Toda la provocaci¨®n oculta en un retrato
A finales de mayo de 1897, unos diez d¨ªas despu¨¦s de salir de la prisi¨®n de Reading tras cumplir su condena de dos a?os de trabajos forzados, Oscar Wilde le agradece por carta al famoso caricaturista y escritor Max Beerbohm el env¨ªo de su peque?a f¨¢bula El hip¨®crita feliz: "El reconocimiento impl¨ªcito y aceptado de Dorian Gray en tu relato me da ¨¢nimos. Siempre me ha decepcionado que mi historia no haya sugerido ninguna otra obra de arte a los dem¨¢s, [...] puesto que todas las flores y todas las obras de arte sienten una curiosa simpat¨ªa mutua. Al leer tu sorprendente y para m¨ª muy novedoso relato compruebo, adem¨¢s, la inutilidad de que los carceleros priven a un artista de pluma y tinta. La obra propia prosigue, pese a ello, con arrebatadoras variaciones".
Cauteloso con sus palabras aun escribiendo privadamente, el expresidiario de la celda C 3.3. aprovecha la ocasi¨®n para insistir en la autonom¨ªa moral (o amoralidad) del arte, un criterio que mantuvo invariable en medio de las calamidades, los ataques y el descr¨¦dito social. La cautela era, por lo dem¨¢s, inevitable. Acogido, tras su liberaci¨®n de Reading, s¨®lo por un peque?o grupo de fieles, Wilde viaja a Francia y se instala discretamente en la ciudad normanda de Dieppe, pero ni siquiera all¨ª escapa a la ignominia de su apellido y sus "vergonzosas indecencias"; el propietario del restaurante que sol¨ªa frecuentar le dio a entender que no era un cliente bienvenido, y el escritor acab¨® aloj¨¢ndose en un peque?o hotel del cercano pueblecito costero de Berneval, desde donde escribe a Beerbohm y tambi¨¦n una (perdida o destruida) carta de contrici¨®n a su esposa Constance. Abatido y acuciado por graves problemas econ¨®micos, Wilde morir¨ªa en Par¨ªs en 1900, reci¨¦n cumplidos los 46 a?os, sin poder asistir no ya a la merecida glorificaci¨®n posterior de todo su corpus literario, sino a la realizaci¨®n de ese deseo expresado en la citada carta al amigo: el florecimiento infinito de su obra en otras obras de arte (montajes incontables de sus piezas de teatro, adaptaciones a la ¨®pera y al cine, trascendental relectura contempor¨¢nea de sus ensayos, catecismo universal de sus aforismos, creciente potencia extraliteraria de su figura en t¨¦rminos simb¨®licos, sexuales y hasta sartoriales).
El retrato de Dorian Gray (1890) es la gran ficci¨®n en prosa de Wilde, junto a El retrato de Mr. W. H. (1889). Las dos obras poseen, adem¨¢s del fondo de provocaci¨®n de su argumento, pistas suficientes que permiten una identificaci¨®n entre los personajes de ficci¨®n y la figura de su autor. En el relato, m¨¢s breve y menos novelesco, Wilde establece un paralelismo simb¨®lico entre William Shakespeare, verdadero protagonista ausente, y ¨¦l mismo. Ambos, hombres casados, con dos hijos cada uno de sus matrimonios, y tambi¨¦n, seg¨²n la teor¨ªa que se desarrolla en la nouvelle, enamorados de los muchachos; en el caso de Shakespeare, del impreciso W. H, que habr¨ªa sido, siguiendo con la hip¨®tesis wildeana, el destinatario ( bajo esas dos iniciales enigm¨¢ticas) de la dedicatoria de los sonetos shakesperianos, as¨ª como primer actor joven de su troupe encargado de representar los papeles femeninos, "robado" despu¨¦s para su propia compa?¨ªa y para su lecho por el dramaturgo rival Christopher Marlowe.
Wilde reescribi¨® y ampli¨® El retrato de Mr. W. H. tras su aparici¨®n en la revista Blackwood's, pero su publicaci¨®n en formato libro se fue posponiendo, llegando a desaparecer el manuscrito a la muerte del escritor; fue publicado, por fin, al encontrarse una copia en Estados Unidos, en 1921. Dorian Gray pas¨® por avatares parecidos, aunque con m¨¢s fortuna. Al salir en las p¨¢ginas del mensual Lippincott's recibi¨® una tormenta de invectivas, y su autor, despu¨¦s de polemizar valerosamente en numerosas respuestas a las revistas donde fue tachado de inmoral, se sentir¨ªa obligado, cuando la novela aparece un a?o m¨¢s tarde (1891) en formato libro, a a?adir un prefacio afor¨ªstico a modo de justificaci¨®n del contenido supuestamente disolvente de la obra. M¨¢s que una r¨¦plica o una disculpa, lo que el escritor irland¨¦s pretende, sin embargo, en ese pr¨®logo es confirmar de modo desafiante el pensamiento esteticista que da forma a la novela. Inspir¨¢ndose en el concepto -de origen franc¨¦s- del "arte por el arte", Wilde rechaza el utilitarismo de la obra art¨ªstica, su sometimiento a un programa educativo o edificante, proclamando que "ning¨²n artista tiene simpat¨ªas ¨¦ticas. La simpat¨ªa ¨¦tica en un artista es un imperdonable amaneramiento de estilo".
Con su legendario talento verbal, Wilde se refiri¨® en su momento a El retrato de Dorian Gray con esta ocurrencia: "Me temo que es m¨¢s bien como mi propia vida: todo conversaci¨®n y nada de acci¨®n". La boutade no le hace completa justicia al libro. Se habla en efecto mucho en sus p¨¢ginas, y algo de portavoces m¨¢s que de personajes tienen sus tres protagonistas, el juicioso pintor Basil Hallward, el refinado e infelizmente casado Lord Henry Wotton y el hermoso e implacable dandi Dorian, a quien el primero pinta y el segundo ama. Pero m¨¢s all¨¢ de la afirmaci¨®n de un credo est¨¦tico y de las numerosas citas literarias, pict¨®ricas y musicales de la novela, hay en ella trama y drama, pudi¨¦ndose en cierto modo hablar de relato g¨®tico sobre la inocencia y la corrupci¨®n.
"Basil Hallward es quien yo creo ser; Lord Henry, quien los dem¨¢s piensan que soy; Dorian, quien me gustar¨ªa ser en otras ¨¦pocas". Esta confesi¨®n que Wilde le hizo por carta a un amigo se?ala con cierta desfachatez la maligna voluntad de transgresi¨®n del autor de El abanico de Lady Windermere, ya que el personaje central de El retrato de Dorian Gray es un asesino est¨¦tico, un perseguidor a ultranza de la belleza, insensible al da?o que en su b¨²squeda pueda causar a los dem¨¢s. As¨ª, Dorian mata sin remordimientos a Basil, el pintor de su retrato, que le ha abrumado con sus amonestaciones y buenos consejos, y una vez ha consumado el crimen, tranquilamente se sienta a desayunar, se viste con esmero, lee un rato, contesta el correo y saca de su nutrida biblioteca un volumen al azar: los decadentes poemas simbolistas de Th¨¦ophile Gautier.
La poes¨ªa aparece ligada a otro momento posterior -tambi¨¦n dram¨¢ticamente resuelto- de la vida del propio Oscar. La aparici¨®n de El retrato de Dorian Gray no s¨®lo provoc¨® insultos y descalificaciones; el libro hizo aumentar en los c¨ªrculos "cultos" m¨¢s exigentes la adoraci¨®n por Wilde, y notables escritores j¨®venes le dedicaron semblanzas y glosas entusiastas. Uno de ellos, el muy estimable poeta Lionel Johnson, le homenaje¨® en rimbombante y un tanto macarr¨®nico lat¨ªn: "Cuanto m¨¢s siniestro su esp¨ªritu / m¨¢s radiante su rostro", dice del escritor admirado, atribuy¨¦ndole una sesgada capacidad amorosa: "Ama ¨¢vidamente extra?os / amores, y, con fiera belleza, / arranca extra?as flores". Dos meses despu¨¦s de la publicaci¨®n de la novela, Lionel Johnson le presenta a Wilde a un joven primo suyo que, en un arrebato, acababa de leer El retrato de Dorian Gray 14 veces seguidas. Era el futuro lord Alfred Douglas, y ah¨ª empez¨® a adquirir colores y rasgos mef¨ªticos el rostro de Oscar Wilde.
Despu¨¦s de una larga y variada floraci¨®n -p¨®stuma, por supuesto- en el teatro y en el cine, El retrato de Dorian Gray reaparece ahora realzado por unas im¨¢genes de rara hermosura y hasta por una m¨²sica adecuada en un libro singular que sigue la senda, yo dir¨ªa que ¨²nica en nuestro pa¨ªs, de las ediciones "iluminadas" de textos cl¨¢sicos y contempor¨¢neos llevadas a cabo por C¨ªrculo de Lectores/Galaxia Gutenberg. A menudo audaces en la elecci¨®n de los artistas que acompa?an a los distintos autores literarios, en esta ocasi¨®n el editor ha apostado con gran arrojo y gran acierto por MP & MP Rosado, dos hermanos artistas nacidos en 1971 y ya plenamente reconocidos. Los Rosado tienen su enrarecido mundo propio, y nadie espere de sus l¨¢minas el correlato naturalista del libro, los fondos victorianos, el arma del suicidio y el arma del crimen; tampoco una versi¨®n en t¨¦cnica mixta del retrato degenerado del bello Dorian. Y, sin embargo, a su modo, al esfumado "modo rosado", Wilde aparece en esas im¨¢genes de MP & MP elocuentemente transubstanciado, le¨ªdo, desle¨ªdo, desarmado y revestido con una poes¨ªa de invenci¨®n que, aun en los destellos m¨¢s inesperados o anacr¨®nicos, nunca es caprichosa. Sombras en danza, luces de candilejas, subsuelos, un muestrario completo (pero ajado) de guardarrop¨ªa para fantasmas. "Las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros". La esencia inquietante de ese verso del Lorca de Poeta en Nueva York est¨¢ en la mirada aviesa y penetrante que los hermanos Rosado dirigen al marco de un cuadro perverso y al color peligroso de un ¨¢ngel con demonio.
'El retrato de Dorian Gray', ilustrado por MP & MP Rosado, est¨¢ publicado por Galaxia Gutenberg/C¨ªrculo de Lectores).
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