Reflujo
A comienzos de la d¨¦cada de los noventa, V¨ªctor P¨¦rez D¨ªaz public¨® su obra quiz¨¢ m¨¢s conocida, La primac¨ªa de la sociedad civil, en defensa de la filosof¨ªa pol¨ªtica del liberalismo en el mejor sentido de esta expresi¨®n. Y en dicha obra se inclu¨ªa una secci¨®n, titulada "Flujo y reflujo de la marea del Estado", que ven¨ªa a celebrar el inexorable declive del intervencionismo pol¨ªtico en la vida civil. Por eso utilizaba la poderosa met¨¢fora de una marea oce¨¢nica en retirada, pues tras un siglo presidido por el intervencionismo estatal (primero la revoluci¨®n desde arriba de Bismarck, despu¨¦s el programa totalitario nazi-sovi¨¦tico, y por fin el socialdem¨®crata Estado keynesiano del bienestar), la marea del Estado iniciaba su reflujo definitivo, liberando las playas del mercado y las arenas de la sociedad civil de su forzada inundaci¨®n pol¨ªtica. Pues bien, quince a?os despu¨¦s, hoy parece llegada la hora de invertir el sentido de aquella met¨¢fora marina, pues las aguas que hoy se retiran ya no son las de la marea del Estado sino las de la marea del mercado, tras cuyo aflujo de los a?os ochenta y noventa asistimos hoy a su ineluctable reflujo causado por la crisis financiera internacional.
Los Estados occidentales est¨¢n deslegitimados porque han perdido su capacidad de liderazgo
En efecto, tras varias d¨¦cadas de confianza ciega en las virtudes del mercado, como marea invasora que con su imperialismo del inter¨¦s privado ha venido inundando una por una todas las esferas p¨²blicas del inter¨¦s general, hoy asistimos a una brusca oscilaci¨®n pendular de signo contrario. El mercado libre ha muerto, as¨ª que viva el Estado interventor, como valor-refugio destinado a proteger nuestros intereses privados y ¨²nica tabla de salvaci¨®n capaz de conjurar la inminente ruina general. Y este reflujo de la marea del mercado en retirada se advierte incluso en las met¨¢foras que utilizan sus agentes, cuando hablan de la sequ¨ªa del cr¨¦dito y de la falta de liquidez crediticia. De modo que todos los mercados, tanto el burs¨¢til como el interbancario, y no digamos ya el hipotecario y el inmobiliario, se han quedado completamente secos, pues nadie quiere arriesgarse a invertir sus menguantes activos en ellos.
Dicho sea en los t¨¦rminos de Hirschman (Exit, voice and loyalty, 1970), se est¨¢ produciendo una salida generalizada de todos los mercados por parte de sus anteriores part¨ªcipes, que los abandonan a la vez en una suerte de estampida simult¨¢nea. Y ante el vac¨ªo creado en los ya desiertos mercados, se reclama que los poderes p¨²blicos intervengan para que el poder del Estado rellene ese insufrible vac¨ªo de poder. De ah¨ª los planes de rescate que est¨¢n improvisando los abrumados Gobiernos, con nacionalizaciones de cr¨¦ditos, compra p¨²blica de activos privados y transfusiones masivas de liquidez inyectada por los bancos centrales, en una inesperada org¨ªa de proteccionismo estatal a la que ya me refer¨ª en mi columna anterior (Neoproteccionismo, EL PA?S, 29-09-08).
Pero, ?hasta qu¨¦ punto puede el Estado suplir el vac¨ªo del mercado? ?De verdad forman ambas instituciones una especie de balanc¨ªn pendular (como se sobrentiende en la met¨¢fora de la marea), en donde a la baja de uno de sus miembros ha de corresponderle el alza del otro capaz de compensar el equilibrio del sistema? As¨ª lo crey¨® en un principio Hirschman, cuando entend¨ªa la acci¨®n p¨²blica como el reverso en negativo de los intereses privados (Shifting involvements, 1982). Pero posteriormente rechaz¨® el modelo pendular de balanc¨ªn, pues ambas instancias, Estado y mercado, podr¨ªan ascender o declinar las dos a la vez, como pasa ahora. ?Podemos confiar en que hoy el poder del Estado sabr¨¢ compensar los actuales fracasos del mercado? Me temo que ser¨ªa mucho esperar, pues existen al menos dos tipos de razones que sugieren la impotencia del Estado, en paralelo a la par¨¢lisis del mercado.
La primera raz¨®n es t¨¦cnica, pues si el Estado interviene comprando activos, a la larga pagar¨¢n justos por pecadores porque la mala moneda siempre expulsa a la buena, seg¨²n la llamada Ley de Gresham. Y si el Estado se dedica a nacionalizar activos, los cr¨¦ditos sucios terminar¨¢n por desplazar a los limpios, profundizando la crisis todav¨ªa m¨¢s. Pero a¨²n hay otra raz¨®n mucho m¨¢s general, y es que la acci¨®n del Estado s¨®lo puede ser eficaz en la medida en que resulte leg¨ªtima o cre¨ªble a los ojos de aquellos sobre quienes se aplica.
Dicho de otro modo, el poder del Estado depende de su autoridad moral. Y hoy los Estados occidentales est¨¢n deslegitimados porque han perdido su capacidad de liderazgo. En el caso de la Administraci¨®n de Bush, esto es evidente, y ya veremos si Obama resulta capaz de liderar el mundo con un m¨ªnimo de credibilidad. Pero en la Uni¨®n Europea no estamos mejor, pues el liderazgo pol¨ªtico exige concertaci¨®n y concentraci¨®n del poder, en vez de la actual dispersi¨®n confederal. De ah¨ª que unos y otros estemos condenados a la est¨¦ril impotencia, asistiendo pasivamente al ruinoso vaciamiento de la marea del mercado en reflujo.
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