Las dos Am¨¦ricas en el estrado
Progresistas y conservadores se enfrentan en el terreno judicial. La clave de lo que ocurra ah¨ªtambi¨¦n depende del resultado de las elecciones
Es una ¨¦poca que termina. Su final no sigue el gui¨®n que hab¨ªan escrito Bush y sus amigos. El propio candidato republicano se ve obligado a subrayarlo constantemente: "Yo no soy Bush". "Si usted quiere enfrentarse a Bush debi¨® presentarse a las elecciones hace cuatro a?os", le dijo a Obama en el tercer debate televisivo. Los historiadores se disputan sobre cu¨¢ndo y c¨®mo empez¨® esta ¨¦poca. Si fue con Nixon, presidente con aspiraciones absolutistas e imperiales que fue derribado por el Congreso y por la prensa. O si fue con Reagan, el presidente que protagoniz¨® la revoluci¨®n conservadora y pidi¨® a Gorbachov en Berl¨ªn que tirara ese muro. Pero el hito no debe estar necesariamente en la Casa Blanca. No muy lejos, a poco m¨¢s de una milla a su izquierda, detr¨¢s del Capitolio, est¨¢ el edificio donde se tom¨® una decisi¨®n trascendental en 1973. El Tribunal Supremo fall¨® a favor de una mujer (Jane Roe) y contra el abogado del Estado de Tejas (Henry Wade) en una sentencia hist¨®rica que reconoc¨ªa el derecho al aborto y situaba fuera de la legalidad a la mayor¨ªa de las leyes restrictivas aprobadas por los Estados. Esta sentencia, conocida como el caso Roe versus Wade, fue la chispa que encendi¨® la mecha del descontento entre el conservadurismo social y religioso, de forma que todo lo que ha sucedido en la pol¨ªtica americana desde entonces puede interpretarse como el intento de revertir la decisi¨®n de la Corte Constitucional.
"Necesitamos a alguien capaz de comprender qu¨¦ significa ser pobre, madre adolescente, homosexual o viejo"
Si ganara McCain, la hist¨®rica sentencia que reconoci¨® el derecho al aborto probablemente ser¨ªa revocada
No es, por supuesto, el ¨²nico caballo de batalla. Revertir la discriminaci¨®n positiva a favor de las minor¨ªas, afianzar la pena de muerte, prohibir los matrimonios entre personas del mismo sexo, diluir las fronteras entre religi¨®n y pol¨ªtica o ensanchar los m¨¢rgenes de poder del presidente son los principales cap¨ªtulos en los que se enfrentan las dos Am¨¦ricas, en el terreno judicial, naturalmente, y en el pol¨ªtico. El poder de los jueces es tan grande que puede llegar a determinar una elecci¨®n presidencial, como sucedi¨® en 2000, cuando el Tribunal Supremo orden¨® la paralizaci¨®n del recuento de votos en Florida, despu¨¦s de que Al Gore obtuviera de tribunales inferiores el derecho a revisar numerosas votaciones irregulares. Aquel caso determin¨® directamente el curso de la historia: si hubiera seguido el recuento es seguro que Al Gore habr¨ªa alcanzado la presidencia.
Entre todas las decisiones presidenciales, las que dejan en todo caso mayor huella en la sociedad norteamericana son los nombramientos de jueces, que no se limitan al Tribunal Supremo, sino que se extienden a los trece tribunales de apelaci¨®n que realizan funciones de corte de ¨²ltimo recurso en multitud de casos y que afectan a centenares de magistrados y fiscales. La apertura de la sociedad americana a los cambios de costumbres ha recibido el acompa?amiento y en algunos aspectos el impulso de los nombramientos de jueces progresistas durante la larga ¨¦poca de hegemon¨ªa dem¨®crata que empez¨® en 1932, con la presidencia de Franklin D. Roosevelt, y que puede darse por terminada con la de Ronald Reagan en 1980. Eisenhower no respond¨ªa a la idea de un presidente conducido por la ideolog¨ªa; Nixon y Ford fueron tambi¨¦n casos aparte. El primero, m¨¢s ocupado en la pol¨ªtica internacional y en el fisgoneo pol¨ªtico dentro y fuera de la Casa Blanca que en las cuestiones de sociedad. El segundo, incapaz de sintonizar con los aires ultraconservadores que se avecinaban, hasta el punto de que su esposa, muy apreciada por la opini¨®n p¨²blica, se atrevi¨® a realizar en 1975, un a?o antes de las elecciones presidenciales, unas inocentes y explosivas declaraciones en las que apoyaba el aborto, el sexo fuera del matrimonio y la marihuana. Fue derrotado en las presidenciales por el dem¨®crata Jimmy Carter, mucho m¨¢s conservador que la se?ora Ford en cuesti¨®n de costumbres.
Con la presidencia de Reagan, calificada de transformadora por todos los historiadores, tampoco se produjeron grandes cambios respecto a este cap¨ªtulo, aunque la siembra neoconservadora que se ha recogido en los ocho ¨²ltimos a?os fue intensa y eficaz. El periodista Charlie Savage, autor del libro El regreso de la Presidencia Imperial y la subversi¨®n de la democracia americana, ha hecho balance de la cuidadosa actividad de George W. Bush durante sus ocho a?os de presidencia, nombrando jueces seg¨²n criterios fundamentalmente de identificaci¨®n ideol¨®gica. Ninguno de los presidentes anteriores, incluidos los republicanos y su propio padre, hab¨ªa realizado nombramientos tan sectarios, atendiendo ¨²nicamente a su identificaci¨®n con el conservadurismo social. En vez de chequear los curr¨ªculos de los candidatos a ocupar las plazas con la American Bar Association (la asociaci¨®n de abogados), ha venido utilizando el filtro oficioso de la Sociedad Federalista, un club de abogados ultraconservadores creado en las universidades de Yale, Harvard y Chicago para contrarrestar la actividad de los jueces liberales (progresistas en lenguaje europeo).
Hay que notar que, bajo la presidencia de Bush, la ideolog¨ªa no ha sido en muchos casos el m¨®vil para el nombramiento o en su caso la destituci¨®n, sino directamente los intereses partidistas, debidamente envueltos en coartadas ideol¨®gicas. El ex fiscal general, Alberto Gonzales, ha sido sometido a investigaci¨®n parlamentaria y de la inspecci¨®n judicial por la destituci¨®n de siete fiscales por criterios pol¨ªticos. Los planes de destituci¨®n alcanzaban a casi 30 fiscales y presumiblemente hab¨ªan sido coordinados entre la Casa Blanca y el departamento de Justicia, presidido por Gonzales, en una acci¨®n muy bien coordinada para controlar a los tribunales en la que particip¨® el propio mago electoral de Bush, Karl Rove.
El balance de los ocho a?os de Bush en el cap¨ªtulo judicial no puede ser m¨¢s desolador. Actualmente hay mayor¨ªas conservadoras en 10 de las 13 cortes de apelaci¨®n, de forma que la elecci¨®n de un presidente republicano significar¨ªa que esta mayor¨ªa se ampliar¨ªa a todos los tribunales. De los 164 jueces que componen los tribunales de apelaci¨®n, hay 101 nombrados por presidentes republicanos, de los que 61 lo han sido por Bush. Casi la mitad de estos jueces son miembros de la Sociedad Federalista. Cuando Bush lleg¨® a la Casa Blanca hab¨ªa pr¨¢cticamente un empate entre jueces conservadores y jueces liberales. Pero a pesar de los desperfectos, la sentencia Roe versus Wade, obsesi¨®n de la derecha social, no ha sido revocada. Si gana Obama se mantendr¨¢ el equilibrio, como m¨ªnimo durante el primer mandato, principalmente en el Supremo, donde lo m¨¢s probable es que se produzcan vacantes entre los magistrados liberales.
Si es McCain quien vence, en cambio, la ¨¦poca que empieza significar¨¢ en el cap¨ªtulo de costumbres todav¨ªa una vuelta de tuerca, un nuevo viraje a la derecha y es altamente probable que Roe versus Wade sea revocada. El senador por Arizona empez¨® su campa?a en el centro pol¨ªtico cuando deb¨ªa enfrentarse en las primarias republicanas a una pl¨¦yade de personajes que compet¨ªan entre s¨ª en su extremismo conservador. Pero se lanz¨® a la competici¨®n con Obama despu¨¦s de comprometerse con los grupos de presi¨®n conservadores para seguir realizando nombramientos de jueces en la misma l¨ªnea que George W. Bush. El envite es muy serio en el caso del Tribunal Supremo, donde actualmente hay un equilibrio precario, con empate a cuatro y un voto cambiante seg¨²n el tipo de temas que se trate, de forma que en los temas de sociedad suele dar un resultado progresista. Este equilibrio se romper¨¢ con un presidente republicano a favor de los jueves conservadores. Los magistrados del Supremo tienen un mandato vitalicio, algo que abre m¨¢rgenes a la actuaci¨®n independiente respecto al color del presidente que ha hecho el nombramiento. Ahora mismo son dos magistrados tachados de liberales los de mayor edad y los dos m¨¢s j¨®venes, en cambio, son los que ha nombrado George W. Bush.
Esta derecha judicial tan extremista, en cambio, considera que si gana Obama se producir¨¢ un fuerte giro a la izquierda. Steven Calabresi, uno de los fundadoreslo tiene muy claro y ha expresado su profunda preocupaci¨®n por "las opiniones extremadamente izquierdistas de Obama acerca de los jueces". Calabresi cita unas palabras del candidato dem¨®crata del pasado a?o ante una asociaci¨®n de padres de familia para fundamentar la idea de que los jueces que nombrar¨¢ no atender¨¢n a la ley y a la Constituci¨®n, sino a la simpat¨ªa que les despierten los acusados. ?stas son las palabras del candidato dem¨®crata: "Necesitamos a alguien que tenga el coraz¨®n y la empat¨ªa de reconocer qu¨¦ significa ser una joven madre adolescente. La empat¨ªa de entender qu¨¦ significa ser pobre, afroamericano, homosexual o disminuido f¨ªsico o viejo. Y ¨¦ste es el criterio por el que voy a elegir a los jueces".
La cat¨¢strofe que anuncia Calabresi conducir¨¢ a que se reconozca el derecho constitucional a la asistencia del Estado, que se establezca un mandato federal a favor de la discriminaci¨®n positiva, el derecho al aborto con dinero p¨²blico, la abolici¨®n de la pena de muerte, procedimientos ruinosos de los accionistas contra los directivos de las empresas, y a la aprobaci¨®n de indemnizaciones multimillonarias contra negocios leg¨ªtimos de tabaco o comida por supuesto atentado a la salud. Todo esto suena a incompatible con la Constituci¨®n Americana, a orejas de los juristas neocons de la Sociedad Federalista. De ah¨ª que se planteen una duda inquietante sobre la capacidad de Obama de "jurar en buena fe que 'preservar¨¢, proteger¨¢ y defender¨¢ la Constituci¨®n', tal como se exige al tomar posesi¨®n de su cargo".
El fondo del debate que se disputa sobre todo en el Tribunal Supremo concierne al enfrentamiento entre dos interpretaciones de la Constituci¨®n abiertamente contradictorias. De una parte, est¨¢n los juristas que consideran la Constituci¨®n Americana, con sus correspondientes enmiendas, como un texto a aplicar de forma literal, tal como la concibieron los padres fundadores. Son los originalistas, que han partido de los poderes presidenciales establecidos originalmente en el texto constitucional para elaborar una teor¨ªa antidemocr¨¢tica y premoderna respecto a la divisi¨®n de poderes y a los m¨¢rgenes de acci¨®n del presidente, sobre todo en tiempo de guerra. En este punto es donde engarza el conservadurismo social con el belicismo conservador. Los originalistas rechazan, naturalmente, toda jurisdicci¨®n y jurisprudencia extranjera o internacional, incluidas por supuesto las Convenciones de Derechos Humanos y los tribunales internacionales, como algo ajeno al constitucionalismo americano, y constituyen as¨ª la vertiente jur¨ªdica del unilateralismo en las relaciones internacionales.
La presidencia de George W. Bush no hubiera sido la misma sin los m¨¢rgenes de acci¨®n que obtuvo gracias a los atentados del 11-S y a la declaraci¨®n de una guerra global contra el terror -para la que obtuvo, adem¨¢s, poderes parlamentvo, adem¨¢s, poderes parlamentarios- de la que se sabe todo de c¨®mo empez¨®, pero nada sobre c¨®mo y cu¨¢ndo acaba. O s¨ª: acaba si vence en las elecciones un presidente que no se adscribe a esta teor¨ªa originalista y al colof¨®n de la presidencia imperial que se deduce. Los juristas neocons han puesto nombre a esta cosa monstruosa que le ha crecido a la democracia norteamericana en los ocho ¨²ltimos a?os: es la teor¨ªa del ejecutivo unitario, un eufemismo para la concentraci¨®n de poder, la marginaci¨®n del Parlamento, el asalto de la justicia y la intimidaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica. Entre los juristas m¨¢s relevantes que han defendido estos puntos de vista est¨¢n naturalmente quienes han asesorado a George W. Bush en la Casa Blanca durante los ¨²ltimos ocho a?os, y han escrito los memorandos de justificaci¨®n de numerosas transgresiones de la Constituci¨®n, como la pr¨¢ctica de la tortura, la anulaci¨®n del h¨¢beas corpus o las escuchas sin control judicial.
Si vence McCain es muy probable que desaparezca del todo la Casa de los Horrores de Bush, sus nombramientos partidistas o las pr¨¢cticas m¨¢s escandalosas que afectan a los derechos individuales. Pero persistir¨¢ el originalismo y seguir¨¢n los nombramientos de jueces conservadores, con todo un potencial regresivo. Si vence Obama, en cambio, se abrir¨¢ paso la otra tendencia, la que considera la Constituci¨®n como un texto abierto a los cambios y por tanto adaptable a las circunstancias de la sociedad de hoy. Son los interpretacionistas, a los que la derecha considera como subjetivos y propensos a dar el gobierno a los jueces, para que tomen decisiones que no han pasado ni por el Congreso ni por la Casa Blanca.
Obama s¨®lo podr¨¢ en una primera etapa mantener el estado de las cosas, lo que ya es mucho. A fin de cuentas, las decisiones que toma el Tribunal Supremo norteamericano terminan tambi¨¦n irradiando en todo el mundo, y en primer¨ªsimo lugar en Europa. No es arriesgado apostar que una reversi¨®n de la sentencia Roe versus Wade se traducir¨ªa inmediatamente en una oleada a favor de la penalizaci¨®n del aborto en toda Europa. McCain no es Bush, pero es lo que m¨¢s se le parece.
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