'Yogui', el s¨ªndico y el consejero
Lo s¨¦, lo s¨¦: el plant¨ªgrado m¨¢s medi¨¢tico de los ¨²ltimos tiempos en Catalu?a no se llama Yogui, sino Hvala; su h¨¢bitat no es el imaginario parque nacional de Jellystone, sino el valle de Aran; quienes le persiguen no son el comprensivo guardabosques John Smith y sus colegas, sino una treintena de agentes rurales de Medio Ambiente y del Conselh Generau d'Aran, con el apoyo de un helic¨®ptero y la colaboraci¨®n no solicitada de decenas de cazadores bien armados, prestos a tomarse la justicia por su mano, y el motivo por el cual la osa est¨¢ siendo batida cual John Rambo en el filme Acorralado no es que les robase la merienda a unos excursionistas, sino que caus¨® heridas leves a un septuagenario provisto de escopeta, participante en una cacer¨ªa de jabal¨ªes. Aun con estas diferencias, la barah¨²nda organizada alrededor del caso se me antoja tan excesiva, grotesca y risible como la m¨¢s alocada de las aventuras del personaje creado por la factor¨ªa Hanna-Barbera hace ahora medio siglo.
Es la primera vez en 12 a?os que un oso propina unos zarpazos a un cazador para abrirse paso, tras sentirse acosado
Dicho sea con todos los respetos institucionales, que el se?or s¨ªndico de Aran, Francesc Xavier Boya i Al¨®s, parece creer a ratos que el valle de Aran es Liechtenstein, y ¨¦l, el pr¨ªncipe reinante, es algo que ya hab¨ªamos podido observar en otras ocasiones; por ejemplo, con relaci¨®n al tema de las vegueries. Su reacci¨®n ante el incidente del 23 de octubre -el amago de ataque de la osa al cazador-, compareciendo en sede parlamentaria con pose de hacer frente a una emergencia colectiva para exigir la captura inmediata de Hvala y, ya puesto, la retirada de todos los osos reintroducidos en la zona pirenaica, esa escena merece formar parte de la antolog¨ªa de la desmesura pol¨ªtica y de la falta de sentido del rid¨ªculo. Porque, vamos a ver, ?qu¨¦ es lo que estaba o est¨¢ ocurriendo en el Aran? ?Acaso manadas de osos homicidas acechan las viviendas y atacan a los pac¨ªficos paseantes? M¨¢s bien al contrario: por primera vez en 12 a?os, un plant¨ªgrado atrapado en medio de una batida de jabal¨ªes, con decenas de cazadores y perros desplegados por el bosque, top¨® en su huida con uno de esos cazadores y le propin¨® unos zarpazos para abrirse paso.
?Constituye eso prueba de la peligrosidad del oso y raz¨®n justificada para desterrarlo de lo que ha sido durante siglos su h¨¢bitat natural?
En sus abundantes declaraciones de las ¨²ltimas dos semanas, el s¨ªndico Boya ha sentenciado que la seguridad de las personas es prioritaria sobre la reintroducci¨®n del oso. Sin discutir el fondo de la tesis, me gustar¨ªa formular algunas preguntas aclaratorias. ?Estamos hablando de la seguridad de las personas o de la seguridad de los cazadores? Y si es de esta ¨²ltima, ?podr¨ªa alg¨²n organismo competente precisar cu¨¢ntos muertos y heridos en accidentes de caza, por disparos de compa?eros de partida, se han producido en Catalu?a a lo largo de, pongamos, la ¨²ltima d¨¦cada? Por mi parte, no tengo la cifra; pero, recordando las muchas veces que he le¨ªdo not¨ªcias al respecto, dir¨ªa que un buen pu?ado; en todo caso, much¨ªsimos m¨¢s de los que han sido atacados por osos... Sin embargo, a ninguna autoridad se le ha ocurrido exigir la abolici¨®n de la caza. ?Tal vez porque la actividad de los ¨¦mulos locales de Sarah Palin concita demasiados intereses y mueve demasiado dinero? Tal vez...
Por si la pol¨¦mica no hab¨ªa dado lugar ya a suficientes dislates y salidas de tono, a fines de la pasada semana entr¨® en escena el consejero de Agricultura de la Generalitat, Joaquim Llena. Poniendo su filiaci¨®n pirenaica (del Pallars Sobir¨¤) por delante de la condici¨®n actual de miembro de un Gobierno que es el de todos, el consejero Llena coloc¨® otra vez sobre la mesa dos de los ingredientes que m¨¢s envenenaron, durante el pasado invierno, el debate pol¨ªtico-social acerca de la sequ¨ªa y de c¨®mo remediarla: de un lado, el concepto fetiche del territorio; del otro, el desde?oso recelo de las comarcas perif¨¦ricas hacia la conurbaci¨®n barcelonesa.
Seg¨²n el consejero Llena, el problema con los osos es que su reintroducci¨®n se efectu¨® a partir de 1996 sin consulta al territorio. Es decir, ya pod¨ªan la Uni¨®n Europea, los gobiernos democr¨¢ticos de Francia, Espa?a y Catalu?a haber acordado un programa a favor de los plant¨ªgrados en peligro de extinci¨®n; Bruselas, Par¨ªs, Madrid y Barcelona no reconocieron a los quiz¨¢ 20.000 habitantes de los municipios afectados el derecho de veto sobre la medida y, por tanto, la presencia de los osos es de alg¨²n modo ileg¨ªtima, porque al parecer aqu¨ª cada comarca, cada valle y cada aldea son soberanos sobre sus bosques lo mismo que sobre su agua.
Dicho esto, el titular de Agricultura redonde¨® la faena con una ocurrencia que debi¨® de parecerle ingeniosa: "Me gustar¨ªa que un Gobierno decidiese poner el oso en Collserola. Entonces ver¨ªamos la que se liaba". Seguro que se iba a liar, desde luego, porque por altitud, clima y biotopo, los osos en libertad son tan inviables en Collserola como las jirafas en la sierra del Cad¨ª. Pero, insensateces al margen, el mensaje es claro: hace medio a?o, los barceloneses hurtaban o quer¨ªan hurtar el agua del Ter, del Ebro o del Segre para llenar sus piscinas; ahora esos mismos barceloneses, ecologistas de sal¨®n, quieren el oso pardo en el Pirineo, pero no en los accesos a la Ronda de Dalt. ?Ser¨¢n ego¨ªstas!
A prop¨®sito de osos: el a?o pasado, Yogui y su inseparable Bub¨² fueron los protagonistas de una importante campa?a de promoci¨®n tur¨ªstica del Principado de Asturias. Al parecer, el valle de Aran o el Pallars Sobir¨¤ no necesitan campa?a alguna para que, dentro de poco, decenas de miles de denostados urbanitas metropolitanos vayan a llenarles los hoteles, las pistas de esqu¨ª y las cajas registradoras. Los hay con suerte...
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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