Informaci¨®n y Turismo por Manuel Fraga Iribarne, de quien quiz¨¢s hayamos olvidado (y perdonado) demasiado. El camino desde el fascismo prepotente y militarista de Burgos hasta el autoritarismo torticero e hip¨®crita de la Ley Fraga jalona, con las herramientas legales represivas adecuadas a cada momento -de la "censura previa" a la utilizaci¨®n chantajista del Registro de Empresas Editoriales- buena parte de la historia de la edici¨®n espa?ola del siglo XX. Una historia, a su vez, repleta de resistencia, dignidad e ingenio por parte de los editores que tuvieron que lidiar a diario con la Administraci¨®n censora. Este libro, un brillante ejemplo de la cada vez m¨¢s copiosa "historiograf¨ªa de la represi¨®n", es tambi¨¦n, a su modo, una reparaci¨®n y un homenaje.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.