Confianza en la democracia
La elecci¨®n de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos de Am¨¦rica ha devuelto al mundo la confianza en la democracia. Pero la confianza en la democracia es o habr¨ªa de ser, sobre todo, un acto de moderaci¨®n: confiamos en la democracia porque desconfiamos de quienes nos advierten de la inminencia de una destrucci¨®n del mundo y porque no depositamos en la democracia esperanzas mesi¨¢nicas. La Administraci¨®n del presidente Bush no ha sido el apocalipsis, sino una mala administraci¨®n, probablemente p¨¦sima, de los asuntos p¨²blicos. Para bien o para mal, y seguramente para bien, Obama ser¨¢ el nuevo presidente de los Estados Unidos, pero no un redentor. De hecho, su capacidad de acci¨®n ser¨¢ limitada y esa limitaci¨®n est¨¢ fijada de antemano por el texto constitucional y por la tradici¨®n republicana que no reconoce, en el poder ejecutivo, poderes impl¨ªcitos. En su discurso en el Grant Park de Chicago, Obama avanz¨® ret¨®ricamente desde los fundadores hasta Dios, situando en el coraz¨®n de sus palabras las palabras de otro presidente, Abraham Lincoln -uno de los creadores del partido republicano-, que dijo: "Somos amigos". La amistad, como la confianza, es una disposici¨®n a la prudencia, a la moderaci¨®n. Al ampararse en los fundadores, en el presidente Lincoln y en Dios, Obama advierte de que no est¨¢ por encima de ellos. La Constituci¨®n de los Estados Unidos establece las condiciones del poder ejecutivo en el art¨ªculo segundo, mucho m¨¢s breve que el art¨ªculo primero, dedicado a los poderes legislativos, y despu¨¦s del pre¨¢mbulo. Las primeras palabras de la Constituci¨®n americana son, como es sabido, "Nosotros, el pueblo". Obama, como Lincoln, sabe que, en una democracia, la primera persona es siempre plural.
El t¨¦rmino corrupci¨®n empez¨® a usarse en el siglo XVIII para referirse, precisamente, a quienes trataban de situarse por encima de s¨ª mismos o de los dem¨¢s y del cargo que ocupaban. La corrupci¨®n es, esencialmente, una falta de moderaci¨®n y delata, en el pol¨ªtico, su incapacidad para ocupar una funci¨®n en la que la moderaci¨®n es una condici¨®n indispensable. La pol¨ªtica tiene sus reglas, pero esas reglas no son absolutas, sino relativas, porque est¨¢n estrechamente relacionadas con otras reglas, y, en las cosas m¨¢s importantes, subordinadas a leyes superiores o previas. Las reglas, por otra parte, se diferencian de las trampas en que tienen que ser visibles y previsibles: en la pol¨ªtica y en cualquier otro juego o sistema. Un pol¨ªtico que crea que su oficio le permite albergar un secreto profesional est¨¢ profundamente equivocado. En el coraz¨®n del discurso de Obama se encuentra la amistad, que excluye el secreto porque exige la confianza. En un plano estrictamente ¨¦tico, la sensaci¨®n de verg¨¹enza es el gran correctivo de la corrupci¨®n: nos avergonzar¨ªamos de haber tratado de ser superiores a los fundadores, a nuestros amigos o a Dios, porque no lo somos. Precisamente porque no los somos. La verg¨¹enza, como la confianza, fundamenta la ¨¦tica de la democracia.
En un plano estrictamente pol¨ªtico, el gran correctivo de la democracia es la responsabilidad. Ser responsable es ser capaz de responder y, en pol¨ªtica, es decir, en el manejo temporal y en el cuidado de los asuntos p¨²blicos, la pregunta es permanente: "?Qu¨¦ has hecho?" Quienes esperan a que esa pregunta la formule un juez, y relegan as¨ª la depuraci¨®n de responsabilidades a la espera de una sentencia firme, suelen olvidar que quien formula esa pregunta tiene la soberan¨ªa para formularla con antelaci¨®n a la articulaci¨®n de la soberan¨ªa en poderes separados, pero coordinados. "?Qu¨¦ has hecho?", es la pregunta que "nosotros, el pueblo", hacemos a quienes nos representan y a la que tienen que responder quienes nos representan. La confianza se basa en la posibilidad de esa respuesta. No responder es un indicio de corrupci¨®n e induce a la desconfianza. No responder es una se?al de soberbia y de falta de moderaci¨®n. No responder es no tener verg¨¹enza. Un pol¨ªtico tiene que responder.
Obama traz¨® en su discurso una l¨ªnea: al principio est¨¢n los fundadores; en el medio los amigos; al final Dios. Pasado, presente y futuro. Con ello ha advertido tambi¨¦n de su limitada capacidad temporal para hacerse cargo de la presidencia. Un d¨ªa terminar¨¢ lo que ahora empieza. Otro presidente, Franklin Delano Roosevelt, se las arregl¨® para que los ciudadanos le eligieran cuatro veces seguidas, pero esos mismos ciudadanos, o sus sucesores, juzgaron m¨¢s prudente, y con ello mejoraron el texto constitucional, que ning¨²n otro presidente fuera elegido m¨¢s de dos veces. La democracia exige moderaci¨®n. La elecci¨®n de Barack Obama como presidente de Estados Unidos ha devuelto al mundo la confianza en la democracia. La democracia, que no tiene espectadores, tiene representantes. Traicionar¨ªamos la confianza en la democracia si no fu¨¦ramos moderados en nuestras expectativas pol¨ªticas, si no tuvi¨¦ramos verg¨¹enza y no supi¨¦ramos responder a las preguntas que nosotros mismos nos hacemos. Nosotros, el pueblo.
Josep Maria ?ngel Batalla es secretario de Pol¨ªtica Municipal del PSPV-PSOE.
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