La venganza de los Hijos de Irak
Antiguos insurgentes sun¨ªes combaten a Al Qaeda junto a las tropas de EE UU
"Nosotros no vemos al enemigo, ellos s¨ª", asegura el coronel John Hort, jefe del III Batall¨®n de la IV Divisi¨®n de Infanter¨ªa de EE UU, responsable de Ciudad S¨¢der y Adhamiya, dos de los barrios m¨¢s complicados de Bagdad. Se refiere al movimiento Shawa, el Despertar, rebautizado por los estadounidenses como los Hijos de Irak. Sus milicias han jugado un papel esencial en el combate a Al Qaeda y en la mejora de la seguridad.
De atentar contra las tropas extranjeras han pasado a colaborar con ellas a cambio de un sueldo de 300 d¨®lares (240 euros) mensuales. Los brutales atentados de la organizaci¨®n de Abu Musab al Zarqaui y su visi¨®n extremista del islam desataron la inquina de las tribus sun¨ªes de la provincia de Al Anbar.
"Somos del barrio y sabemos qui¨¦nes son los malos", dice un jefe de la milicia
El general David Petraeus, experto en contrainsurgencia y responsable de las tropas de EE UU en Irak desde principios de 2007 hasta septiembre pasado, aprovech¨® la situaci¨®n tras la muerte de Al Zarqaui, en junio de 2006, causada por un misil estadounidense, para ganarse a los jefes tribales y a sus milicias. "Su acierto fue aceptar que coexist¨ªan dos insurgencias, una nacional, con la que pod¨ªamos negociar, y otra extranjera y radical, con la que nos enfrentamos tambi¨¦n en Afganist¨¢n", dice un oficial de EE UU.
A Petraeus le cost¨® convencer a sus jefes en Washington de que gastar dinero en su plan era una buena idea: 16 millones de d¨®lares mensuales en salarios para los cerca de 90.000 Hijos de Irak, el 80% de ellos sun¨ªes, seg¨²n cifras de 2008. Los resultados sobre el campo de batalla le dieron la raz¨®n. Ahora, empieza a exportar su receta a Afganist¨¢n y al norte de Pakist¨¢n: hallar aliados locales que sepan ver al enemigo.
En casa de Oday Jihad hay una reuni¨®n de notables. El que fuera jefe de los Hijos de Irak de Adhamiya sur, los recibe con los besos rituales en el hombro de la chilaba y los hace pasar al diwan. Oday est¨¢ irritado y as¨ª se lo explica a los estadounidenses porque el Gobierno le ha destituido. Dispar¨® en la pierna a un rival y fue encarcelado. "Es un buen tipo que nos ha ayudado mucho, pero no se puede ir por ah¨ª disparando a la gente. Tratamos de conservar su cooperaci¨®n, pero quien comete un error tiene que pagar el precio", dice el capit¨¢n Tad Slatter.
Al Gobierno del chi¨ª Nuri al Maliki no le agradan las milicias del Despertar, las considera un problema potencial tras la retirada norteamericana. Tambi¨¦n abundan los cr¨ªticos en EE UU que acusan a Petraeus de haber comprado la insurgencia sun¨ª. Pero nadie niega que los Hijos de Irak han dejado a Al Qaeda contra las cuerdas en el pa¨ªs ¨¢rabe. "Somos de este barrio y conocemos a todos. Sabemos qui¨¦nes son los malos. Distinguimos los rostros y los acentos. Somos la primera l¨ªnea del frente", dice Uday Abdulhasim, responsable de los controles cerca del r¨ªo Tigris.
La condici¨®n para alistarse en el Despertar era carecer de antecedentes penales. Pero muchos de los que colocaban bombas a las patrullas de EE UU hasta mediados de 2006 son ahora miembros del movimiento. Las autoridades estadounidenses han aceptado una amnist¨ªa de hecho sobre sus anteriores actividades.
Hasta la fecha, s¨®lo 8.200 milicianos se han integrado en las fuerzas de seguridad iraqu¨ªes. Seg¨²n inform¨® Petraeus ante el Congreso de EE UU, otros 30.000 han obtenido trabajo en ministerios civiles. Una de las preocupaciones de los Hijos de Irak es su futuro. Ellos tienen trabajo en un pa¨ªs con m¨¢s del 50% de desempleo. Uno de los programas en marcha es ense?arles un oficio y procurarles un modo de vida para cuando llegue la desmovilizaci¨®n.
El Ej¨¦rcito norteamericano asalt¨® Faluya a finales de 2004, convertida en la capital de todas las insurgencias. Lo que se gan¨® por las armas entonces se ha podido mantener gracias a la implicaci¨®n de las tribus. Al Zarqaui se vio obligado a moverse a Baquba, a unos 60 kil¨®metros al norte de Bagdad, donde fue eliminado. Alguien delat¨® su posici¨®n.
"Despu¨¦s de cinco a?os y medio hemos roto las barreras culturales. Hab¨ªa muchos detalles que no conoc¨ªamos del funcionamiento de las tribus. Tambi¨¦n hab¨ªa cosas que ellos no sab¨ªan de nosotros. Ahora, el entendimiento es mejor y la gente tiene m¨¢s confianza", asegura Slatter. "Es curioso que los sun¨ªes, que fueron los que peor nos recibieron en 2003, sean ahora los que m¨¢s quieren que nos quedemos".
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