Dios no es mujer, ni negro, ni Obama
Hace tiempo que Dios es norteamericano, blanco, c¨ªnico, materialista, buscador de oro, o de petr¨®leo. Un blanco que usa armas, invade y mata. Un Dios crecido en una tierra que ha pasado de ser "de so?adores homicidas, a naci¨®n de so?adores asesinos". Seg¨²n esa l¨®gica b¨¢rbara, iletrada, fan¨¢tica y en el poder, "el verdadero norteamericano es un asesino". As¨ª lo se?ala el escritor de Massachusetts, blanco e hijo de proletario, Russell Banks. Su libro sobre la realidad y el imaginario de su tierra, So?ando Am¨¦rica, es la historia de un ciudadano de Estados Unidos que no quiere que las enormes mentiras, que los ideales en nombre del cristianismo, el capitalismo o la civilizaci¨®n, sea una excusa para justificar conquistas, explotaciones y negocios con la fuerza de las armas.
Aquellos africanos secuestrados de sus pa¨ªses, alejados de sus dioses, contribuyeron al nacimiento de una naci¨®n
Ser negro es una met¨¢fora. Hay millones de negros de cualquier color, cualquier raza, cualquier condici¨®n. Llamar sue?o a la justificaci¨®n de la violencia ha sido una pesadilla que la mayor¨ªa de los negros del mundo -descontados los colaboradores/as de Bush, dictadores de pa¨ªses de la negritud, sus esbirros de uniforme, los nost¨¢lgicos de Liberia o los fan¨¢ticos de no importa qu¨¦ color- desean que sea una mentira que acabe con la llegada al poder de un negro llamado Obama. La nueva fe de los negros de Am¨¦rica, de los negros del mundo, de los blancos que tenemos el alma negra, que dudamos de los almarios, de las almas, sin dejar de creer en el soul. Estados Unidos es una tierra mestiza, siempre lo fue, que para su crecimiento como naci¨®n necesit¨® de los negros, aquellos africanos secuestrados de sus pa¨ªses, alejados de sus dioses, de su vida, de su paisaje, que contribuyeron al nacimiento de una naci¨®n. Americanos que son muchos m¨¢s de los que trabajan en el cine, hacen jazz, ganan olimpiadas, meten canastas, mueren en las guerras o son mitos er¨®ticos.
Los negros, y sus compa?eros, pobres blancos, hispanos, orientales o de cualquier lugar, que trabajaron las cadenas de montaje, en los campos, las carreteras, los muelles, las minas, entre jardines o basuras, ellos fueron los verdaderos art¨ªfices del cambio, la riqueza, el poder y la realidad de la sociedad norteamericana. No ten¨ªan el sue?o ego¨ªsta, corrupto y secuestrado de esa parte de una naci¨®n capaz de confundir los m¨²sculos con la inteligencia y aun as¨ª llegar a ser gobernador, presidente, Dios o el diablo.
El mundo seg¨²n Obama me pilla en Tenerife, en Gu¨ªa de Isora, entre pel¨ªculas y realidades que, desde este sur, maravilloso refugio de blancos y ricos, desde hace veinte a?os sabe de la llegada de negros que vienen como pueden, que huyen, que mueren por salir de su mundo. Quieren llegar al sue?o en una patera. Buscan un lugar entre nosotros para so?ar que alg¨²n d¨ªa tambi¨¦n podr¨¢n ser Obama.
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