"A mi t¨ªa Virginia Woolf la llam¨¢bamos se?ora Dalloway"
De perfil, e incluso de frente, le acompa?a cierto aire de familia. Es f¨¢cil detenerse en la nariz, retroceder un siglo y evocar a Virginia Woolf (1882-1941), su t¨ªa abuela. Virginia Nicholson, de 53 a?os, es nieta de la pintora Vanessa Stephen (hermana de la escritora) e hija de Quentin Bell, el bi¨®grafo esencial de la autora de La se?ora Dalloway. La abuela Vanessa fue tambi¨¦n madre de Julian Bell, el joven aventurero que se enrol¨® en las Brigadas Internacionales y que perdi¨® la vida en Brunete durante la Guerra Civil. Era idealismo, locura o "esa fiebre de la sangre joven", escribir¨ªa despu¨¦s Virginia Woolf, que llev¨® a algunos a detener el fascismo cuerpo a cuerpo. La muerte de Julian fue una herida devastadora. "Mis abuelos cerraron ese cap¨ªtulo y no quisieron hablarnos de mi t¨ªo ni de Espa?a", recuerda.
La sobrina nieta de la escritora investiga el papel de las mujeres en la Gran Guerra
En la Gran Pe?a de Madrid, donde nos reservamos postres y sobremesa tras un almuerzo de trabajo -y cordero-, flota cierta atm¨®sfera decadente, im¨¢genes fugaces en las que se mezcla el terciopelo de este elegante club y la bohemia de Bloomsbury. Es dif¨ªcil separar el halo brit¨¢nico que desprende la taza de caf¨¦ en sus manos de ese origen familiar que tal vez traz¨® ya su destino. Nicholson ha escrito un documento muy vivo sobre las brit¨¢nicas que se quedaron sin hombres tras la I Guerra Mundial (1914-1918). Fueron las "solteras de guerra" o "chicas del excedente": renunciaron a ser madres y tuvieron que aprender a vivir sin el calor masculino y a mantenerse a s¨ª mismas. Sus vidas de pioneras laten en Ellas solas / Un mundo sin hombres tras la Gran Guerra (Turner). Tard¨® cuatro a?os en escribirlo, confiesa.
Fue una paradoja: "La guerra les dej¨® solas, pero facilit¨® su incorporaci¨®n laboral", reflexiona. "Eran j¨®venes y ocuparon trabajos que hasta entonces s¨®lo hac¨ªan los hombres. Las puertas del mercado empezaban a abrirse y de pronto las traspasaron de golpe: el edificio laboral masculino, toda una vieja construcci¨®n, se derrumb¨®. Y ellas llenaron f¨¢bricas y hospitales", cuenta. La paz supuso la vuelta del hombre, y muchas volvieron a casa. No todas, porque casarse ya no era posible. Faltaban j¨®venes para esos dos millones de chicas que, o hab¨ªan perdido el novio en el frente o ten¨ªan que competir con dureza para llevarse uno. Sobrevivieron en sus puestos las oficinistas de segundo nivel en la City; las f¨¢bricas del norte de Inglaterra tampoco prescindieron de ellas", relata.
Antes de abordar el universo de las solteronas public¨® Among the bohemians, un ensayo sobre la bohemia literaria de principios del siglo XX, un mundo del que ten¨ªa referencias familiares. Cultivar el ensayo no es una elecci¨®n premeditada para alejarse de la novela, un terreno donde su antepasada Woolf brill¨® de modo notable. Su marido tambi¨¦n se dedica a la ficci¨®n, explica. La escritura forma parte de su escenario dom¨¦stico desde ni?a. Cuando su padre preparaba la biograf¨ªa de Woolf, sol¨ªa comentar lo que escrib¨ªa con su esposa, madre de Nicholson. ?Habl¨¢is de m¨ª?, preguntaba. "No, de la t¨ªa Virginia". El nombre era el mismo y su padre decidi¨®: "Para evitar confusiones, me referir¨¦ a ella como La se?ora Dalloway". La imagen que le transmitieron sus padres de ella fue la de una mujer compasiva y melanc¨®lica (se quit¨® la vida en 1941). Nicholson parece m¨¢s vital. Madre de tres hijos, cuando deja la taza en el plato y termina el milhojas, est¨¢ claro que Bloomsbury es s¨®lo una referencia literaria.
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