Alcornocales
Once municipios se han puesto en pie de guerra contra la pol¨ªtica de la Junta de Andaluc¨ªa en el Parque Natural de los Alcornocales. Uno de los mayores espacios protegidos de Espa?a, la mayor masa de alcornoques de Europa, fue siempre refugio para bandoleros, guerrilleros, contrabandistas y quienes quer¨ªan vivir en una realidad ad¨¢nica, casi como la que se describe en El mundo de Juan Lob¨®n, del escritor Luis Berenguer. Lo que fue un lugar casi abandonado tiempo atr¨¢s era tambi¨¦n el lugar de donde extra¨ªan la vida las poblaciones situadas en el entorno de lo que luego fue declarado parque natural.
No s¨®lo quienes estaban fuera de la ley, sino quienes viv¨ªan de la caza, del carb¨®n o del corcho sacaban del campo lo necesario para vivir. Esta relaci¨®n habitual entre el hombre y el medio permiti¨® a muchas poblaciones vivir de la naturaleza de una manera cordial, sin regulaciones, sin planes de ning¨²n tipo, sin funcionarios que profirieran amenazas, sin ecologistas que pusieran el grito en el cielo y el titular en la tierra.
No es que fuera el mejor lugar para vivir, pero la gente aprendi¨® a sacar el sustento de lo que hab¨ªa en el monte, a veces de manera furtiva, a veces a escondidas de la ley, pero siempre de manera armoniosa. Por eso, y porque la zona fue siempre un lugar poco poblado, los Alcornocales sobrevivieron a la depredaci¨®n que realiz¨® el hombre en otros bosques de la pen¨ªnsula. Ayud¨® el hecho de que las grandes rutas fueran por la costa y lo escarpado de su terreno, mas lo cierto es que la vida en Alcal¨¢ de los Gazules, en Jimena, en Castellar, en Cortes de la Frontera y en tantos sitios no estaba al albur de un bur¨®crata timorato o de alg¨²n pol¨ªtico funcionarizado.
No quiere decir que cualquier tiempo pasado fue mejor. Todo lo contrario. Ya no hay gente que se echa al monte para huir de la justicia, ni se?oritos que mandan a los guardas, ni feudalismo, ni nadie que se tenga que arrodillar ante el poderoso. Antes mandaban los terratenientes y los guardias civiles. Ahora mandan los funcionarios de la Consejer¨ªa de Medio Ambiente. Son ellos los que ahora te dicen si puedes abrir una puerta en tu casa, situada en medio del campo, o si puedes hacer una acometida de luz.
Miles de planes y normas con acr¨®nimos absurdos regulan la vida de la gente. Nombres como PRUG y PORN resultan para el desarrollo de estos pueblos como unos grilletes. Funcionarios que sacaron sus plazas por oposici¨®n se han convertido en los nuevos reyes de este vasto territorio. Si antes el se?orito decid¨ªa la vida de la gente hoy son unos probos funcionarios, extra¨ªdos a veces de la oficina siniestra que dibujaba Seraf¨ªn en La Codorniz, los que deciden sobre el futuro. Si un alcalde quiere hacer una instalaci¨®n deportiva, los funcionarios deciden si el campo de f¨²tbol puede ser de hierba natural o artificial, si es pertinente que sea de f¨²tbol 7 o de f¨²tbol 11. Cuando alguien osa preguntar en virtud de qu¨¦ normativa se toma una decisi¨®n pueden llegar respuestas del tipo "?qu¨¦ dir¨¢n los ecologistas?" o "?c¨®mo titular¨¢n los peri¨®dicos?", lo que demuestra hasta qu¨¦ extremo no s¨®lo los planes, leyes, ¨®rdenes y decretos determinan el desarrollo de estos pueblos, sino el temor al esc¨¢ndalo que pueden provocar unos cuantos profesores de instituto que viven en ciudades alejadas pero que defienden la primac¨ªa de la naturaleza frente al hombre agrupados en organizaciones ecologistas.
Por supuesto que no se trata de hacer campos de golf ni urbanizaciones de lujo. Se trata de que la gente pueda vivir, pueda crear empresas, pueda desarrollar el turismo de manera sostenible. De que la gente sienta como algo suyo el parque, no como una c¨¢rcel que les rodea y les coarta. Si los ciudadanos de los pueblos de los Alcornocales se sienten prisioneros, alguno puede tener la tentaci¨®n de prenderle fuego al monte y acabar con aquello que les oprime. Entonces vendr¨¢ el llanto y el crujir de dientes. El movimiento que ha empezado el espigado alcalde de Alcal¨¢ de los Gazules debe ser atendido.
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