McCain reconoce con dignidad la derrota y promete apoyo al presidente
El senador asume el "valor especial" de la victoria para los afroamericanos
John McCain perdi¨® el martes su ¨²ltima batalla. Y la perdi¨® con honor. Despu¨¦s de casi dos a?os de campa?a, habiendo renacido de sus cenizas en varias ocasiones, no logr¨® cumplir su sue?o de llegar a la Casa Blanca. Atr¨¢s quedaban los largos meses de dura campa?a, despiadados ataques y golpes de efecto. Derrotado, McCain quiso abandonar el campo de batalla, ante todo, con la dignidad de un caballero. "La gente de Am¨¦rica ha hablado. Y ha hablado con claridad", dijo el senador. En su ¨²ltimo discurso como candidato, McCain admiti¨® lo hist¨®rico de la victoria de Barack Obama. "Reconozco el valor especial que esto tiene para los afroamericanos y el especial orgullo que deben sentir esta noche", dijo en el patio del lujoso hotel Biltmore de Phoenix, ante una gigantesca bandera norteamericana.
El candidato republicano cort¨® cualquier intento de abucheo a su rival
Record¨® aquel d¨ªa de 1901 en que su h¨¦roe, el presidente Teddy Roosevelt, invit¨® por primera a vez a un negro a la Casa Blanca, 36 a?os despu¨¦s de la ilegalizaci¨®n de la esclavitud. "Am¨¦rica est¨¢ a todo un mundo de distancia de la aterradora y cruel intolerancia de aquel tiempo".
En el verdadero final, McCain, el soldado, venci¨® a McCain, el pol¨ªtico. Cuando el senador dijo a sus seguidores que hab¨ªa llamado a Obama para felicitarle, la multitud le abuche¨®. Con gesto firme, sacudiendo los brazos, el senador exigi¨® silencio. Sus ojos advert¨ªan de que no aceptar¨ªa la indisciplina de insultar a Obama en una noche tan importante. Aquel instante retrat¨® lo obvio: aunque McCain siempre estuvo lejos del n¨²cleo duro y conservador de su partido, jug¨® su juego en las elecciones para tratar de ganar. Pero el martes la farsa hab¨ªa acabado.
El veterano senador sigui¨® con su discurso. La voz, a veces quebrada, revelaba horas de tensi¨®n y el cansancio. Hac¨ªa tiempo que a McCain las encuestas le hab¨ªan dado por perdedor. Pero, hasta el ¨²ltimo instante, ¨¦l se neg¨® a conformarse con el papel de fracasado. El martes, cuando los medios dieron la victoria de Obama, no esper¨® m¨¢s de cinco minutos para llamar al ganador.
"No s¨¦ qu¨¦ mas podr¨ªa haber hecho para ganar estas elecciones", dijo en su discurso. "Dejar¨¦ que eso lo decidan otros". Junto a ¨¦l, a su izquierda, estaban sus grandes apoyos: su mujer, Cindy; su madre, Roberta, y sus mejores amigos, los senadores Lindsey Graham y Joe Lieberman. Ante ellos, McCain hizo de su lema de campa?a una forma de perder. Puso la patria primero, y se puso al servicio de su nuevo presidente. "Me comprometo a hacer todo lo que est¨¦ en mi mano para ayudarle
a liderarnos a trav¨¦s de los muchos desaf¨ªos a los que nos enfrentamos".
Las menciones al ganador no cayeron bien entre los partidarios de McCain. Hab¨ªa llegado la hora de buscar al culpable de la derrota. Y nadie m¨¢s a mano que el propio senador. "McCain no fue lo suficientemente duro. Es muy permisivo con la inmigraci¨®n ilegal. Eso le ha costado la presidencia", dec¨ªa una compungida Shannon Pasternak, que el mismo d¨ªa de las elecciones cumpli¨® 71 a?os.
John McCain ha perdido la mayor¨ªa de sus batallas. No gan¨® en Vietnam. Fue capturado, torturado y puesto en libertad dos a?os antes de que el ej¨¦rcito norteamericano dejara al pa¨ªs asi¨¢tico a su suerte. A su regreso a Estados Unidos, no fue capaz de salvar su primer matrimonio. Se cas¨® con Cindy Lou Hensley, rica heredera de un imperio cervecero de Arizona, y gracias al dinero y a los contactos pol¨ªticos de su familia pol¨ªtica logr¨® ser senador por este Estado, que nunca fue su hogar.
En 2000 perdi¨® las primarias del Partido Republicano frente a George Bush. El martes perdi¨® unas elecciones presidenciales. A sus 72 a?os, ya no le quedaba nada m¨¢s que marcharse con la cabeza alta. "La derrota es m¨ªa, no vuestra", dijo a la multitud. Agradeci¨® tambi¨¦n la oportunidad de haber llegado tan lejos: "No ser¨ªa digno de llamarme americano si lamentara mi fortuna, que me ha permitido el extraordinario privilegio de servir a este pa¨ªs durante medio siglo".
La dignidad que exhibi¨® McCain como una medalla militar no la hicieron suya sus seguidores. La victoria de Obama supo amarga. "Va a llevar a este pa¨ªs al caos total", dec¨ªa Jared Howell, de 28 a?os. "La gente, frustrada con la crisis econ¨®mica, se ha lanzado a los brazos de un radical con nula experiencia. Este pa¨ªs ha tomado una decisi¨®n irracional. Y lo va a pagar caro".
McCain, sin embargo, no acept¨® este tipo de augurios. El candidato, desembaraz¨¢ndose del lastre conservador, volvi¨® a comportarse como el pol¨ªtico que piensa m¨¢s all¨¢ de su propio partido. "Los americanos nunca huimos. Nunca nos rendimos. Nunca nos escondemos de la historia. Nosotros protagonizamos la historia".
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