En la guarida de M¨²qtada al S¨¢der
EL PA?S entra con las patrullas de EE UU en el feudo de los chi¨ªes radicales en Bagdad
Ciudad S¨¢der se halla dividida por un muro de hormig¨®n de cuatro kil¨®metros de largo y tres metros de alto. Aunque est¨¢ pintado de azul, los norteamericanos lo llaman la pared de oro. Separa el norte, donde patrullan el Ej¨¦rcito y la polic¨ªa iraqu¨ªes, del tercio sur, donde se mueven las tropas estadounidenses. Hay cinco pasos fronterizos. En ellos se buscan armas y explosivos. Este arrabal donde viven m¨¢s de dos millones, casi todos chi¨ªes y pobres, tiene otros muros laterales que dificultan el contacto con barrios de mayor¨ªa sun¨ª, como Ahdamiyah. Ciudad S¨¢der es la base pol¨ªtica y militar del cl¨¦rigo M¨²qtada al S¨¢der, opuesto a la presencia de tropas extranjeras, a las que ha combatido en tres ocasiones, la ¨²ltima en marzo de 2008.
Miles de banderas negras en las casas indican la fuerza del Ej¨¦rcito del Mahdi
En Camp Sader, la base encargada de vigilar el barrio m¨¢s problem¨¢tico de Bagdad, el teniente Gordon Bostick, da las ¨²ltimas ¨®rdenes a sus hombres antes de la patrulla. Su misi¨®n es visitar uno de los cinco pasos del muro y supervisar el trabajo de las fuerzas de seguridad iraqu¨ªes. Pero en ese puesto apenas hay media docena de personas, cada una con un tipo de uniforme y arma, y pinta de escasa eficacia. Saleh Salagh es el jefe. Sostiene que no hay problemas aunque les disparan casi todas las noches. "M¨²qtada ha perdido mucho apoyo, ahora la gente ha perdido el miedo y colaborar¨¢ con nosotros".
En marzo, el cl¨¦rigo que trata de emular al Hezbol¨¢ liban¨¦s y construir un Estado dentro del Estado, lanz¨® un ataque contra el Ej¨¦rcito iraqu¨ª en Basora y Ciudad S¨¢der, al que arroll¨® en un primer instante. El apoyo norteamericano y dos meses de lucha, visible en muchas paredes, le obligaron a firmar un acuerdo y renunciar a la lucha armada. Su Ej¨¦rcito del Mahdi no fue disuelto, s¨®lo dormido a la espera de la retirada estadounidense. Las miles de banderas negras que ondean sobre las casas al norte del muro atestiguan su fuerza. El peligro permanece.
El coronel John Hort, jefe del III Batall¨®n de la IV Divisi¨®n, encargado de esta zona, asegura que en el levantamiento de marzo Al S¨¢der se enajen¨® la antipat¨ªa popular porque su gente requisaba bienes a los civiles. "Su capacidad militar ha sido sustancialmente reducida, igual que la de Ir¨¢n de suministrarle armas".
En el mercado de Jamala, el m¨¢s importante de Ciudad S¨¢der, los vendedores apenas miran a las tropas estadounidenses, que rodilla en tierra y arma en el hombro vigilan los edificios colindantes. Su falta de curiosidad esconde desd¨¦n, quiz¨¢ odio. S¨®lo los ni?os parecen vivir el despliegue como una pel¨ªcula b¨¦lica y saludan a los soldados convertidos en actores.
En el despacho del coronel Hort, cuyo mobiliario procede de uno de los palacios de Sadam Husein, hay unos enormes mapas. En uno se leen tres nombres: Al Dura, Kata'in Hezbol¨¢ y Asain Ah¨ª al Hagq. "Son los llamados grupos especiales, en teor¨ªa desligados del Mahdi. En realidad se trata de organizaciones mafiosas dedicadas al secuestro, la extorsi¨®n y el ataque contra las tropas de la coalici¨®n. Son muy peligrosos. El mercado de Jamala era su centro de financiaci¨®n, que ahora ha sido desmantelado", explica el militar.
Bostick desea efectuar registros en unas casas seleccionadas. Hamza, un polic¨ªa militar iraqu¨ª que se ha hecho con un casco estadounidense de segunda mano, pone cara de pereza. "Buscamos pistas, preguntamos a sus due?os y tratamos de ganarnos su confianza". Uno de los objetivos es conocer el paradero de un joven de los grupos especiales llamado Al¨ª M, pero nadie sabe nada, nadie conoce a nadie. Todos parecen mentir. "A partir del 1 de enero caducan las causas pendientes. S¨®lo esperan a que llegue el d¨ªa para regresar", afirma otro teniente.
A M¨²qtada al S¨¢der no le gusta el acuerdo de seguridad y exige la salida inmediata de las fuerzas ocupantes, como las llama desde 2003. Bostick asegura que el cl¨¦rigo dio ¨®rdenes hace una semana para que se reanuden los ataques contra las tropas extranjeras. "Una prueba de su debilidad es que no ha pasado nada, la gente esta harta", dice. Las normas del empotramiento impiden al periodista separarse de las tropas que acompa?a y hablar con la gente, pero esta parte del sur de Ciudad S¨¢der sigue siendo pobre, ind¨®mita y repleta de basura, como siempre.
Si los puestos de control del muro fueran la prueba de la preparaci¨®n de las fuerzas de seguridad iraqu¨ªes, los estadounidenses tendr¨ªan que quedarse d¨¦cadas. "Creo que nuestra retirada de Irak estar¨¢ m¨¢s cerca del calendario de los 36 meses que de los 16", comenta un oficial que pide el anonimato. "La victoria sobre Al S¨¢der ha dado mucha confianza al Ej¨¦rcito iraqu¨ª. Desde que el Gobierno de [Nuri al] Maliki ha permitido el regreso de muchos militares de la ¨¦poca de Sadam, son mucho m¨¢s profesionales. El cambio ha sido enorme en un a?o", a?ade.
En la ¨²ltima casa que registra Bostick tras pedir permiso a los due?os, vive una familia kurda. Una rareza en Ciudad S¨¢der. Su hijo lleva una camiseta del Bar?a, un equipo muy popular por estos lares. Dice que la seguridad en el tercio de Ciudad S¨¢der patrullado por los estadounidenses es buena y que los ni?os pueden ir al colegio sin miedo a los secuestros y a los disparos. Al despedirse, ofrece a los soldados un dulce llamado Sahun, t¨ªpico de Ir¨¢n. "Es muy bueno aunque s¨¦ que a ustedes no les gustan los iran¨ªes", exclama.
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