Cultura federal y nacionalismos
Pi y Margall era federalista, y no era nacionalista, porque el federalismo une y el nacionalismo separa. Los nacionalismos solamente van juntos cuando no hay otro remedio. Pero son particularistas, como dec¨ªa Ortega y Gasset en la Espa?a invertebrada, especialmente el nacionalismo espa?ol, que es el m¨¢s particularista de todos con su centralismo inherente y excluyente. Hay poco o nulo inter¨¦s en explicar la cara unionista de Pi y Margall, o bien, la cr¨ªtica al nacionalismo espa?ol por particularista y centralista de Ortega y Gasset. Parece que conviene m¨¢s promover la idea t¨®pica y sesgada de ambos autores, en la l¨ªnea de un Pi y Margall centrifugador de la Espa?a ¨²nica e indisoluble, o de un Ortega y Gasset martillo de los nacionalismos perif¨¦ricos. Una buena lectura de estos dos grandes pensadores pol¨ªticos de la Espa?a contempor¨¢nea ayudar¨ªa, sin duda, a una mayor comprensi¨®n de que se puede construir la uni¨®n en la diversidad, siempre que se entiendan dos cosas b¨¢sicas: 1) la unidad no puede ser ¨²nicamente un pacto jur¨ªdico, sino un sentido de pertenencia a una cultura p¨²blica com¨²n; 2) la uni¨®n no es contraria a la diversidad, sino que se alimenta y fortalece en el respeto de la pluralidad y en la libre convivencia entre diversos.
El nacionalismo espa?ol es, a¨²n hoy, reacio al Estado auton¨®mico y contrario a su desarrollo federal
Espa?a es una comunidad pol¨ªtica y cultural con textura federal, como escribe acertadamente Luis Moreno en La federalizaci¨®n de Espa?a, pero no tiene vocaci¨®n federal. ?Por qu¨¦? Los nacionalismos lo impiden. El nacionalismo espa?ol es el primer responsable de esta negaci¨®n federal. La historia muestra su incapacidad y nula cintura pol¨ªtica para reconocer e integrar las diversas identidades nacionales, ling¨¹¨ªsticas y culturales de las Espa?as. Ha sido y continua siendo un nacionalismo por imperativo legal. La Constituci¨®n espa?ola de 1978 abri¨® la esperanza que pod¨ªamos, por fin, iniciar el camino de la reconciliaci¨®n entre naciones mediante la federalizaci¨®n del Estado Auton¨®mico. As¨ª lo pensaba y escrib¨ªa Jordi Sol¨¦ Tura en Nacionalidades y nacionalismos en Espa?a, aunque tambi¨¦n preven¨ªa sobre el peligro de volver a la dial¨¦ctica nacionalista. Porque el nacionalismo espa?ol hab¨ªa incluido en el texto constitucional mecanismos de bloqueo contra unas excesivas ambiciones autonomistas. La redacci¨®n del art¨ªculo 2 de la CE78 es todo un ejemplo del temor al propio Estado Auton¨®mico. Es dif¨ªcil encontrar un texto constitucional que defina un modelo territorial del Estado con tanto miedo y resistencia. Pero hay otros art¨ªculos que confirman y multiplican esta resistencia. La referencia a la misi¨®n de las Fuerzas Armadas en el art¨ªculo 8 es la m¨¢s citada, pero es mucho peor la redacci¨®n del art¨ªculo 155, toda una muestra solemne y excepcional del palo con participaci¨®n del Senado que le puede caer a una comunidad aut¨®noma si no se comporta debidamente. Hay otras intrusiones antiauton¨®micas como la provincia. Jordi Sol¨¦ Tura escribe en el libro anteriormente citado: "La principal derrota pol¨ªtica para los partidarios de las autonom¨ªas, es el reconocimiento constitucional de la continuidad de las provincias" (p¨¢g. 133). En fin, que uno ten¨ªa que ser muy optimista para esperar un desarrollo federalizador del Estado Auton¨®mico.
El tantas veces proclamado modelo abierto de la CE78 era m¨¢s bien un modelo dual, un pacto entre nacionalismos que firman una cosa y quieren la contraria. El nacionalismo espa?ol es, todav¨ªa hoy, reacio al Estado Auton¨®mico y contrario a su desarrollo federal. Los nacionalismos perif¨¦ricos no son federalistas por convicci¨®n, tampoco lo ser¨¢n por pragmatismo, si el nacionalismo espa?ol los acaba de convencer de que no hay esperanza federal. Por lo tanto, cada nacionalismo va a la suya y a sus exclusivos intereses. Es tan cierto este particularismo nacionalista exclusivo y excluyente, que cada dos por tres tenemos algun ejemplo. El ¨²ltimo es el pacto de los Presupuestos Generales del Estado entre el PSOE, PNV y BNG. No hay inter¨¦s general sino simplemente pacto entre intereses particulares. En este caso, la iron¨ªa es un buen recurso para contemplar la gran solidaridad entre nacionalistas vascos y catalanes. Dicen que tienen un adversario com¨²n, pero lo que hacen es pactar con este adversario a la primera de cambio, si hay algun negocio de por medio. El nacionalismo vasco (y tambi¨¦n Navarra) tiene su particular "art¨ªculo 2" en la disposici¨®n adicional primera. En el pacto constitucional se hizo de la necesidad inexcusable de encontrar un acuerdo territorial, virtud de construir un nuevo modelo. Y no ha sido as¨ª, sino que se ha continuado con la tensi¨®n dual entre las viejas inercias centralistas, por un lado, y las aspiraciones nacionalistas de la periferia, por el otro. Al final habr¨¢ diecisiete particularismos nacionalistas. Es verdad que se ha construido todo un edificio institucional que define y expresa el Estado Auton¨®mico, pero no ha cambiado en el nivel exigible la vieja cultura nacionalista por una nueva y necesaria cultura federal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.