El mundo despu¨¦s del 'crash'
La crisis financiera ha acabado con los dogmas dominantes de los ¨²ltimos 25 a?os
Hay en econom¨ªa un concepto m¨¢s en¨¦rgico que el de recesi¨®n para explicar lo que est¨¢ sucediendo: depresi¨®n. La depresi¨®n es m¨¢s grave y duradera que la recesi¨®n, y se manifiesta en el frenazo en seco de la actividad, la debilidad de la demanda, la contracci¨®n del comercio internacional, el incremento del paro, la ca¨ªda del poder adquisitivo, etc¨¦tera, todos ellos procesos muy dolorosos y contrarios al progreso. Pues bien, el profesor de Econom¨ªa de la Universidad de Nueva York Nouriel Roubini, el gur¨² que se ha hecho famoso por haber anticipado la crisis financiera que se inici¨® con el estallido de las hipotecas t¨®xicas, ya ha utilizado el concepto de depresi¨®n como s¨ªntoma de lo que ocurre en la econom¨ªa a escala planetaria. Hace unos d¨ªas escrib¨ªa Roubini: "No podemos descartar un fracaso sist¨¦mico y una depresi¨®n global. (...) Se corre el riesgo de un desplome del mercado, una debacle financiera y una depresi¨®n mundial". El economista plantea que m¨¢s que una coyuntura en forma de V (ca¨ªda y pronta recuperaci¨®n) estamos en otra en forma de U (ca¨ªda en la que la econom¨ªa se mantiene un tiempo, para luego ascender), o quiz¨¢ en forma de L (ca¨ªda y letargo a largo plazo).
Muchos ciudadanos notan ya el escalofr¨ªo de la inseguridad econ¨®mica
La revoluci¨®n conservadora perdi¨® su rumbo al hacerse ideolog¨ªa irrebatible
Un arranque ciertamente tenebroso sobre la coyuntura quiz¨¢ pueda compensar el optimismo del titular de este que parece llevar impl¨ªcito -y no es as¨ª, como se ha visto la semana pasada- la superaci¨®n del desplome burs¨¢til que, en otras ocasiones hist¨®ricas, ha sido la antesala de una recesi¨®n o de una depresi¨®n. Crash y depresi¨®n se retroalimentan. Hay muchas similitudes -y bastantes diferencias- con la Gran Depresi¨®n de 1929. Es urgente desempolvar los viejos manuales de entonces y establecer las comparaciones. "Pensar el presente desde un punto de vista hist¨®rico" (Walter Benjamin).
En diciembre de 2006 ca¨ªa el Ownit Mortgate Solutions, un peque?o banco hipotecario de California especializado en productos de alto riesgo. Es el antecedente m¨¢s cercano del estallido de la burbuja inmobiliaria y de las hipotecas subprime, que devendr¨ªa en la norma a partir de julio de 2007. Desde entonces hay muchas v¨ªctimas sin enterrar. Entre ellas, la econom¨ªa real en forma de estrangulamiento del cr¨¦dito (que es su sistema sangu¨ªneo), desaparici¨®n de los bancos de inversi¨®n y nacionalizaci¨®n de otras entidades que formaban parte de la aristocracia financiera internacional, desprestigio de los organismos reguladores nacionales y de las agencias de calificaci¨®n de riesgos, profund¨ªsima descapitalizaci¨®n burs¨¢til de muchas empresas financieras y no financieras, par¨®n de la actividad econ¨®mica y de la inversi¨®n, contracci¨®n de la demanda, suspensiones de pagos, desempleo, etc¨¦tera. Y sobre todo, un escalofr¨ªo en muchos ciudadanos en forma de inseguridad: no s¨®lo miedo al terrorismo y a otras formas de inquietud ciudadana, sino a la inseguridad econ¨®mica y el temor al otro, al diferente, al que compite con el puesto de trabajo y carga de obligaciones al Estado de bienestar.
Otra v¨ªctima de la crisis es una forma de entender el mundo, un modo de pensar que se identifica ampliamente con la ideolog¨ªa neoliberal. La m¨¢xima acu?ada por la revoluci¨®n conservadora de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que ha durado un cuarto de siglo, de que el Estado es el problema y no la soluci¨®n, ha saltado hecha trizas en cuanto se han acumulado las dificultades. La "destrucci¨®n creativa" de Schumpeter s¨®lo se hizo realidad cuando las autoridades americanas dejaron hundirse al que era cuarto banco de negocios estadounidense, Lehman Brothers (y casi todos los analistas califican esta inacci¨®n como un grave error y el principio del p¨¢nico); las dem¨¢s instituciones financieras con problemas han sobrevivido con una u otra f¨®rmula de intervenci¨®n p¨²blica, con paquetes de rescates a babor o a estribor, en forma de avales p¨²blicos, compras de activos o directamente de acciones. Lo explica resignado un economista espa?ol: "Hemos generado mucho riesgo moral para evitar el riesgo sist¨¦mico". Ahora, la ret¨®rica del libre mercado se utiliza con m¨¢s soltura, m¨¢s selectivamente: se asume cuando sirve a intereses especiales y se descarta cuando no es as¨ª. Sin complejos, el presidente de la patronal espa?ola lleg¨® a exigir "un par¨¦ntesis" a la econom¨ªa de mercado.
Hace escasamente a?o y medio, todav¨ªa la econom¨ªa mundial continuaba en la senda de crecimiento m¨¢s larga y profunda de la historia contempor¨¢nea. La teor¨ªa de los ciclos econ¨®micos parec¨ªa extinguida y el planeta se instalaba en el denominado ciclo Kondratief, una onda larga de prosperidad debida -se dec¨ªa- a la confluencia de las nuevas tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n (TIC) con la flexibilidad empresarial y la innovaci¨®n financiera. Los mantras m¨¢s citados eran los de la desregulaci¨®n y la autorregulaci¨®n. Hasta tal punto que cuando se encienden las primeras luces rojas de las dificultades hay una generaci¨®n de j¨®venes ejecutivos, los que mandan en muchas empresas y en bastantes Gobiernos, que no tienen puntos de referencia para saber lo que es una crisis y qu¨¦ tratamiento preventivo darle.
Es muy interesante seguir las mutaciones que ha sufrido la naturaleza de esta crisis en apenas 18 meses: primero se identific¨® con el estallido de la burbuja inmobiliaria y el abuso en la concesi¨®n de hipotecas de alto riesgo; a ello se le a?adi¨® un tsunami protagonizado por las materias primas alimentarias y los elevad¨ªsimos precios de la energ¨ªa, de modo que entonces se habl¨® de "tormenta perfecta" y se hizo una equivalencia con los primeros a?os setenta del anterior siglo, al aparecer la estanflaci¨®n (alta inflaci¨®n y crecimiento cero). Cuando se hicieron sentir los primeros efectos de la sequ¨ªa crediticia en forma de reducci¨®n del crecimiento econ¨®mico bajaron los precios de las materias primas; como consecuencia de ello, la inflaci¨®n dej¨® de estar en primer plano, pero a las v¨ªctimas de la coyuntura se a?adieron los pa¨ªses emergentes, principales productores de materias primas, y de los que se hab¨ªa dicho que en esta ocasi¨®n estar¨ªan exentos del efecto contagio. Conforme pasaban las semanas y dejaba de funcionar el mercado interbancario debido a la desconfianza que las entidades se ten¨ªan entre s¨ª (?cu¨¢l de ellas ten¨ªa en su interior la met¨¢stasis de los productos estructurados y colaterales sin valor alguno en el mercado?), la crisis hipotecaria devino en crisis financiera y los Gobiernos salieron al rescate en el entendido de que la desconfianza de los ciudadanos en las entidades de cr¨¦dito es la antesala de una cat¨¢strofe en la econom¨ªa real. Hubo un momento en que en algunas plazas y sucursales bancarias los clientes, despu¨¦s de hacer colas para sacar sus ahorros, intentaban transmutar sus dep¨®sitos en lingotes de oro, en la creencia de que este metal precioso era la inversi¨®n m¨¢s segura.
S¨®lo cuando los ciudadanos, airados, comenzaron a preguntarse en alto por qu¨¦ hab¨ªan de rescatar a quienes hab¨ªan sido v¨ªctimas de su codicia, es cuando se sofistic¨® un poco el discurso: la mayor inyecci¨®n de dinero p¨²blico utilizada en la historia para salvar a los bancos en dificultades era tan s¨®lo una etapa intermedia para salvar a la econom¨ªa real. Lo que es bueno para Wall Street es tambi¨¦n bueno para la calle. Proteger a Wall Street es proteger a Main Street. As¨ª lo ve el grupo de banqueros con chistera y puro que aparecen en la tira sat¨ªrica del New Yorker. Uno de ellos grita indignado: "?Maldita sea, para nosotros Wall Street es Main Street".
Las ayudas oficiales a la banca ("Aportaremos todo lo que sea necesario", ha declarado Berlusconi, el m¨¢s desvergonzado de los pol¨ªticos actuales) han servido hasta ahora para detener el p¨¢nico de los clientes y para que emerja un hilillo de liquidez en los mercados, que se ha concretado en una peque?a baja de los tipos de inter¨¦s (Eur¨ªbor y L¨ªbor). Pero sigue sin saberse si tanto dinero aportado por el Estado se trasladar¨¢ del sistema financiero al conjunto de las empresas con inmediatez, para que la situaci¨®n tienda a normalizarse, y a qu¨¦ precio. Esto era as¨ª hasta anteayer. Pero resuelta al menos en parte la dificultad financiera m¨¢s urgente, los mercados burs¨¢tiles han reaccionado extraordinariamente a la baja cuando en el frontispicio ha aparecido el problema de fondo: el colapso de la econom¨ªa real. La mayor parte de los pa¨ªses de la Organizaci¨®n de Cooperaci¨®n y Desarrollo Econ¨®mico (OCDE) -los 30 pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo- han entrado en recesi¨®n o est¨¢n a punto de hacerlo (dos trimestres seguidos de reducci¨®n de sus productos brutos), y sin visos de salida. Adem¨¢s, el contagio afecta a muchos pa¨ªses emergentes, que han tenido que gastar las reservas de divisas en defensa de sus monedas, mientras aumenta su riesgo pa¨ªs y ven bajar los precios de sus exportaciones. Se ha llegado a la madre de todas las crisis. Cada uno de los pron¨®sticos que han ido elaborando las organizaciones multilaterales (OCDE, Fondo Monetario Internacional, etc¨¦tera) se han tirado a la papelera en el mismo momento en que se hac¨ªan p¨²blicas. La velocidad de la met¨¢stasis es tal que todas las explicaciones de la coyuntura se han quedado antiguas en tiempo real. Aun hace dos fines de semana, en su asamblea semestral, el FMI preve¨ªa un ligero crecimiento en 2009 para el conjunto de las econom¨ªas avanzadas y del orden del 6% en las emergentes. Sin embargo, el pasado mi¨¦rcoles, el Foro Econ¨®mico Mundial sentenciaba: "La crisis financiera afecta ya a la econom¨ªa real en un nivel alto y el riesgo de una profunda y prolongada recesi¨®n crece".
Con esta crisis multiforme y poli¨¦drica ha desaparecido tambi¨¦n una forma de hacer la pol¨ªtica econ¨®mica, que ha sido dominante en el ¨²ltimo cuarto de siglo. Aquella que hab¨ªa formalizado el dogma de que los mercados son los que mejor saben qu¨¦ hacer. Del mismo modo que hay ciclos en la coyuntura tambi¨¦n hay ciclos ideol¨®gicos que conceden el ¨¦nfasis a las distintas herramientas econ¨®micas. Y ha comenzado otro. En el a?o 1936, el que probablemente ha sido el economista m¨¢s influyente del siglo XX (y lo vuelve a ser ahora), John Maynard Keynes, escribi¨® en su obra magna Teor¨ªa general de la ocupaci¨®n, el inter¨¦s y el dinero: "Las ideas justas o falsas de los fil¨®sofos de la econom¨ªa y de la pol¨ªtica tienen m¨¢s importancia de lo que en general se piensa. A decir verdad, ellas dirigen casi exclusivamente el mundo. Los hombres de acci¨®n que se creen plenamente eximidos de las influencias doctrinales son normalmente esclavos de alg¨²n economista del pasado". Las ideas keynesianas, tan menospreciadas en el ¨²ltimo cuarto de siglo, est¨¢n siendo aplicadas ahora por quienes tratan de sacar a la econom¨ªa de la camisa de fuerza de la revoluci¨®n conservadora y de la desregulaci¨®n permanente. No por casualidad, sino como un signo de los tiempos, la Academia Sueca ha concedido hace unos d¨ªas el Nobel de Econom¨ªa a quien es uno de los neokeynesianos m¨¢s insignes: Paul Krugman.
El New Deal del presidente Franklin Delano Roosevelt, respuesta a la Gran Depresi¨®n de 1929, inaugur¨® un ciclo progresista de intervenci¨®n en la econ¨®m¨ªa que dur¨® casi medio siglo y que ha sido denominado la edad dorada del capitalismo: el mundo creci¨® mucho y los pa¨ªses m¨¢s avanzados construyeron su Estado de bienestar. El 31 de diciembre de 1933, 10 meses despu¨¦s del inicio del New Deal, Keynes escribe una carta abierta al presidente en The New York Times, en la que le aconseja actuaciones adicionales, entre las que sobresale "una atenci¨®n predominante en el m¨¢s alto grado al incremento de la capacidad de compra resultante de los gastos p¨²blicos, financiados mediante cr¨¦ditos".
A finales de los a?os setenta y principios de los ochenta se inici¨® la revoluci¨®n conservadora, que tuvo sus principales ide¨®logos en Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y su continuidad en los neocons que han gobernado en la Casa Blanca y en la Reserva Federal. Francis Fukuyama, el constructor del concepto del fin de la historia, ha matizado aquella forma de entender el mundo y recientemente ha hecho un balance de ese tiempo: la revoluci¨®n conservadora perdi¨® su rumbo porque se convirti¨® en una ideolog¨ªa irrebatible, y no en una respuesta pragm¨¢tica a los excesos del Estado de bienestar. En ella hab¨ªa dos conceptos sacrosantos: que las reducciones de impuestos se autofinanciar¨ªan y que los mercados financieros podr¨ªan autorregularse. Pues bien, el balance es clarificador: Reagan y Bush dejan a EE UU con gigantescos d¨¦ficit, la econom¨ªa creci¨® tanto con Clinton como con Reagan y con super¨¢vit p¨²blico, y de las secuelas de la autorregulaci¨®n del mercado financiero tenemos suficientes ejemplos catastr¨®ficos en los ¨²ltimos meses.
La crisis traza una frontera, la del final (por ahora) de otra edad dorada: el cr¨¦dito f¨¢cil, la liquidez extrema, los riesgos fuera del balance, los sueldos astron¨®micos de los grandes ejecutivos ligados a la creaci¨®n de valor a corto plazo y no a la calidad de lo que se fabrica o con lo que se trabaja, los cambios legales para facilitar la especulaci¨®n sin l¨ªmites y las zonas de sombra (el capitalismo gris), una psicolog¨ªa mediante la cual los ahorradores se convirtieron en inversores y los inversores en activos apalancados, la autorregulaci¨®n como pretexto para administrar sin l¨ªmites, etc¨¦tera.
Cada ciclo ideol¨®gico en econom¨ªa est¨¢ provocado por una crisis. El New Deal lleg¨® por la Gran Depresi¨®n; la revoluci¨®n conservadora, como reacci¨®n a la estanflaci¨®n; y el paradigma que parece instalarse a principios del siglo XXI, por la crisis iniciada con las hipotecas subprime llevada al paroxismo. Las matrices que lo componen son las de la intervenci¨®n del Estado siempre que sea necesaria, la regulaci¨®n financiera, quien contamina paga (en relaci¨®n a los activos t¨®xicos) y la necesidad de dotar de gobernanza a la globalizaci¨®n realmente existente. Por ello se ha dado tanta significaci¨®n a la construcci¨®n de un nuevo Bretton Woods, en analog¨ªa con la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas, celebrada en New Hampshire del 1 al 22 de julio de 1944, al final de la II Guerra Mundial, y que ha constituido hasta ahora el intento m¨¢s ambicioso por configurar un nuevo orden econ¨®mico internacional. Entonces participaron 44 pa¨ªses. Hoy se trata, como se declara con ampulosidad, de "refundar el capitalismo": cambiar todo para que nada cambie.
Se trata de evitar otra Gran Depresi¨®n e ir, por el contrario, a una Gran Transformaci¨®n, como titul¨® su libro de referencia Karl Polanyi en 1943. En ¨¦l demostraba, acudiendo a la historia y a los datos emp¨ªricos, que no existe nada parecido a una mano invisible que ordene a los mercados; ¨¦stos se regulan por la acci¨®n del Estado. Hay que actualizar la Gran Transformaci¨®n a la era de la globalizaci¨®n en la que los Estados tan s¨®lo son entes intermedios.
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