Tres d¨¦cadas de una asignatura pendiente
El abogado Txema Montero y el catedr¨¢tico Javier Corcuera debaten en EL PA?S sobre el constitucionalismo en Euskadi cuando la Carta Magna cumple 30 a?os
Hablar de constitucionalismo vasco puede parecer extra?o 30 a?os despu¨¦s de la aprobaci¨®n en refer¨¦ndum de la Carta Magna. Estas tres d¨¦cadas poco han servido para aclarar o iniciar un debate que permita una mayor aceptaci¨®n de la Constituci¨®n entre los vascos, cuando el propio Gobierno aut¨®nomo la ha ignorado, pese a que existe gracias a ella y al Estatuto. Mientras los dirigentes nacionalistas recuerdan machaconamente que no votaron el texto constitucional, justificando as¨ª su posterior estrategia soberanista, parte de la sociedad vasca sigue intentando, sin demasiado ¨¦xito, promover esa cultura constitucionalista. El abogado Txema Montero y el catedr¨¢tico Javier Corcuera, desde el nacionalismo y el constitucionalismo, han aceptado confrontar para EL PAIS sus posiciones cuando se celebra el 30? aniversario del texto fundamental.
"Una constituci¨®n dentro de otra parece un debate del pasado. No lo creo as¨ª"
"El constitucionalismo incorpora en el primer Estado liberal a los fueristas"
"El PNV reaccion¨® en 1978 de una forma no muy diferente a Arana"
"Cuando se acepta la Adicional, el PNV hace lo posible para decir 'no"
"La idea de soberan¨ªa est¨¢ en parte recogida en la Constituci¨®n"
"El problema de la reforma se va a plantear a la hora de los consensos"
"Lo importante es la reforma constitucional, no la estatutaria"
"Una reforma estatutaria con este foll¨®n ideol¨®gico es arriesgad¨ªsimo"
Pregunta. Algunos historiadores afirman que el constitucionalismo vasco ya ten¨ªa arraigo en la cultura pol¨ªtica del XIX y que se mov¨ªa en un esquema de tensi¨®n entre un mundo cr¨ªtico, el del Fuero, y otro moderno, el constitucional. ?Fue Sabino Arana el que promovi¨® la idea de una contradicci¨®n insalvable entre Fueros y Constituci¨®n?
Javier Corcuera: Entre 1839 y 1876 los fueristas son gente que act¨²an con normalidad dentro del sistema pol¨ªtico espa?ol, que, por otra parte, sostiene todav¨ªa el reconocimiento de las oligarqu¨ªas, de cierto caciquismo, y en ese sentido no rompe mucho con la tradici¨®n. Los fueristas entran en ese juego, y alguno incluso es nombrado ministro. El constitucionalismo incorpora en el primer Estado liberal espa?ol, como elemento normal, a los fueristas. Obviamente cuando llega Sabino Arana, la interpretaci¨®n que hace de la historia y los Fueros es distinta. Para Arana, los Fueros son la independencia, mientras para muchos siguen siendo concesiones espa?olas. La l¨®gica constitucional no tiene que ver con la l¨®gica foral como independencia.
Txema Montero: Mi punto de vista es diferente. El posicionamiento de Sabino Arana tiene que ver con la imposibilidad de lo que llamar¨ªamos constitucionalismo foralista, y la situaci¨®n concreta de Euskadi en esa ¨¦poca. Ahora recordamos el bicentenario de la Constituci¨®n de Bayona de 1808, en cuyo debate se perfilaron dos posturas antag¨®nicas: la de Juan Jos¨¦ Yandiola y el conde de Montehermoso, que representaban a Vizcaya y ?lava y propiciaron una Constituci¨®n espa?ola que acogiese en su seno las constituciones forales vascas, y la del can¨®nigo Llorente y los representantes de Burgos, que sosten¨ªan que no pod¨ªa haber una Constituci¨®n dentro de otra, anticip¨¢ndose a posiciones como las de Posada Herrera y C¨¢novas de que no cabe un Estado dentro de otro Estado. Pero tanto Zamakola como Casimiro Loizaga y Yandiola, que habla de la "convivencia" y la "combinaci¨®n", est¨¢n constantemente tratando de incluir esta Constituci¨®n foral dentro de la espa?ola.
La abolici¨®n foral de 1876 sancion¨® esta segunda postura, y de ah¨ª la doctrina de Sabino Arana que percibe la contradicci¨®n, para ¨¦l insalvable, entre Fueros y Constituci¨®n. Este callej¨®n sin salida, existente en la actualidad, puede ser una anacron¨ªa en el futuro, pues hemos estado ya a punto de tener una Constituci¨®n espa?ola dentro de otra europea. Mi convicci¨®n es que el Estatuto de Autonom¨ªa se encuentra en la disyuntiva de transformarse, conforme a los retos del siglo XXI, en constituciones reconocidas dentro de otras superiores o en degradarse hacia una simple descentralizaci¨®n administrativa, con lo cual esa concepci¨®n de una constituci¨®n dentro de otra puede dar la impresi¨®n de que es un debate del pasado y sin mucho inter¨¦s. No lo creo as¨ª.
J. C.: Nos podemos perder. Bayona y Yandiola no tienen nada que ver con el constitucionalismo espa?ol. La reuni¨®n de Bayona fue lo que fue, con un planteamiento fuerista. Lo que importa es el Estado que funciona tras la Segunda Guerra Carlista, un Estado en que los fueristas de verdad traducen el sistema foral de los municipios a las diputaciones, los que representan la ideolog¨ªa fuerista del XIX, que sigue pre?ando muchas cosas. Es gente que ocupa y gobierna las diputaciones, los municipios, y que est¨¢ presente en Madrid. La l¨®gica constitucional no se plantea de forma contradictoria. De hecho los debates sobre los Fueros en las Cortes nunca ponen en peligro la foralidad, que sigue existiendo.
P.: Despu¨¦s del largo par¨¦ntesis franquista, vivimos hace 30 a?os la Transici¨®n y el reencuentro con la democracia. ?Cu¨¢l fue el papel del nacionalismo vasco en el debate pol¨ªtico constitucional de 1978?
T. M.: La izquierda abertzale,representada exclusivamente por Euskadiko Ezkerra, se mostr¨® a favor del derecho de autodeterminaci¨®n, muy en consecuencia con la doctrina pol¨ªtica de la izquierda internacionalista y tercermundista de la ¨¦poca, y en una postura m¨¢s testimonial que pr¨¢ctica.
El PNV se movi¨® con la habitual tensi¨®n de su direcci¨®n pol¨ªtica pragm¨¢tica, que no olvidaba que su ausencia en el pacto de San Sebasti¨¢n de 1930 le impidi¨® participar en el proceso constituyente republicano, mientras gran parte de sus bases, aun aceptando las consignas de sus l¨ªderes, vibraban, sin embargo, con las soflamas de autodeterminaci¨®n. De hecho, tengo entendido que Juan de Ajuriaguerra ten¨ªa preparado dos escritos: uno en el que daba el s¨ª a la Constituci¨®n de 1978 y otro rechaz¨¢ndola. Naturalmente, no estaba de acuerdo con la autodeterminaci¨®n, que le parec¨ªa una visi¨®n marxista o de izquierdas, y quer¨ªa mantenerse dentro del proceso constitucional. La salida para esta situaci¨®n fue la Disposici¨®n Adicional de los derechos hist¨®ricos [la Primera de la actual Constituci¨®n]. Me parece que el PNV reaccion¨® en 1978 de una forma no muy diferente a Sabino Arana. La situaci¨®n recuerda a la relaci¨®n del propio Arana con los euskalherriakos o, posteriormente, del PNV de Jos¨¦ Antonio Aguirre con el Jagi Jagi y la base pol¨ªtica reivindicativa.
J. C.: Matizar¨ªa un par de cosas. En el proceso que lleva a las elecciones de 1977, el PNV es un partido que se encuentra en el equipo dem¨®crata-cristiano del Estado. Entonces no ten¨ªa ning¨²n empacho en trabajar en un horizonte espa?ol siendo nacionalista, y con aliados espa?oles para traer la democracia a este pa¨ªs. Eso est¨¢ muy claro. Y, sin embargo, desde ese punto de partida empieza a darse una evoluci¨®n hasta buscar argumentos y poder decir no a la Constituci¨®n. Recuerdo la sorpresa que me produjo leer las primeras intervenciones de Xabier Arzalluz y de Michel Unzueta, en el Parlamento y en el Senado, cuando utilizan un lenguaje que no era el suyo, y que no era de nadie. Hay un momento en que parece que Arzalluz sigue siendo partidario de votar afirmativamente a la Constituci¨®n, pero, al final, le siguen imponiendo lo contrario.
Cuando el PNV se da cuenta de que se acepta la Adicional Primera acaba haciendo todo lo posible para decir que no. Se subraya la idea de que el origen que legitima nuestra autonom¨ªa no es la Constituci¨®n, sino la historia. Con lo cual ya est¨¢s dando un elemento notable de afirmaci¨®n de la familia nacionalista y de diferencia con respecto a los dem¨¢s. A su vez, y se tiende a olvidar, el PNV trabaj¨® a lo largo de la Constituyente muy en serio, enmendando, consensuando e intentando que saliese una Constituci¨®n que garantizara lo que ¨¦l quer¨ªa: una autonom¨ªa plena y r¨¢pida, posible y ampliable. Sin embargo, hay un momento en que empieza a maniobrar para poder decir que no, porque esta Constituci¨®n "no respeta nuestros Fueros". Entonces, ?abstente! Los jeltzales defienden una legitimidad, que es la que sostienen despu¨¦s afirmando: "No hemos aprobado la Constituci¨®n, porque Espa?a no reconoce nuestros derechos hist¨®ricos". Mantienen continuamente una situaci¨®n de presi¨®n, con un agravante terrible: la presencia de ETA.
Pero, tambi¨¦n, podemos hacer una lectura m¨¢s ben¨¦vola. Quiz¨¢ el PNV no puede decir s¨ª a una Constituci¨®n espa?ola por la irracionalidad pol¨ªtica de este pa¨ªs, por toda la locura radical, y con ETA matando. Eso supondr¨ªa una ruptura terrible en el mundo nacionalista, y el PNV, quiz¨¢, pensando en integrar alg¨²n d¨ªa a esa gente, decide por el momento oponerse al texto constitucional. Ser¨¢ una interpretaci¨®n m¨¢s ben¨¦vola, pero se estuvo jugando a eso.
T. M.: Me gustar¨ªa matizar. La democracia cristiana como horizonte de colaboraci¨®n pol¨ªtica desapareci¨® porque los electores as¨ª lo quisieron a las primeras de cambio, en 1977. Segundo; al PNV no se le permiti¨® estar en la Comisi¨®n Constitucional, es decir, s¨ª colaborar, pero no en el puente de mando, porque no se le quiso. Y sobre ETA hay que se?alar que el d¨ªa despu¨¦s, el 28 de octubre de 1978, el PNV convoc¨® la primera gran manifestaci¨®n contra ETA.
J. C.: No estoy de acuerdo. Es verdad que el PNV no estuvo en la Comisi¨®n Constitucional, pero el argumento de decir "no votamos la Constituci¨®n porque no estuvimos en la comisi¨®n" es incierto, porque se acord¨® que habr¨ªa un solo representante nacionalista, y Converg¨¨ncia y el PNV no se pusieron de acuerdo. Y en cuanto a la manifestaci¨®n contra ETA, me parece que por parte del PNV hubo bastante oportunismo.
T. M.: Eso no es una matizaci¨®n, es un juicio de valor.
J. C.: S¨ª, claro que es un juicio de valor. La manifestaci¨®n contra ETA coincide con el momento previo al refer¨¦ndum constitucional, y sirve para afirmar que se est¨¢ contra ETA, y contra la Constituci¨®n. Se juntan las dos cosas.
P.: En todos estos a?os da la impresi¨®n de que el Ejecutivo vasco, cuyo poder emana de la Carta Magna y del Estatuto, ha ignorado en muchos casos la Constituci¨®n en sus declaraciones p¨²blicas, afirmando que no la vot¨®. ?Se puede hablar de cierta deslealtad respecto al Estado democr¨¢tico?
T. M.: El Gobierno no tiene el poder gracias a la Constituci¨®n, sino a los votos de los electores. En cuanto al Estatuto, est¨¢ en almoneda porque es una ley org¨¢nica no cumplida por el Gobierno central, recordemos que tenemos 38 competencias pendientes, y porque casi 30 a?os despu¨¦s necesita m¨¢s instrumental para poder responder a los retos presentes, lo que acaba por hacerlo parcialmente inoperante. ?sta es la raz¨®n del rechazo del nacionalismo y de la b¨²squeda de otros caminos. En el trasfondo est¨¢ que esa deslealtad que se supone a las instituciones gobernadas por el PNV tiene como base una reserva mental del Estado que es atendible, y es la contrastada insaciabilidad de los nacionalistas.
P.: Y a esta situaci¨®n se a?ade la violencia de ETA.
J. C.: S¨ª, las dos cosas se juntan. La insaciabilidad que va acompa?ada por el hecho de que existe ETA, y que el PNV sigue siendo necesario para acabar con ETA, con la capacidad de presi¨®n que ello le da. Me parece inmoral y p¨¦rfido que el lehendakari, que dice que los de ETA no son vascos cuando hacen una salvajada, diga a su vez que ETA es expresi¨®n del problema vasco. Lo que tenemos que hacer las fuerzas democr¨¢ticas es trabajar para acabar con ETA, no intentar explicar que ETA existe porque hay un problema que otros no solucionan, cuando tampoco nosotros lo hacemos.
T. M.: Estoy convencido de la necesidad de derrotar a ETA, entre otras muchas razones porque ETA es expresi¨®n de su propio problema, y porque estoy convencido de que contamina gravemente todas las propuestas que son el elemento dinamizador, como puede ser la reclamaci¨®n de poder pol¨ªtico.
J. C.: Me encantar¨ªa pensar que esa insaciabilidad se acabara negociando una serie de competencias, pero creo que no, y ah¨ª tenemos el ejemplo del plan Ibarretxe, que desde luego ha sido una desmesura y una incompatibilidad con la l¨®gica.
P.: ?En la pol¨ªtica de Estado ha fracasado la integraci¨®n del nacionalismo vasco? ?Qu¨¦ errores se han podido cometer?
T. M.: Los mismos que en el XIX. Entender que los derechos de los vascos son un privilegio y no el decantado jur¨ªdico institucional de una historia diferenciada y, sobre todo, basada en una constante y actualizada reclamaci¨®n, com¨²n a la inmensa mayor¨ªa de los vascos, de mayor poder pol¨ªtico. Da la impresi¨®n de que el ejercicio del autogobierno impulsa a los vascos a reclamar m¨¢s autogobierno. Pero recordemos que la idea de constitucionalismo foral y de soberan¨ªa est¨¢ en parte recogida en la propia Constituci¨®n, donde a trav¨¦s del reconocimiento de los derechos hist¨®ricos resulta que vascos y navarros somos soberanos, al menos en lo que a fiscalidad, conciertos y polic¨ªa se refiere.
J. C.: Seamos serios. El nacionalismo no ha querido integrarse, y su forma de hacerlo es decir que no est¨¢ integrado. Es su forma de rentabilizar continuamente su posici¨®n diciendo "estoy fuera, porque vosotros no cumpl¨ªs" y por eso "el Estatuto es una ley incumplida".
P.: ?Es necesario reformar la Constituci¨®n tras 30 a?os?
T. M.: S¨ª, a mi juicio en tres cosas fundamentales. Primero, en lo referente a la integraci¨®n en Europa, que ni se menciona en la Constituci¨®n. Luego, por su enorme simbolismo pol¨ªtico, que adem¨¢s genera profunda desconfianza, derogar el art¨ªculo 8, que establece el papel garante de las Fuerzas Armadas del ordenamiento constitucional y de la integridad territorial. Ya empieza a ser hasta una paradoja, porque el Ej¨¦rcito espa?ol ya est¨¢ en misiones de paz por todo el mundo, y, sin embargo, se le arroga el papel de ser el ¨²ltimo gendarme en una situaci¨®n pol¨ªtica interior. En cuanto a la Corona, me parece necesario resolver el tema mediante refer¨¦ndum para saber si la Monarqu¨ªa se ha ganado la legitimidad y es aprobada por los ciudadanos. Adem¨¢s, ser¨ªa necesaria una seria profundizaci¨®n del reconocido car¨¢cter plurinacional del Estado Espa?ol. Y aqu¨ª entrar¨ªa mi propuesta de Constituci¨®n foral, de constitucionalizaci¨®n de las reivindicaciones nacionalistas, a trav¨¦s de la Disposici¨®n Adicional, en los t¨¦rminos que hace 200 a?os expres¨® Yandiola en Bayona ante el Rey al hablar de "convivencia", "coexistencia" y "combinaci¨®n".
J. C.: Creo que la reforma es necesaria en esos t¨¦rminos y en los cuatro temas que adelant¨® el Gobierno. El problema se va a plantear a la hora de los consensos y, en consecuencia, en los acuerdos, sobre todo en torno al T¨ªtulo VIII, que s¨®lo dice c¨®mo acceder a la autonom¨ªa, pero que ya ha cumplido su misi¨®n. Personalmente, estoy de acuerdo con el Consejo de Estado cuando dice lo que se tendr¨ªa que hacer en materia competencial. La Constituci¨®n define cu¨¢les son las competencias del Estado. En definitiva, debemos optar por el modelo federal que diga qu¨¦ es del Estado. Una de las cosas m¨¢s penosas es la falta de acuerdo sobre la reforma y la funci¨®n del Senado como representaci¨®n territorial. S¨®lo se discute cuantos esca?os tienen o tendr¨¢n los partidos, y no se aborda la discusi¨®n del futuro papel de la instituci¨®n. No creo que se logre el consenso con los nacionalistas.
P.: ?Qu¨¦ se opone a la apertura de un debate serio sobre la reforma constitucional?
T. M.: Primero, la persistencia de ETA, y ah¨ª estamos todos de acuerdo en que contamina todo proceso de cambio y debate pol¨ªtico. La prioridad es tener una vida donde la gente tenga su seguridad personal asegurada y en la que desarrolle su participaci¨®n pol¨ªtica en circunstancias de normalidad. Por eso mis prevenciones hacia el plan Ibarretxe, pues las grandes decisiones hay que tomarlas en los momentos en que se puedan aplicar en situaci¨®n de igualdad de condiciones, con un debate sosegado y sin estar sometidos a ese vaiv¨¦n electoral fren¨¦tico, casi anual.
P.: ?Por d¨®nde empezar?
J. C.: Por hacer una pol¨ªtica m¨¢s integradora, y en este sentido la pol¨ªtica del lehendakari no es la mejor, en la medida en que parte del presupuesto de que s¨®lo hay que fortalecer, reunir e impulsar a la familia nacionalista. Parece olvidar que existen serios problemas para lograr una convivencia tranquila. Que se vive una divisi¨®n interna que no nos merecemos. Que han llegado incluso a degradarse las relaciones personales, y se recurre al silencio para evitar la ruptura. Mientras, se plantean problemas que no tienen nada que ver con nuestras vidas como "el ser para decidir". Empecemos a pensar en lo que nos importa, y eso nos ayudar¨¢ a serenarnos. Hasta que no se normalice el debate pol¨ªtico vamos a pasar momentos dif¨ªciles y no avanzaremos.
P.: ?Qu¨¦ ser¨ªa prioritario, la reforma constitucional o la reforma estatutaria?
T. M.: Hay que discernir lo importante de lo urgente. Lo importante es la reforma constitucional.
J. C.: Plantearse una reforma estatutaria con el foll¨®n ideol¨®gico que tenemos y sin un claro modelo de cu¨¢l es el sistema auton¨®mico espa?ol en que se va a mover, me parecer¨ªa arriesgad¨ªsimo. M¨¢s vale serenar el debate.
T. M.: Me da la impresi¨®n de que los pol¨ªticos vascos han optado por hacer lo segundo, y no se ha tenido urgencia para reformas estatutarias que han planteado en otros sitios. Empiezo a pensar si no ha sido para bien.
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