Vandalismos p¨²blicos
De siempre las vi?etas de Antonio Fraguas Forges han expresado en sus dibujos y frases lo que muchos sentimos. Da igual el problema que trate. Lo hace f¨¢cil porque en la mayor¨ªa de las ocasiones, cuando no en todas, nos identificamos con lo que pretende reflejar, y refleja. En la vi?eta que ayer publicaba este diario, uno de sus protagonistas le¨ªa una noticia y dec¨ªa en voz alta que 150 alcaldes estaban imputados en causas por corrupci¨®n urban¨ªstica. Esta noticia era asumida como real por otro ciudadano que, a su vez, preguntaba en qu¨¦ provincia. Lo cierto, que es como la verdad sin cinismo alguno, es que ya empiezan a parecernos pocos que pueda haber 150 alcaldes o personas pr¨®ximas a la causa p¨²blica en procesos penales imputados por corrupci¨®n. Hagamos la prueba. Tomemos un peri¨®dico, cualquiera, y observaremos que entre sus noticias diarias siempre hay temas de corrupci¨®n urban¨ªstica; que alcaldes, concejales y funcionarios se encuentran imputados por todo el territorio nacional, siendo indiferente a estos efectos la comunidad aut¨®noma o el municipio, como el grupo pol¨ªtico que gobierne en la comunidad o en el ayuntamiento.
No obstante, se nota una mayor incidencia en la costa y las grandes ciudades. Ayer mismo, sin ir m¨¢s lejos, pod¨ªamos leer que el Ayuntamiento de Estepona ha despedido a un auditor y lo va a denunciar a la fiscal¨ªa por desfalco, ya que cobrar dos o tres millones de euros por trabajar le parece excesivo. Tambi¨¦n siguen vivos, y con novedades a diario, los llamados casos Astapa, Hidalgo, Ballena Blanca, Camas..., mostrando que la corrupci¨®n no s¨®lo no causa extra?eza, sino vive a nuestro lado y a diario. Lo peor es que no se observa una actuaci¨®n pol¨ªtica decidida a cortar por lo sano con este vandalismo y pillaje p¨²blicos. Hay una especie de excusa que se utiliza por uno u otro grupo pol¨ªtico en funci¨®n de qui¨¦n o qui¨¦nes sean el autor o autores del desaguisado. No es algo, por lo dem¨¢s, que quede limitado al ¨¢mbito municipal y urban¨ªstico. No ya respecto a la comisi¨®n de delitos contra la ordenaci¨®n del territorio, sino a otros desaguisados que, careciendo normalmente de relevancia penal, s¨ª tienen relevancia p¨²blica. En unos y otros se muestra la ausencia de unidad en los grupos pol¨ªticos para cortar por lo sano y hacer llegar a los ciudadanos un mensaje de coherencia. As¨ª, esta semana hemos visto, como en los mejores tiempos del franquismo, que se puede decir p¨²blicamente y emplear la palabra muerte siempre que lo haga un nacionalista y la dirija al Borb¨®n sin que tal empleo implica lo que dicen sus palabras y tenga una respuesta ¨²nica por parte de todos los grupos pol¨ªticos. Se ve, a las claras, que unos y otros exigen o justifican, en funci¨®n de sus intereses, estos usos del lenguaje cuando cualquier individuo p¨²blico que utilice la palabra muerte en un Estado que la ha abolido constitucionalmente no est¨¢ capacitado para servir a este Estado. En fin, que en esto de la unidad frente a actos de salvajismo urban¨ªstico o pol¨ªtico todo sigue siendo del color que cada uno mira, y si no que se lo pregunte tambi¨¦n a Fabra que no sabe qu¨¦ hacer con el dinero que le toca a la loter¨ªa. En cualquier caso, hablemos de corrupci¨®n urban¨ªstica o de disparates p¨²blicos, soy de los que piensan que es necesario que los pol¨ªticos conozcan sus l¨ªmites; que sepan que la pertenencia a un grupo no les autoriza a expoliar el sector p¨²blico y que sus compa?eros de grupo no les van a proteger cuando se vean inmersos en una causa penal por temor a que se identifique a unos con otros, como tampoco que van a quedar sin respuesta sus excesos verbales. Y pienso de esta forma porque no es posible, salvo que la hipocres¨ªa sea la que rija la forma de hacer pol¨ªtica, que los grupos pol¨ªticos no pueden comprometerse a seguir un patr¨®n de honestidad personal y pol¨ªtica y, al mismo tiempo, amparar a qui¨¦n o qui¨¦nes se sirven de lo p¨²blico o hablan de la muerte con una frivolidad que pone los pelos de punta.
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