"La guerra nos ha vuelto n¨®madas"
Las operaciones militares y los excesos de los talibanes golpean a los paquistan¨ªes - El Ej¨¦rcito acosa a los insurgentes en zonas tribales pr¨®ximas a la frontera afgana
"Los bombardeos han destruido nuestras casas", responde Man Zaman. Hace falta insistir para que explique que los bombardeos fueron obra del Ej¨¦rcito de su propio pa¨ªs, Pakist¨¢n, en lucha contra los talibanes Este agricultor, su esposa y sus seis hijos han acabado viviendo en un campamento de refugiados en Peshawar, junto a la frontera de Afganist¨¢n. Los Zaman pertenecen a la ¨²ltima oleada de desplazados internos por el conflicto. Como ellos, cerca de 300.000 paquistan¨ªes han tenido que abandonar sus hogares este a?o por operaciones militares o por excesos de los talibanes.
"Todo Bayaur est¨¢ lleno de guerrilleros", dice un habitante del campamento
"Vinieron de fuera y se les unieron varios de los nuestros", asegura un refugiado
Un millar de combatientes han muerto en Peshawar desde agosto
Seis tribus locales se han conjurado para luchar contra los insurgentes
De lejos, la uniformidad de las tiendas de campa?a de la ONU da a Kacha Gari una imagen de postal, con la cordillera que separa Pakist¨¢n de Afganist¨¢n como fondo. Una vez dentro, la tierra seca inunda todo de polvo y, bajo las lonas, el sol transforma el aire en una sauna. Apenas han pasado diez d¨ªas desde que se abri¨® el campamento y un hedor p¨²trido emana ya desde las letrinas. "La gente de Bayaur no estamos acostumbrados a tanto calor", declara Zaman, en referencia a la zona tribal de la que proceden las m¨¢s de 700 familias refugiadas en esta planicie de las afueras de Peshawar.
Entre ellos no hay simpat¨ªas ni para los talibanes ni para el Gobierno. "Por su culpa estamos viviendo como n¨®madas", se queja Zaman. La mayor¨ªa reconoce sin embargo que en los ¨²ltimos tiempos los talibanes rondaban por sus pueblos. "Todo Bayaur est¨¢ lleno de talibanes", denuncia sin tapujos Ataol¨¢, otro refugiado. Bayaur es una de las siete zonas tribales fronterizas con Afganist¨¢n en las que Estados Unidos quiere que Pakist¨¢n se muestre m¨¢s firme, convencido de que se han convertido en un santuario para los terroristas que atacan a sus fuerzas en el pa¨ªs vecino.
Pero las cosas no son tan f¨¢ciles. "S¨ª, inicialmente lleg¨® gente de fuera, pero luego tambi¨¦n se les unieron algunos de los nuestros", explica Mias Mohammad, un ebanista de Nawgai, una aldea de la misma zona. Al parecer, los extranjeros ven¨ªan huyendo de Wazirist¨¢n del Norte, donde la presi¨®n del Ej¨¦rcito les hab¨ªa hecho la vida imposible. Aunque en Bayaur volvieron a encontrar apoyos entre los desafectos con el Estado, las crecientes presiones estadounidenses y la constataci¨®n de que los rebeldes estaban empezando a rodear peligrosamente Peshawar, impulsaron a primeros de agosto una operaci¨®n que, seg¨²n los responsables militares, ya ha dejado un millar de combatientes muertos. Nadie da cifras de las v¨ªctimas civiles.
Pero la dureza de la campa?a, que los observadores pol¨ªticos consideran la de mayor envergadura desde que Pakist¨¢n se ali¨® con Estados Unidos tras el 11-S, se est¨¢ granjeando la animosidad de los habitantes de la zona. "El Gobierno y los talibanes son una misma cosa", asegura Ataol¨¢, convencido de que "s¨®lo se trata de mostrar al mundo que est¨¢n luchando". "No hemos o¨ªdo que hayan matado o expulsado de la zona a un solo talib¨¢n", justifica este peque?o ganadero antes de concluir que es "la gente corriente la que est¨¢ sufriendo".
Los combates en Bayaur est¨¢n siendo de tal intensidad que 4.000 familias han buscado refugio al otro lado de la frontera, en la provincia afgana de Kunar, seg¨²n el Alto Comisionado de Naciones para los Refugiados (ACNUR). Aunque la mayor¨ªa se alojan en casas de parientes, esa agencia localiz¨® a dos centenares durmiendo al aire libre. No deja de ser una perversa coincidencia que Kacha Gari albergara hasta hace dos a?os a miles de refugiados afganos, cuyas casuchas de barro fueron destruidas cuando se marcharon. Otro mill¨®n y medio a¨²n sigue viviendo en Pakist¨¢n ante la inseguridad que les plantea su pa¨ªs de origen.
El ACNUR reabri¨® Kacha Gari el pasado 29 de septiembre, pero los cooperantes que trabajan en ¨¦l aseguran que las autoridades ya no permiten que se registre nadie m¨¢s y env¨ªan a los reci¨¦n llegados a un nuevo campamento en Nowshera. Adem¨¢s, hay otra docena de campamentos repartidos entre las comarcas vecinas de Bayaur y las periferias de Suat y Derra Adamjel, dos distritos de la Provincia Fronteriza del Noroeste, al norte y sur de Peshawar, la capital provincial. El Ej¨¦rcito mantiene en los dos distritos sendos frentes abiertos contra la insurgencia.
En Derra Adamjel, la situaci¨®n parece haber mejorado despu¨¦s de que los militares recuperaran hace unos d¨ªas el t¨²nel de Kohat, que estaba en manos de los talibanes y por el que pasan los convoyes de la OTAN procedentes del puerto de Karachi que abastecen a las fuerzas internacionales en Afganist¨¢n. Desde entonces, seis tribus locales han convocado una yirga (asamblea tribal) para conjurarse contra los insurgentes, y el Gobierno provincial les ha confiado la vigilancia de instalaciones oficiales, postes de telefon¨ªa m¨®vil, puentes y de un tramo de la autopista del Hindu Kush.
Las noticias que llegan de Suat son sin embargo preocupantes y, como en el caso de todas las ¨¢reas tribales y las zonas de actividad militar, los periodistas extranjeros tienen prohibido el acceso. Seg¨²n los relatos de la prensa local, 15.000 soldados se encuentran atrincherados en su capital, Mingora, incapaces de tomar las colinas vecinas, en las que campan por sus respetos las huestes de maulana Fazalul¨¢, a quienes se responsabiliza, entre otras cosas, de haber incendiado 130 escuelas femeninas.
Fazalul¨¢, que trabajaba como operador del telearrastre de la pista de esqu¨ª local, se cas¨® con una hija del sufi Mohammad, un cl¨¦rigo del vecino distrito de Malakand. Sufi Mohammad adquiri¨® notoriedad cuando en oto?o de 2001, en v¨ªsperas del bombardeo estadounidense de Afganist¨¢n, reuni¨® a varios centenares de voluntarios para ir a apoyar al r¨¦gimen talib¨¢n.
Su yerno, maulana Radio, tom¨® su relevo ideol¨®gico y se dedic¨® a difundir su mensaje anti estadounidense y radical a trav¨¦s de una emisora pirata, y se ali¨® con Baitul¨¢ Mehsud, el l¨ªder de los talibanes paquistan¨ªes acusado de estar detr¨¢s del asesinato de Benazir Bhutto, de haber enviado terroristas suicidas a Espa?a y de dirigir un ej¨¦rcito de luchadores contra las fuerzas de EE UU y la OTAN al otro lado de la frontera.
El tren de los islamistas marcha hacia Karachi
La cita es en la estaci¨®n de tren de Cantonment, a las siete y media de la ma?ana, hora islamista, una hora m¨¢s en el Pakist¨¢n oficial. Hasta en esos detalles el qazi Husein Ahmad, l¨ªder de la organizaci¨®n Jamaat-e-Islami, marca las distancias con sus rivales pol¨ªticos.
Las mezquitas bajo control de sus simpatizantes, al menos en la llamada Provincia Fronteriza del Noroeste, no cambiaron a la hora de verano. El reloj de la estaci¨®n, tampoco, pero m¨¢s por abulia que por convicci¨®n. El tren Awami (Pueblo) sale a las nueve y media, hora oficial.
Y los simpatizantes del principal partido islamista de Pakist¨¢n llegan con puntualidad brit¨¢nica al lanzamiento de la llamada Marcha del Tren, una operaci¨®n de relaciones p¨²blicas con todas las caracter¨ªsticas de pretender echar un pulso al Gobierno.
No son muchos. Un par de centenares. Tampoco hacen falta m¨¢s. La idea es recorrer el pa¨ªs en tren, de Peshawar a Karachi, v¨ªa Lahore, en cuatro etapas sucesivas y como si de una carrera de relevos se tratara. Al final de cada d¨ªa, quienes han acompa?ado al l¨ªder vuelven a casa y una nueva tanda de ac¨®litos les reemplaza. Y como la cantidad no tiene que ver con la calidad, el qazi Husein no renuncia a una puesta en escena completa. Las televisiones, a las que cultiva, no le fallan a la cita.
Con la misma disciplina con la que se organizan los Hermanos Musulmanes egipcios -con los que Jamaat guarda parentesco ideol¨®gico-, servicio de orden, portadores de pancartas, agitadores de banderolas, ocupan sus lugares. Antes de salir, hay declaraciones a los periodistas. Iqbal, su responsable de prensa, ya ha se?alado el lugar exacto.
El objetivo de la marcha es pedir el cese de las operaciones en las zonas tribales fronterizas con Afganist¨¢n, subsidios para los m¨¢s desfavorecidos y la restauraci¨®n del juez supremo suspendido por el ex presidente Pervez Musharraf. Pero m¨¢s all¨¢ de los esl¨®ganes, el viaje trata de promover una gran concentraci¨®n en Lahore del 24 al 26 de este mes. Eso, despu¨¦s de haber viajado en el medio de transporte de los m¨¢s pobres y de haber dejado claro que los l¨ªderes de Jamaat se mezclan con la gente, mientras el Gobierno tiene que parapetarse detr¨¢s de barreras antibomba. Atentados que el qazi s¨®lo condena tangencialmente y de los que responsabiliza a India y EE UU.
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