Pol¨ªtica y comunicaci¨®n 2.0
?Tenemos instrumentos de comunicaci¨®n social del siglo XXI y pol¨ªticas e instrumentos de regulaci¨®n al respecto propios del siglo pasado? ?sta fue una de las preguntas m¨¢s significativas que sobrevolaron en el debate mantenido el pasado lunes en la sede parlamentaria catalana entre un significativo grupo de pol¨ªticos, acad¨¦micos, profesionales de los distintos medios de comunicaci¨®n, y personas procedentes de la industria de los medios (www.parlament.cat). Las VIII Jornadas Parlamentarias de Medios de Comunicaci¨®n Social salieron del marco m¨¢s espec¨ªficamente t¨¦cnico en el que generalmente se hab¨ªan mantenido los anteriores encuentros, para adentrarse en territorios m¨¢s amplios, abordando cuestiones como la participaci¨®n social, la libertad de expresi¨®n en la era digital o el nada f¨¢cil tema de qu¨¦ papel desempe?an pol¨ªticos y medios en la definici¨®n de la agenda pol¨ªtica; sin ¨¢nimo de resumir el debate que se propici¨®, s¨ª quisiera subrayar algunos de los que fueron, desde mi perspectiva, los temas m¨¢s destacados. Parece claro que los nuevos instrumentos tecnol¨®gicos permiten una diversificaci¨®n y democratizaci¨®n desconocida en la esfera de comunicaci¨®n social. Cada uno puede buscar el lugar y los contenidos que prefiera, y puede tambi¨¦n, sin demasiadas dificultades, generar su propio foco emisor. Las ventajas de tal explosi¨®n de informaci¨®n, vienen contrapesadas por una mayor dificultad en la generaci¨®n de "plazas" o esferas p¨²blicas de interacci¨®n colectiva, lugares en los que el debate y el contraste (en clave de Habermas) puedan facilitar el surgimiento de relatos e imaginarios compartidos. No es f¨¢cil generar espacios de pertenencia colectiva, cuando cada cual construye sus propias "burbujas" medi¨¢ticas en las que encontrar a los suyos y en las que pueden recoger la raci¨®n diaria de informaci¨®n y opini¨®n que le permita ratificar las propias opciones.
En las jornadas se abord¨® el papel de pol¨ªticos y medios de comunicaci¨®n en la agenda pol¨ªtica
Por otro lado, vivimos en un escenario en que mientras unos usan nuevas v¨ªas de interacci¨®n y comunicaci¨®n como Facebook y twiter, otros muchos viven totalmente alejados de las plataformas digitales y el uso frecuente de Internet. Seguimos manteniendo importantes sectores de la poblaci¨®n fuera de las nuevas palancas de comunicaci¨®n, sea por razones del lugar en el que viven (sin cobertura suficiente), sea por razones formativas (el 60% de los que no tienen estudios secundarios posobligatorios, y que son legi¨®n en Espa?a, no usan Internet), por razones econ¨®micas, o por problemas m¨²ltiples de discapacidad. Esas carencias alejan a importantes sectores de la poblaci¨®n de los recursos informativos y formativos que d¨ªa a d¨ªa crecen y van depur¨¢ndose en la Red. Es urgente trabajar con pol¨ªticas p¨²blicas que trabajen simult¨¢neamente en los temas de formaci¨®n de adultos y la alfabetizaci¨®n digital, y en garantizar la mayor accesibilidad posible a la red.
Muchos de los asistentes expresaron su acuerdo en la necesidad de diferenciar opini¨®n de informaci¨®n, e informaci¨®n de conocimiento. Estos conceptos muchas veces se confunden en el agitado debate sobre las potencialidades y los peligros de las tecnolog¨ªas disponibles actualmente. La libertad de expresi¨®n en Internet y en los nuevos instrumentos de creaci¨®n colectiva denominados "2.0", es una conquista que viene asociada con el propio instrumento que sirve de plataforma comunicativa. Pero, ello no deber¨ªa impedir que cada uno asuma sus responsabilidades no por las opiniones que emita, sino por las informaciones que de manera m¨¢s o menos veraz difunda por la Red. La tensi¨®n actual se sit¨²a entre la necesidad de garantizar el m¨¢ximo acceso y la mayor diversidad posibles en los instrumentos que la tecnolog¨ªa nos brinda, y las exigencias crecientes para garantizar credibilidad y fiabilidad a todo aquello que podamos encontrarnos en ese aparente caos en que se desenvuelve Internet. La democracia en la Red exige garant¨ªas de que el m¨¢ximo nivel de disenso sea posible, siempre que la "toxicidad" de lo emitido no nos acabe generando problemas que colectivamente no podamos ni queramos asumir. El conocimiento exige niveles de sistematicidad, capacidad cr¨ªtica y posicionamiento activo que muchas veces no se dan en medios que buscan simplemente la acumulaci¨®n indiscriminada de informaci¨®n una mera yuxtaposici¨®n acr¨ªtica de contenidos, y que presuponen un receptor pasivo de lo que lo echen.
Las acusaciones cruzadas entre profesionales de la informaci¨®n y pol¨ªticos en activo sobre la construcci¨®n de la agenda pol¨ªtica pusieron de relieve las complicidades y, al mismo tiempo, las incertezas y desilusiones que genera ese tipo de magma en el que resulta dif¨ªcil distinguir los productos ya empaquetados y sujetos a intereses de grupo medi¨¢tico o de partido, de lo que es un esfuerzo por saber qu¨¦ ocurre detr¨¢s de las bambalinas cuidadosamente construidas para contribuir decisivamente a influir en la opini¨®n p¨²blica d¨ªa a d¨ªa. Las conclusiones, como es obvio dado el universo tem¨¢tico tratado, no fueron tales. Las referencias a la necesidad de agencias reguladoras o las habituales exhortaciones a que la educaci¨®n nos lo deber¨ªa arreglar, no esconden la necesidad de seguir defendiendo la desconfianza activa de la ciudadan¨ªa como la mejor vacuna ante las constantes tentaciones de unos y otros por presentarnos una realidad que no siempre coincide con lo que acontece en escenarios menos visibles y rutilantes. No se trata s¨®lo de que los poderes (incluyendo el poder medi¨¢tico) se controlen entre s¨ª, sino que podamos exigir que se cumpla lo que nos dijeron. Esto resulta notablemente dif¨ªcil cuando pocos son capaces de seguir el hilo argumental y justificador de una pol¨ªtica zigzagueante y huidiza. Si muchos no sienten que su voz sea o¨ªda en el escenario medi¨¢tico, no es extra?o que se alejen esc¨¦pticamente de lo que intuyen como un espacio en el que unos pocos cuecen y filtran lo que conviene saber. Y por tanto, en ese contexto, el efecto Internet y sus nuevas evoluciones 2.0 siguen siendo, a pesar de todo, una nueva esperanza democratizadora.
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