Un penal al margen de la ley
El Tribunal Supremo espa?ol conden¨® a Guant¨¢namo en una sentencia de 2006
El presidente electo de EE UU, Barack Obama, se ha comprometido a cerrar Guant¨¢namo. Tambi¨¦n prometi¨® hacerlo su rival, el republicano John McCain, si hubiese ganado. El repudio a uno de los s¨ªmbolos m¨¢s oprobiosos del mandato de George W. Bush ha conseguido generar as¨ª una rara unanimidad. Al final, como sucede con todos los atajos legales, Guant¨¢namo no s¨®lo ha da?ado gravemente la imagen de EE UU en el mundo, sino que, lejos de solucionar problema alguno, se ha convertido ¨¦l mismo en un grave problema.
Fue el secretario de Estado de Defensa Donald Rumsfeld quien eligi¨® un pedazo de 116 kil¨®metros cuadrados al sureste de Cuba para instalar all¨ª un limbo judicial, una ciudad sin ley donde talibanes y sospechosos de terrorismo permanecer¨ªan encerrados indefinidamente sin derecho alguno. El sistema se basaba en una ficci¨®n legal: en teor¨ªa, la bah¨ªa de Guant¨¢namo est¨¢ bajo soberan¨ªa cubana y EE UU s¨®lo dispone de un alquiler a perpetuidad. En la pr¨¢ctica, este pedazo de Cuba fue arrebatado en la guerra hispano-estadounidense de 1898 y su cesi¨®n impuesta al reci¨¦n nacido Estado independiente. Guant¨¢namo no es EE UU, pero tampoco Cuba.
La Justicia de EE UU ha reconocido derechos a los presos en la base de Cuba
A la extraterritorialidad de la base se sum¨® la de los propios internos. Con su decisi¨®n de declararlos "combatientes enemigos ilegales", Bush les arrebat¨® su estatuto legal: la Convenci¨®n de Ginebra sobre prisioneros de guerra. A partir de ah¨ª hubo cancha libre para aplicar t¨¦cnicas de interrogatorio -temperaturas extremas, falta de sue?o, ruido ensordecedor- que un informe del Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja calific¨® como "equivalentes a tortura".
Los tribunales de Estados Unidos han necesitado m¨¢s de un lustro para ir desmontando este andamiaje. Cada vez que se anulaba una ley, la Administraci¨®n Bush aprobaba otra equivalente. Las sentencias que beneficiaban a los reclusos eran recurridas y su ejecuci¨®n, aplazada. Pero finalmente, en junio pasado, el Tribunal Supremo les reconoci¨® su derecho al h¨¢beas corpus; es decir, a ser o¨ªdos por el juez y a saber de qu¨¦ se les acusa. En aplicaci¨®n de este fallo, el juez federal Richard Leon decret¨® el pasado d¨ªa 20 la puesta en libertad de cinco argelinos recluidos en Guant¨¢namo.
El Tribunal Supremo espa?ol no necesit¨® tanto tiempo para condenar Guant¨¢namo. En julio de 2006 dict¨® una sentencia en la que aseguraba que "la detenci¨®n de cientos de personas sin cargos, sin garant¨ªas y, por tanto, sin control y sin l¨ªmites, custodiados por el Ej¨¦rcito de Estados Unidos, constituye una situaci¨®n de imposible explicaci¨®n y menos justificaci¨®n". Calific¨® su r¨¦gimen de "Derecho Penal del Enemigo", en el que "las penas son de tal gravedad que desbordan la idea de ponderaci¨®n, mesura y l¨ªmite que conlleva el Derecho Penal". En consecuencia, el Supremo consider¨® "totalmente nula y como tal inexistente" cualquier diligencia o prueba obtenida en Guant¨¢namo, donde polic¨ªas espa?oles viajaron para interrogar a Hamed Abderrahaman, el llamado talib¨¢n espa?ol, quien finalmente fue absuelto.
Guant¨¢namo no es, sin embargo, m¨¢s que la punta del iceberg de una pol¨ªtica que ha incluido Abu Grahib, las c¨¢rceles secretas, los asesinatos selectivos, los vuelos de la CIA (que sirvieron con frecuencia para secuestrar a sospechosos y entregarlos a pa¨ªses que practican la tortura), las escuchas sin control judicial y un largo etc¨¦tera.
El problema al que se enfrenta Obama es c¨®mo dar marcha atr¨¢s a esta pol¨ªtica sin bajar la guardia ante el terrorismo yihadista (que esta semana ha golpeado en Bombay a trav¨¦s de uno de sus m¨²ltiples tent¨¢culos) y c¨®mo devolver al mundo a los 250 reclusos que siguen en Guant¨¢namo. En tierra de nadie.
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