Un le¨®n enjaulado
Ballesteros permanece hospitalizado en La Paz mientras el mundo del golf sigue girando
Cuentan quienes le han visto estos d¨ªas que lo que peor ha llevado Severiano Ballesteros de su paso por la UCI del hospital de La Paz, en Madrid, ha sido su inmovilizaci¨®n forzosa. El papel de paciente, para el que eligi¨®, cuesti¨®n de preservar su intimidad en los archivos hospitalarios, el apellido de Sota -lo que supon¨ªa, adem¨¢s, un homenaje a su t¨ªo Ram¨®n Sota, uno de los pioneros del golf en Espa?a-, no cuadra en absoluto con la personalidad del c¨¢ntabro. Ballesteros paciente es como inteligencia militar, una contradicci¨®n en t¨¦rminos. Ballesteros es incansable, impaciente.
Ballesteros, una fuerza de la naturaleza, un volc¨¢n en erupci¨®n tanto en sus tiempos de mejor jugador de golf del mundo como en los de empresario, hombre-imagen o relaciones p¨²blicas, ha vivido plenamente consciente y despierto clavado en una cama, rodeado de v¨ªas, tubos y m¨¢quinas, de domingo a jueves mientras, a pocos kil¨®metros de all¨ª, en la Casa de Campo, el mundo del golf, su mundo hasta hace nada, segu¨ªa girando.
Chavalillos j¨®venes, jugadores como Pablo Larraz¨¢bal y Carlos del Moral, nacidos en 1983 y 1985, despu¨¦s de que el maestro de Pedre?a hubiera logrado sus victorias m¨¢s importantes (el primero de sus tres British lleg¨® en 1979; la primera de sus dos chaquetas verdes de Augusta, en 1980), luchaban por la victoria en el Masters de Madrid (ayer terminaron a tres y cuatro golpes, respectivamente, del l¨ªder, el surafricano Carl Schwartzel) mientras los m¨¢s veteranos de los espa?oles, Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal y Miguel ?ngel Jim¨¦nez, los que siempre han aceptado con placer el t¨ªtulo de hijos de Seve, intentaban sobrevivir en la selva de los j¨®venes. Y se acordaban de su padre. "He tenido el mejor maestro", dijo Olaz¨¢bal, otro que se recupera de una insidiosa enfermedad, al comentar c¨®mo hab¨ªa logrado pasar el corte del torneo; "Seve nunca tira la toalla".
No es que Severiano Ballesteros, de 51 a?os, no estuviera ya acostumbrado a que el deporte que invent¨® para Espa?a siguiera su camino ajeno a su persona ni tampoco que le importara mucho ¨²ltimamente la marcha del mundo del golf. Desde su retirada oficial, en julio de 2007, pocos meses despu¨¦s de un frustrado intento de encasillarse en el circuito senior de Estados Unidos, lo que le interesaba del golf, lo que le preocupaba, era la crisis, la crisis financiera y de la construcci¨®n, que privaba al golf en general y a su negocio, la empresa de organizaci¨®n de torneos y construcci¨®n de campos Amen Corner, en particular, de sus principales fuentes de financiaci¨®n.
Leyendo al d¨ªa siguiente de su retirada unas l¨ªneas publicadas en EL PA?S en las que Olaz¨¢bal le rend¨ªa homenaje, Ballesteros se emocion¨® tanto que llam¨® conmovido al golfista de Hondarribia para agradec¨¦rselo. Convencido, como estaba y como sigue estando, de que Espa?a no ha sido justa con ¨¦l, de que en el Reino Unido o en Estados Unidos se ha valorado de manera m¨¢s acertada su enorme valor, a Ballesteros le llegaron a parecer raras incluso las muestras de cari?o de la gente que ten¨ªa m¨¢s cerca.
Quiz¨¢s en la cama de La Paz, Ballesteros haya tambi¨¦n respirado tranquilo al llegar a la conclusi¨®n de que el declive acelerado en su juego, la falta de coordinaci¨®n que hac¨ªa que cuando en el tee apuntaba con su driver hacia el Este la bola se le iba al Oeste, no era sino los primeros s¨ªntomas de la enfermedad neurol¨®gica que ahora le obliga a ser paciente y no que, de repente, se le hubiera olvidado jugar al golf, a ¨¦l, que invent¨® una nueva manera de jugarlo en la arena de la playa de Pedre?a.
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