Insensibilidad judicial
El pasado mi¨¦rcoles recib¨ª un correo en el que un grupo de amigos de Luis Garc¨ªa Montero me invitaba a sumarme a un comunicado que hab¨ªan dado en su favor con motivo de su condena por un delito de injurias. No contest¨¦, estaba de viaje. S¨ª lo hice al siguiente d¨ªa. Pues, bien, en estos d¨ªas que han transcurrido he sabido que este poeta, catedr¨¢tico de Literatura en la Universidad de Granada, ha decidido pedir la excedencia y no recurrir la sentencia. Son decisiones personales y gusten o no es el afectado quien tiene que decidir si quiere seguir unido a la Universidad de Granada y recurrir su condena.
Es m¨¢s, despu¨¦s de tantos a?os conviviendo entre envidias, puede ser que lo m¨¢s saludable sea el alejamiento y pasar un poco de todo. No obstante, y me sumo tambi¨¦n a las voces de algunos juristas, entiendo que se debe intentar que esta sentencia no gane firmeza. No tanto por la defensa del derecho a la libertad de expresi¨®n, que no est¨¢ en tela de juicio, ya que sus l¨ªmites, si los tiene, los establece el Tribunal Constitucional y no un juez ordinario que se limita a aplicar su doctrina, siempre que la entienda, y sus resoluciones no crean doctrina constitucional ni jurisprudencial. No es por esta raz¨®n -que tambi¨¦n- por la que tambi¨¦n le invito a recurrir, sino porque la sociedad no puede aceptar sin m¨¢s que una persona resulte condenada por injurias por acalorarse en la defensa de Federico Garc¨ªa Lorca. No se comprende. Lorca es un poeta universal que fue asesinado por el fascismo y por los fascistas. Que ahora resulte que llamar perturbado a quien manifieste lo contrario es causa de condena no se puede entender aunque se fundamente en derecho.
Es una de las razones por las que no s¨®lo me sumo a este grupo de amigos solidarios con Garc¨ªa Montero sino tambi¨¦n a la petici¨®n de recurrir la sentencia. Hay otras, y algunas dan miedo. Miedo que algunas personas con ese af¨¢n de tomar lo est¨²pido y lo falso como real puedan, al rebufo de esta sentencia, terminar diciendo que Lorca era un fascista y los perturbados somos los dem¨¢s. Si las pol¨ªticas de algunos estados niegan el Holocausto (Ir¨¢n) o no lo ense?an en los colegios no hay por qu¨¦ pensar que no pueda interpretarse que en alguna manera defiende a aquellos que denigran el pensamiento y la obra de Lorca. Es muy peligroso porque ti?en de veracidad, o puede pensarse, bestialidades que intentan transformar la Historia, por lo que los amantes de esta metamorfosis pueden acabar creando una escuela de perturbados e idiotas que terminen negando el fascismo en Espa?a; sus asesinatos y el de este poeta universal.
Es el riesgo que, a veces, se sufre con algunas sentencias que s¨®lo miran el ombligo de la ley y tratan de explicar los estilos literarios y enfrentamientos de G¨®ngora, Quevedo, Cervantes, cuando lo que hacen es reflejar una pedanter¨ªa y una frivolidad que se califican solas. En cualquier caso, el recurso por ¨¦stas y otras razones deber¨ªa interponerse sin duda alguna. La justicia, los jueces en general, est¨¢n obligados a interpretar y aplicar la ley y no dispersarse en ella o en la literatura y, sobre todo, no deber¨ªan bajo su paraguas perder el sentido de la realidad hist¨®rica, de la sensibilidad social y de la justicia de sentido com¨²n.
Ni en Chile, ni en el resto del mundo, salvo para sus adoradores, se puede decir impunemente que Pinochet no fue un asesino. Ni en Granada ni en Espa?a, ni en todos los sitios, se deber¨ªa consentir que en la universidad pueda decirse impunemente que Garc¨ªa Lorca fue un fascista cuando fue asesinado por los fascistas. A veces, incluso en delitos de naturaleza privada, se echa de menos el sistema constitucional del jurado para que manifieste si es delito de injurias llamar perturbados a quienes llaman fascista a Lorca o, sencillamente, es lo menos que se les puede decir.
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