Fin del cuento de hadas
Pinchados los globos, retiradas las banderas y barridos los confetis, el nuevo presidente norteamericano se enfrenta con problemas inmensos, si no irresolubles, mayores incluso que su gran victoria. Comienza a disiparse la oleada de emoci¨®n positiva que ha sacudido al mundo en esta hist¨®rica semana con la llegada a la Casa Blanca de una joven familia negra, con dos ni?as -desde Kennedy no hay cr¨ªos corriendo por el Ala Oeste- y nuevo cachorrito incluido. El fabuloso cuento de hadas ha terminado. Y Obama ya no tiene zapatos de cristal ni varita m¨¢gica.
Pero s¨ª tiene prioridades. La primera, sin duda, es reconstruir Am¨¦rica, recuperar la confianza de las clases medias a las que ha prometido rescatar de la crisis. No nos equivoquemos desde Europa, el cambio significativo que muchos esperaban en pol¨ªtica exterior, m¨¢s all¨¢ de un prudente regreso al multilateralismo, lo que no es poco, no va a ser probablemente una urgencia en la agenda de la nueva Administraci¨®n.
Obama sabe ya que no podr¨¢ satisfacer las enormes expectativas que ha suscitado, en su pa¨ªs y en todo el mundo
Un presidente norteamericano no es un gestor o un administrador, es sobre todo un inspirador; se?ala los objetivos, sacude al pa¨ªs cuando es necesario. Casi un predicador. Posee el p¨²lpito de la presidencia. Franklin Roosevelt dijo que la presidencia "es sobre todo un lugar de liderazgo moral". Obama ha demostrado ser bueno en esto. No es un redentor pero s¨ª puede ser un dispensador de esperanza, un sanador. Ha devuelto la autoestima al pa¨ªs y ha limpiado con su victoria la marca USA en todo el mundo. Cabr¨ªa esperar, en contrapartida, que las izquierdas progresistas europeas cedan en su visi¨®n estereotipada de Estados Unidos y, en Espa?a, no se vuelva a confundir a un pa¨ªs con su Administraci¨®n.
Pero hay dolores que no tienen curaci¨®n, ni simple, ni r¨¢pida, ni indolora, como ya Obama se ha apresurado a advertir. Darle la vuelta a la crisis econ¨®mica evitando una profunda recesi¨®n, o restablecer el equilibrio presupuestario, requerir¨ªan a un taumaturgo. No le saldr¨¢n los n¨²meros para realizar una reforma sanitaria completa, ni quiz¨¢s siquiera para reducir impuestos a la clase media acomodada. El jefe de su equipo de transici¨®n le recomienda tomar las decisiones duras cuanto antes. "Defraudar enseguida", como dijo I?aki Gabilondo en la noche electoral.
Obama sabe ya que no podr¨¢ satisfacer las enormes expectativas que ha suscitado, en su pa¨ªs y en todo el mundo. John Kennedy se defini¨® como "un idealista sin ilusiones". No conocemos el grado de idealismo de Obama, pero claro que tiene ilusiones. Aunque probablemente, s¨®lo 72 horas despu¨¦s de ganar, ya no se hace ilusiones sobre lo que no es posible.
No volvamos a equivocarnos. Obama no es un radical, ni un socialdem¨®crata europeo. No firmar¨ªa una ley para posibilitar el matrimonio gay; defiende el derecho a realizar acciones militares preventivas cuando est¨¦n en juego los intereses de Estados Unidos y se reserva la posibilidad de actuar internacionalmente sin cobertura de la ONU; no es contrario a la pena de muerte, ni parece que desee restringir el sacrosanto derecho de sus ciudadanos a tener armas en la mesilla de noche. Colin Powell, republicano, al darle su apoyo le defini¨® bien como "una figura transformadora". Hasta ahora, el 44? presidente de Estados Unidos ha demostrado competencia, calma ante la adversidad, y que valora el cerebro por encima del coraz¨®n. En definitiva, un comportamiento pragm¨¢tico, un rasgo de car¨¢cter que define a la sociedad estadounidense.
Lo que s¨ª ha logrado ya Obama, sin tomar a¨²n ninguna medida, es hacer volver a Am¨¦rica al mundo. Tambi¨¦n ha definido su deseo de recrear "un nuevo patriotismo". Pero la Am¨¦rica que vuelve al mundo no es un pa¨ªs d¨¦bil. A pesar de que asistimos a un nuevo reparto de poder, los EE UU de Obama siguen siendo una gran superpotencia, con una econom¨ªa tres veces m¨¢s grande que la segunda, la japonesa, y un gasto militar mayor que el del resto del mundo acumulado.
Sin embargo, Obama cree en el poder blando de la democracia, del di¨¢logo con los enemigos actuales, de la influencia positiva de los ideales norteamericanos. Pero no volvamos a equivocarnos, ni en Europa, ni en Rusia, ni en Ir¨¢n, Obama es un convencido de que Estados Unidos debe de seguir siendo el pa¨ªs m¨¢s poderoso del mundo, y anuncia la llegada de "un nuevo amanecer del liderazgo estadounidense". Sabe que si no estabiliza la econom¨ªa norteamericana, el pa¨ªs perder¨¢ su papel hegem¨®nico. Mientras tanto, ya ha advertido "a aquellos que quieren derrumbar el mundo: os vamos a vencer".
fgbasterra@gmail.com
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