Como en los viejos tiempos
Barry Harris y Dianne Reeves, cara y cruz de una noche at¨ªpica en el Real
Parece que no, pero existe una diferencia entre escuchar a un m¨²sico de jazz en su h¨¢bitat natural, el club de jazz, y escuchar a este mismo aupado a un escenario tan prosopop¨¦yico como el madrile?o Teatro Real.
Hay a quien le gusta m¨¢s el club y quien prefiere la sala de conciertos. Barry Harris, pianista de jazz, lleva una vida recorriendo unos lugares y otros, los antros de mala muerte y peor gin tonic, y los coliseos que hace nada estaban vetados a los que son como ¨¦l. Es uno de los ¨²ltimos int¨¦rpretes en activo que a¨²n puede decirlo: "Yo toqu¨¦ con Charlie Parker". Un bopper de pura cepa, de los que ya no quedan, porque todos los dem¨¢s han muerto.
Harris hizo su aparici¨®n sobre el escenario del Real y, sorpresa, junto a ¨¦l estaba Chuck Israels, nada menos, tocando el contrabajo; y un percusionista cuyo nombre no lleg¨® a o¨ªdos de quien suscribe (perd¨®n) que hubo de pasar de puntillas sobre una bater¨ªa de porcelanosa, que el Real es muy suyo para esto de las bater¨ªas: si la bater¨ªa suena, no suena el piano, y viceversa.
El piano, lo que se dice sonar, son¨® m¨¢s bien poco, aun as¨ª, pudimos intuir versiones primorosas y notablemente concisas de Ruby my dear, de Thelonious Monk; My romance (momento de lucimiento para Israels), A time for Love (Harris en solo) y algo que sus autores improvisados dieron en llamar 1, 2, 3, 4 y no corresponde a pieza conocida alguna puesto que fue creada in situ por el tr¨ªo a partir de los requerimientos del respetable.
Esto fue antes de que al vetusto jazzista se le ocurriera poner al auditorio a batir palmas y hacerle los coros, con bastante poco ¨¦xito: las palmas, fuera de tiempo, y de cantar, poco y menos: "?ste no se ha enterado d¨®nde est¨¢". Palabra de un conocido aficionado a la salida.
Tiempo para el siempre tedioso cambio de instrumentos, y aqu¨ª est¨¢ Dianne Reeves, artista conocida por un doble motivo: su participaci¨®n en la pel¨ªcula Buenas noches, y buena suerte, y por haber trabajado bajo las ¨®rdenes del bello George Clooney en la susodicha. Ocurre que, tambi¨¦n, es una cantante de jazz, y de las buenas. En esencia, Dianne canta como lo hac¨ªan las divas del pasado, Sarah Vaughan o Ella Fitzgerald, quien, por cierto, cant¨® en este mismo coliseo en tiempos del general Palafox, m¨¢s o menos.
Como no queda viva ninguna de las originales, el personal que no las escuch¨® en su momento se queda con ella, y tan contento. En su recital de ayer, Reeves cant¨® como siempre: estupendamente. Una voz, la suya, cristalina y potente, como debe ser. Su repertorio no se anda a la zaga, una mezcla de los habituales est¨¢ndares y el punto de bossa nova que nunca falta. El broche final perfecto para una sesi¨®n de jazz al viejo estilo.
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