La 'hacker' que jugaba con fuego
?Sabe alguien cu¨¢l es la herencia cultural -y de estilo de vida- de dos d¨¦cadas en las que el pensamiento neoconservador ha sido hegem¨®nico? La pregunta, por su amplitud, ofrecer¨¢ respuestas y pol¨¦micas m¨²ltiples que, quiz¨¢, s¨®lo interesen si se encarnan en ejemplos muy concretos. Ni las estad¨ªsticas ni la t¨¦cnica son de mucha ayuda en este caso, pese a que nos digan que la poblaci¨®n espa?ola ya sobrepasa las ?cuatro horas diarias! de promedio ante la televisi¨®n, que los espa?oles disponen de casi dos tel¨¦fonos m¨®viles per c¨¢pita, que los abortos de nuestras j¨®venes se han duplicado en 10 a?os o que, seg¨²n el Eurostat, el 51% de los hogares espa?oles tienen conexi¨®n a Internet, frente al 60% de la media europea.
Bajo un aspecto banal, Lisbeth Salander conjura la impotencia que muchos humanos sienten ante una realidad incontrolable
En ninguno de estos casos se habla de los motivos para ver la televisi¨®n, usar el m¨®vil o Internet; de la calidad de contenidos, o de si las conversaciones y los contactos resultan imprescindibles o superfluos; se ignora tambi¨¦n si las j¨®venes que abortan lo hacen porque, acaso, desconocen los m¨¦todos anticonceptivos. Todo lo cual equivale a no saber casi nada, aunque sit¨²a ciertas partes del marco cultural en el que nos ubicamos.
Sabemos tambi¨¦n que el nuevo G-phone, de nombre Android (el ¨²ltimo invento de Google para acceder a la sabidur¨ªa universal), ofrece diez millones de d¨®lares al investigador, de cualquier pa¨ªs, que aporte una nueva aplicaci¨®n al maravilloso artilugio. Imagino que el casting de nuevas aplicaciones formar¨¢ unas colas globales tan largas como las que se dan entre los j¨®venes aspirantes a salir en Operaci¨®n Triunfo. Unas colas que no existen, obviamente, para acceder a la Universidad o para pisar el umbral del conocimiento humano que se pregunta el porqu¨¦ de lo que acontece.
Cuando eso sucede, hay que preguntarse por esta herencia cultural de otra forma: ?qu¨¦ futuro tienen los j¨®venes que no especulan, que no se apuntan a un partido pol¨ªtico o corporaci¨®n que les d¨¦ trabajo, o que no delinquen para hacer realidad el para¨ªso consumista que se les ha ofrecido como meta? ?Qu¨¦ porvenir se ofrece a quienes, simplemente, desean desarrollar su talento para que el mundo sea un lugar menos crispado que el de hoy?
Los artistas, a veces, aportan significativas respuestas a cuestiones tan dif¨ªciles. Tal es el caso de la nueva hero¨ªna literaria, Lisbeth Salander, protagonista freaky de la segunda entrega de la apasionante trilog¨ªa del sueco Stieg Larsson, La chica que so?aba con una cerilla y un bid¨®n de gasolina (Destino). Vale la pena detenerse en este prototipo que desvela una realidad oculta nacida en Suecia y que ya fascina a millones de lectores en toda Europa.
Asocial, aparentemente psic¨®pata, Lisbeth Salander, de 25 a?os, mide 1,50 metros, pesa 45 kilos, va tatuada y con piercings, se corta el pelo ella misma, circula en una desvencijada moto y arrastra una historia personal con un agujero negro en el que sucedi¨® "Todo Lo Malo". Bisexual, busca el anonimato, desconf¨ªa de todo el mundo, en especial de las autoridades, tiene contados amigos y una habilidad fuera de lo com¨²n con la inform¨¢tica, la electr¨®nica y las matem¨¢ticas. Es una hacker peligrosa que piratea discos duros, dise?a programas de ordenador y emplea su inteligencia para introducirse en los turbios manejos del sistema. Esp¨ªa, miente, roba a los ricos, caza a los malos con impunidad y astucia. Es una antisistema que utiliza su habilidad, informaci¨®n de primera mano, su inaudita rapidez de reflejos y de reacci¨®n, y su dinero en favor de las mujeres maltratadas, de los marginados y de los ofendidos por omnipotentes burocracias y estructuras de poder. Voluntariamente freaky y posfeminista, act¨²a como un Robin Hood inform¨¢tico que extrae los secretos mejor guardados para ofrecerlos a v¨ªctimas extremas de la desigualdad flagrante ante el poder.
Salander juega con fuego y no se quema. Bajo un aspecto inofensivo y banal, conjura la impotencia que la mayor¨ªa de los humanos sienten ante una realidad incontrolable. Es mujer, joven, un personaje equ¨ªvoco: ser inmoral desde el punto de vista oficialista implica la aparici¨®n de una nueva manera de ser moral. Con una moraleja clara: donde las dan las toman, otro mundo es posible, hay que desarrollar la inteligencia, ser valiente. Y eso es cosa de las mujeres y su sensibilidad zapping capaz de detectar los matices de la desigualdad y el poder. Bridget Jones o la Juani de Bigas Luna son dulces hitos de un pasado ingenuo, Lisbeth es el futuro.
?Es esta hero¨ªna el s¨ªmbolo de una ruptura frente a la cultura del exceso, la competencia, la avaricia y la especulaci¨®n afianzada en las ¨²ltimas d¨¦cadas? Sin las circunstancias sociales que tan bien se describen en las obras de Larsson, este renacer del h¨¦roe justiciero, hoy p¨ªcaro electr¨®nico, encarnado en una freaky de ¨²ltima generaci¨®n, no existir¨ªa. El arte siempre ofrece caminos para entender lo que nos rodea y, as¨ª, reconciliarnos con nosotros mismos.
m.riviere17@yahoo.es
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