Miguel N¨²?ez, veterano de las c¨¢rceles franquistas
Fundador del PSUC, pas¨® 17 a?os en prisiones de la dictadura
Estren¨® su experiencia penitenciaria en el Madrid de 1939. Con apenas 18 a?os, el comunista Miguel N¨²?ez (Madrid, 1920) inaugur¨® su paso por las c¨¢rceles franquistas: 17 a?os en total. Fue un madrile?o-catal¨¢n: fundador de las Juventudes Socialistas Unificadas, en marzo de 1936, y cuatro meses despu¨¦s del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC). Todo ello convirti¨® a N¨²?ez en un icono para las generaciones de antifranquistas de izquierda en Catalu?a. Para morir -sucedi¨® el pasado mi¨¦rcoles de un enfisema pulmonar- prefiri¨® Barcelona. Contaba a sus amigos el temor de que su Madrid natal pusiese barreras a los deseos de extinguir su vida cuando ya no le resultara razonablemente soportable.
Uno de los episodios que rememoraba este hombre -condenado a muerte y salvajemente torturado en varias ocasiones- era el de su paso por el penal de Oca?a (Toledo), donde el cura participaba en las palizas a los presos y gustaba de dar el tiro de gracia tras las ejecuciones. En ese presidio coincidi¨® brevemente con el poeta y gran experto taurino Miguel Hern¨¢ndez. Ya estaba muy debilitado, pero el poeta de Orihuela sac¨® fuerzas de flaqueza para retratar a ese sacerdote que confund¨ªa el humo de la p¨®lvora con el del incienso: "La luna lo ve¨ªa y se tapaba / por no fijar su mirada / en el libro, en la cruz / y en la Star ya descargada. / M¨¢s negro que la noche / menos negro que su alma / cura verdugo de Oca?a".
La sombra de esa Espa?a negra acompa?¨® durante muchos a?os a Miguel N¨²?ez. Tambi¨¦n convivi¨® con la cotidianidad aplastante del estalinismo, los a?os de plomo del comunismo espa?ol, de "traidores titistas" (en referencia al l¨ªder comunista yugoslavo Josip Broz, Tito). Quiz¨¢s por eso previno en sus memorias contra aquellos que se atribuyen en nombre de los partidos o las ideolog¨ªas la facultad de juzgar a los dem¨¢s y el derecho a no ser juzgados. "Nunca quise saber nada de las guerras intestinas", asegur¨®, y ello llev¨® consigo "que tuviera m¨¢s simpat¨ªas que cargos; es decir, poco poder en el seno del partido".
Aprendi¨® de los matices con sus enemigos. Un guardia en Madrid se ofreci¨® a ayudarle a enviar una nota a sus padres cuando los falangistas decidieron entregar sus ropas ensangrentadas a su familia en su primera detenci¨®n al t¨¦rmino de la Guerra Civil. Ah¨ª comenz¨® a madurar su idea de que la compasi¨®n florece en p¨¢ramos inmisericordes.
Otro episodio similar lo vivi¨® en 1958 en la Jefatura Superior de Polic¨ªa de Barcelona. Hab¨ªa sido detenido por pura casualidad. Nadie ten¨ªa noticia de ello. Lo interrog¨® el temible comisario Antonio Juan Creix. Estuvo colgado durante varios d¨ªas de una esposa en una tuber¨ªa. Su hombro estaba dislocado. All¨ª, unos polic¨ªas, viendo el espect¨¢culo dantesco, se prestaron a hacer una gesti¨®n. A los dos d¨ªas, Radio Londres y Radio Par¨ªs daban noticia de su detenci¨®n y, por tanto, el mundo exterior sab¨ªa que estaba en manos de la polic¨ªa.
Los matices, sin embargo, no le impidieron que en la reedici¨®n de sus memorias -La revoluci¨®n y el deseo- acompa?ara el texto de las fotos de quienes fueron sus torturadores. Junto a ellos, su fe en la humanidad y sus sue?os rotos por esa revoluci¨®n que el estalinismo prostituy¨® a edad temprana.
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