"Hagamos lo que hagamos siempre somos los malos"
Los trabajadores defienden su labor en las salas
David es uno de esos tipos a los que es mejor no cabrear. Metro noventa, 92 kilos, ex profesor de kick boxing y aficionado al full contact. Un armario ropero con abrigo negro y pinganillo en la oreja que controla con gesto p¨¦treo la entrada a la discoteca Ohm, en la plaza de Callao. Si quisiera, podr¨ªa hacer mucha pupa. Y lo sabe, claro. Pero ¨¦l es "un profesional". Est¨¢ en la puerta para seleccionar clientela, para filtrar a los que van a dar problemas dentro, para dejar claro que "est¨¢ cerrado" significa que est¨¢ cerrado. ?l no es como esos "ni?atos de gimnasio que ponen en una puerta y se creen los amos". Que los hay. "Pero no todos somos unos descerebrados", protesta.
El homicidio de ?lvaro Uss¨ªa ha puesto a los puertas, entre 6.000 y 8.000 en la regi¨®n seg¨²n la Asociaci¨®n Nacional de Porteros Profesionales, en el punto de mira. ?Son violentos? ?Se exceden en sus funciones? "Yo tengo una norma: si no me tocan, yo no toco. Pero si me tocan...". La frase de David queda en suspenso. Despu¨¦s la aclara: "A veces, o pegas o te pegan. Es el ¨²nico idioma que entienden los que van hasta arriba de alcohol o de drogas". Ha tenido 11 juicios de faltas en un a?o. Asegura que los ha ganado todos. "Aguantamos mucho m¨¢s de lo que piensa la gente. Insultos, amenazas, provocaciones...". Le acaba de salir otro juicio. En la pantalla del m¨®vil muestra por qu¨¦. En la foto aparece con la cara hinchada. Cuenta que una noche resbal¨®, cay¨® y un chaval le dio una patada en la boca. Suerte que pasaba por all¨ª una patrulla.
"S¨®lo pido que me traten bien al p¨²blico", dice el due?o de un local
Dentro de unos meses, los porteros madrile?os, hoy en un limbo legal, van a tener que pasar un examen para ejercer."Mira lo que nos han dejado aqu¨ª los camareros", dicen con guasa los dos porteros del pub La V¨ªa L¨¢ctea, en Malasa?a. Son unas hojas dobladas escritas a mano: "Histruziones pa ser hun poltero titulao". Lo publica, tambi¨¦n de co?a, "Ediciones Aguirre". No tienen muy claro que el decreto vaya a servir para algo. "Es un parche a ra¨ªz de lo que ha pasado. No tiene sentido que no nos den potestades de seguridad. Si estamos precisamente para eso", razona Jos¨¦, de 32 a?os y funcionario en horario diurno. Ellos est¨¢n contratados por la sala. Todo en regla.
Pero no siempre es as¨ª. Una pr¨¢ctica muy extendida es pagar bajo cuerda, sin contrato. "Te puedes sacar 70 u 80 euros a la noche, dependiendo de la sala, de si te conocen...", dice Abraham Redondo, de 28 a?os. Es espigado y el traje negro le hace a¨²n m¨¢s delgado. A priori no responde al prototipo, pero sabe artes marciales y es gerente en un gimnasio durante el d¨ªa. Hace cinco a?os que vigila puertas, s¨®lo por dinero. Redondo forma parte de una cuadrilla de porteros, con un jefe que les coloca en distintas salas en funci¨®n de las necesidades. Esa noche custodia la discoteca Nature, en la zona de Bilbao, con una sesi¨®n dedicada a j¨®venes. ?l, como todos, identifica dos problemas b¨¢sicos en la noche: el alcohol y las drogas. En su sector, dice, "sale mierda por todas partes". "Pero no vas pegando a la gente porque s¨ª". Habla de su segundo trabajo, el de portero, con mucha seriedad. "Es un curro inseguro, mi familia lo sabe y se preocupa", dice. Y podr¨ªa relatar miles de situaciones dif¨ªciles que ha vivido. Elige una, que le pas¨® hace dos semanas. "Llega un se?or de unos 50 a?os dando tumbos, acompa?ado de un chaval joven. Cuando le digo que no puede pasar, se enfada, empieza a gritarme 't¨² no sabes qui¨¦n soy yo, chaval' y amenaza con darme dos hostias".
Al final, asegura, resulta ser un inspector jefe jubilado, con una navaja. Y el jovencito, un chapero. "Si ese tipo me llega a pegar y le pego yo a ¨¦l, ?qu¨¦ hubiera salido en la prensa?", se pregunta. Y a?ade: "Para parar a esa gente no puedes ser un ni?o bueno. Pero hagamos lo que hagamos siempre somos los malos".
Para muchos porteros, el sambenito de agresivo es otro de sus problemas. "?Cu¨¢ntas costillas he roto yo?". Daniel S., de 30 a?os, de origen rumano, lleva seis a?os con el transmisor-receptor en el bolsillo. "Cinco o seis veces me han puesto una pistola en la cabeza", asegura. Nadie lo dir¨ªa. Su apariencia es de lo m¨¢s intimidatoria: alto, cuadrado, con la cabeza rapada. "Yo no voy a dejar esto por miedo. Si tengo que morir, morir¨¦", dice con gravedad. Una vez, sigue, "me atropellaron por no dejar a entrar a unos tipos en La Riviera". Unas horas despu¨¦s, un compatriota suyo que estaba tambi¨¦n ese d¨ªa, matiza: "casi" les atropella un conductor marcha atr¨¢s.
Cinco porteros de una sala con arraigo en la capital ven su profesi¨®n con menos dramatismo. Admiten que hay gente poco profesional en las puertas. "El reglamento va a servir para limpiar y para identificar a qui¨¦n se dedica a esto", razona el m¨¢s veterano. "Pero poco m¨¢s", dice. Jes¨²s Antonio Hern¨¢ndez, de 28 a?os, propietario de una sala latina, dice que cuando sea obligatorio pedir¨¢ el carn¨¦ a sus porteros. Por ahora s¨®lo les pide un requisito: "Que me traten bien al p¨²blico".
Como Spas Antansov, de 33 a?os, que trabajaba el viernes por la noche en su sala. Vino de Bulgaria hace cinco a?os, donde trabajaba de soldador. Aqu¨ª es "encargado de obra" de d¨ªa, portero de noche. Defiende que con un "por favor" y "nervios de acero" las cosas salen siempre bien. "Algunas veces te llevas un guantazo y te insultan", reconoce. Pero nada grave. "Si respetas, te respetan". ?l no se machaca a pesas. Un poquito de pimp¨®n y de f¨²tbol, a lo m¨¢s. No sale, no bebe. "Prefiero ir a comer fuera los domingos, jugar a la PlayStation y al ajedrez, pero s¨®lo con buenos contrincantes, de los que se puede aprender".
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