Los nuevos y viejos Celtics
Como cualquier chico blanco de ciudad peque?a que se precie, crec¨ª animando a los Celtics de Boston. Larry Bird acaparaba gran parte de mi cari?o. Pero tampoco es que el resto de mi amor fuera despreciable. Los Celtics me gustaban adem¨¢s porque era un espect¨¢culo verlos jugar. Nunca pens¨¦ que volver¨ªa a disfrutar viendo a los Celtics, sobre todo porque no me pod¨ªa imaginar que volver¨ªa a ver con regularidad partidos de baloncesto profesional. Digamos que, igual que un perrero no ve v¨ªdeos de gente que se dedique a recoger perros, yo no veo demasiado baloncesto. Pero entonces se produjo un aut¨¦ntico torbellino de acontecimientos.
1. Pas¨¦ tres semanas con Kevin Garnett en unos entrenamientos junto a los Timberwolves de Minnesota. Y durante mi estancia creci¨® en m¨ª un sorprendente y profundo respecto hacia su persona.
2. Kevin Garnett fue traspasado a los Celtics de Boston.
3. Deadspin.com me propuso que escribiera sobre las finales de la NBA en 2008.
4. Despu¨¦s de pasar un a?o en la isla de Menorca (un a?o desconectado completamente de la NBA), pens¨¦ que ser¨ªa interesante ver c¨®mo se las apa?aba Garnett para enderezar a una franquicia en horas bajas y acept¨¦.
No era f¨¢cil ver una retransmisi¨®n de las finales. Creo que vi un partido y medio. Pero con eso bast¨® para darme cuenta de que los nuevos Celtics se parec¨ªan m¨¢s a los Celtics de antes de lo que me pod¨ªa imaginar. Verlos jugar era realmente un espect¨¢culo.
Realista como siempre (habr¨¢ quien diga semipesimista), di por sentado que el efecto de cualquier bicho que les hubiera picado a los Celtics no tardar¨ªa en desaparecer. Pensaba que los egos se inflar¨ªan y hasta Garnett, a pesar de tener una fuerte personalidad, acabar¨ªa impregn¨¢ndose de la inmundicia ego¨ªsta que caracteriza a la NBA. Pero me equivoqu¨¦. Me hice con el final de una reciente paliza de los Celtics y no pod¨ªa creerme lo que estaba viendo. Los titulares, en el banquillo; los reservas, en la pista. Los titulares, de pie; los reservas, pasando. Los titulares, animando; los reservas, sonriendo. Era lo que siempre he imaginado que podr¨ªa ser el baloncesto.
Yo he jugado minutos de la basura en la NBA. Por lo general, no son como para volverte loco de alegr¨ªa. S¨¦ por experiencia que cualquiera que est¨¦ en la cancha contigo ve ese rato de tres o cinco minutos, o de un segundo y medio, como una oportunidad para impresionar. En mi debut, en un partido absolutamente intrascendente entre Atlanta Hawks y Milwaukee Bucks, Dan Dickau pas¨® de m¨ª, aunque vio que estaba debajo de la canasta, ante lo que habr¨ªan sido mis dos primeros puntos, para lanzar uno de sus cl¨¢sicos tiros en suspensi¨®n delante de dos jugadores mucho m¨¢s grandes que ¨¦l. Fue un tiro tan malo que hasta sus padres hicieron un gesto de dolor. Las animadoras se echaron a llorar. Los entrenadores se dieron la vuelta indignados. El chicle perdi¨® su sabor. Los cachorritos se mor¨ªan. Las norias dejaron de girar. No es que yo siga enfadado.
Los Celtics son diferentes y precisamente por eso me encantan, del mismo modo que un especialista en fertilidad ama al cigoto que tiene la posibilidad de implantarse. Quiero ser optimista sobre la posibilidad de que surja una nueva NBA, pero no quiero ser gafe.
De modo que no ve¨¢is jugar a los Celtics. Vamos a no cont¨¢rselo a nadie y a lo mejor un d¨ªa nace un beb¨¦ NBA con el que a todos se nos caer¨¢ la baba. Eso s¨ª, crucemos los dedos para que no se parezca a Sam Cassell.
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