El dinero como mercanc¨ªa
Tomo prestado el titular de un cap¨ªtulo de El capital, de Marx, en el que reflexiona sobre las funciones del dinero en las econom¨ªas capitalistas. El dinero es obviamente un medio de cambio y la moneda una unidad de cuenta, pero es indudable que es tambi¨¦n un dep¨®sito de valor, un activo financiero (el m¨¢s l¨ªquido, por definici¨®n) y, como tal, una mercanc¨ªa. Y me parece escandalosamente insano que durante largo tiempo una mercanc¨ªa tenga un precio negativo, en t¨¦rminos reales. Y as¨ª ha sido gracias a un genio como Greenspan, idolatrado en su d¨ªa y hoy paradigma de la imprudencia culpable.
Y el dinero, adem¨¢s, en determinadas circunstancias, es un activo a conservar aunque implique que no se transaccione a ning¨²n precio, sea el que sea, aunque sea negativo. Es lo que Keynes llamaba la "trampa de la liquidez". Y todo esto hoy es de rabiosa actualidad. Volvemos a los cl¨¢sicos.
?Por qu¨¦ no hacer algo similar a lo que pretende el 'plan Bush' entre la banca espa?ola y el ICO?
Y en estos momentos de grave crisis econ¨®mica provocada, entre otras cosas (una crisis inmobiliaria y del coste de las materias primas), por una crisis financiera in¨¦dita en su car¨¢cter global y en su alcance, hoy todav¨ªa absolutamente incierto, volver a los cl¨¢sicos puede sernos de gran ayuda.
Voy al car¨¢cter in¨¦dito de la actual crisis financiera, que est¨¢ provocando situaciones y actuaciones que hasta hace muy poco tiempo pod¨ªan antoj¨¢rsenos, como m¨ªnimo, ins¨®litas.
Vemos c¨®mo de un d¨ªa para otro desaparecen sectores enteros, como la banca de inversiones, que, en algunos casos, hab¨ªa adquirido hist¨®ricamente caracter¨ªsticas casi m¨ªticas y que hoy ya no existen o han cambiado completamente su naturaleza, o vemos asimismo c¨®mo, desde hace ya un a?o, casi ha desaparecido el mercado interbancario, fen¨®meno s¨®lo paliado, pero no sabemos hasta cu¨¢ndo, por las inyecciones de liquidez de los grandes bancos centrales.
Vemos tambi¨¦n actuaciones que yo cre¨ªa que no iban a ver mis castos ojos liberales.
Me refiero a nacionalizaciones de entidades financieras, como bancos, compa?¨ªas aseguradoras o sociedades de cr¨¦dito hipotecario, en EE UU, o nacionalizaciones directas o encubiertas de bancos en el Reino Unido o en el Benelux. Y contemplamos con estupor c¨®mo el sector p¨²blico -los contribuyentes, en definitiva- garantiza los dep¨®sitos (incluso en su totalidad) de entidades financieras que pudieran verse afectadas por una crisis de confianza de car¨¢cter sist¨¦mico. Pasmoso. En s¨ª mismo y porque vuelve a poner dram¨¢ticamente de manifiesto la falta de Europa. Pongo un ejemplo: ?ha considerado el Gobierno irland¨¦s los efectos distorsionadores sobre los flujos financieros de la decisi¨®n -unilateral- de garantizar la totalidad de los dep¨®sitos en entidades financieras de su pa¨ªs, cuando los dem¨¢s pa¨ªses no lo hacen?
Y, en fin, aunque en el momento de redactar estas l¨ªneas no se sabe a¨²n c¨®mo se concretar¨¢ -si se concreta- el llamado plan Bush, es lo cierto que, en sus l¨ªneas b¨¢sicas, resulta intelectualmente repugnante (y dejo de lado consideraciones de car¨¢cter ¨¦tico) que el dinero del contribuyente vaya en ayuda de entidades (y de sus como m¨ªnimo imprudentes directivos) que han estado jugando con fuego, mediante transacciones en su en¨¦sima derivada de activos financieros de dudosa contrapartida real (los llamados activos t¨®xicos). Y es verdad que "lo que te pide el cuerpo" es que cada cual asuma sus responsabilidades y pague el coste de sus decisiones err¨®neas.
Pero las situaciones excepcionales -y ahora estamos en una de ellas- obligan al pragmatismo y, excepcionalmente, a la heterodoxia m¨¢s o menos desconcertante y, desde luego, contradictoria con los principios v¨¢lidos en condiciones de normalidad.
Y ello es as¨ª porque la crisis afecta a una variable clave en el funcionamiento de las econom¨ªas de mercado: el sector financiero. Nadie salva su vida si se le colapsa el sistema arterial. Sin que circule la sangre. Sin sistema financiero que permita que las transacciones y las decisiones econ¨®micas vayan m¨¢s all¨¢ del mero trueque. Dicho de otro modo, las econom¨ªas pueden resistir crisis industriales, pero no pueden resistir, en cambio, una crisis de nuestros sistemas de cr¨¦dito sin que la consecuencia sea llev¨¢rselo casi todo por delante.
No basta, en esos casos, con medicina paliativa. Se requiere cirug¨ªa. Y de urgencia.
Y es cierto que, si no se hacen mal las cosas, el sector p¨²blico norteamericano puede recuperar, para sus contribuyentes, buena parte del gasto inicial. Y que el coste puede estar muy por debajo de los 700.000 millones de d¨®lares establecidos inicialmente. O incluso ganar algo a medio plazo. Y es verdad que todo ello puede pasar por evitar que los directivos responsables del desaguisado encima salgan ganando. Y que ciertas garant¨ªas a los ahorradores parezcan razonables.
Por todo ello, y "tap¨¢ndonos la nariz" es esencial que el plan, de una forma u otra, salga y que se superen las reticencias -por otra parte, l¨®gicas y leg¨ªtimas- de los legisladores norteamericanos que, no lo olvidemos, se deben a sus electores y no a los aparatos de sus respectivos partidos (reflexi¨®n adicional que "hoy no toca").
Bien. Dicho esto y haciendo acto de contrici¨®n en mi fe liberal, creo que en Espa?a, m¨¢s all¨¢ del "pasotismo" gubernamental en versi¨®n Solbes o del optimismo no antropol¨®gico sino patol¨®gico del presidente, algo podr¨ªamos pensar. Nosotros mismos o plante¨¢ndolo en t¨¦rminos europeos. Y me mojo.
Por ejemplo, ?por qu¨¦ no hacer algo similar a lo que pretende el plan Bush entre la banca espa?ola y el ICO para adquirir activos dudosos, sanear balances y devolver la confianza?
?Por qu¨¦ no pactar moratorias en el pago del principal de las hipotecas, cobrando intereses -es decir, respetando cuenta de resultados- sin da?ar esencialmente los activos de los balances bancarios, pero inyectando grandes dosis de liquidez al sistema?
?Por qu¨¦ no utilizar la capitalizaci¨®n del seguro de paro, incentivando la obtenci¨®n de empleo?
Profundamente acomplejado en mi perdida ortodoxia, me atrevo a plantear ideas como ¨¦stas. Ser¨¢n disparatadas. O no. Pero seguro que hay m¨¢s.
Aprovechemos alguna. Don Tancredo val¨ªa para que no le cogiera el toro. Pero el toro est¨¢ ya corne¨¢ndonos. ?Por Dios, mov¨¢monos!
Josep Piqu¨¦ es economista y ex ministro.
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