La tormenta inunda de nuevo las chabolas de 'El Gallinero'
"No podemos vivir as¨ª", protesta uno de los afectados
Una legi¨®n de mosquitos da la bienvenida al poblado chabolista de El Gallinero, situado en uno de los extremos de la Ca?ada Real, a los pies de la carretera de Valencia. Cerca de una veintena de ni?os, muchos de ellos desnudos, chapotean en los charcos y juegan a lanzarse agua. Mientras, los bomberos trabajan en retirar el agua de las dos lagunas que sepultan algunas de las casetas del asentamiento, compuesto en su totalidad por unas 45 familias de rumanos de etnia gitana.
La tormenta ca¨ªda en Madrid la pasada madrugada volvi¨® a causar estragos en el poblado. "A la una y media tuvimos que salir y quedarnos aqu¨ª arriba, mientras todo se llenaba de agua", explica, con la mirada perdida en alg¨²n punto indeterminado del horizonte, Florian. La chabola en la que vive junto a su mujer, Elena, y sus cuatro hijos est¨¢ totalmente anegada.
Algunos de sus vecinos, los m¨¢s afortunados, s¨®lo tienen que limpiar el barro que ha entrado en sus peque?as casas de madera y chapa e intentar despu¨¦s achicar el agua que ha quedado junto a la entrada. Pero Florian y Elena no tienen ya nada que limpiar. "No podemos vivir as¨ª. Es la segunda vez que nos quedamos sin casa en menos de un mes", suspira.
Hace apenas veinte d¨ªas otra tormenta hab¨ªa inundado el asentamiento. En esa ocasi¨®n, los bomberos tardaron tres d¨ªas en acudir a secar las lagunas de lodo. "Hoy [por ayer] han tardado m¨¢s de tres horas desde que los llamamos. Esta gente necesita una soluci¨®n, porque el problema se va a reproducir cada vez que llueva", se lamentaba ya por la tarde ?ngel Castilblanca, un voluntario que trabaja en la parroquia de Santo Domingo de la Calzada de la Ca?ada Real.
Quiz¨¢ para buscar una soluci¨®n definitiva a sus problemas, Adrian, uno de los vecinos m¨¢s activos de El Gallinero, ya planea el pr¨®ximo paso: trasladar el poblado a unos metros m¨¢s cerca de la carretera. "All¨ª el terreno es liso y podr¨ªamos echar grava encima", proyecta. A su espalda los cables de la luz tocan el agua. "Como sigan meti¨¦ndose los cr¨ªos en la charca, alguno se va a quedar tieso", se queja uno de los trabajadores que se afanaban en achicar agua.
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