Confesi¨®n en rebajas
Donde m¨¢s bajan las ventas de coches, seg¨²n los datos de diciembre, es en Andaluc¨ªa, y los coches han sido fundamentales para el flujo del dinero, igual que el turismo y la construcci¨®n. Ya piden 10.000 millones de euros al Gobierno los empresarios del autom¨®vil para salvarse, mientras empiezan a cerrar temporalmente f¨¢bricas. As¨ª que la Junta ha lanzado una invitaci¨®n al gasto, al consumo, en un mensaje posnavide?o de una sola frase: "Comprar no es gastar, es compartir". Comprar es una virtud: caridad. El comercio es fraternidad. El consumo es una pr¨¢ctica virtuosa.
El mercado es la nueva iglesia. Ahora tiene m¨¢s sentido que, en M¨¢laga, a la salida hacia el oeste de El Corte Ingl¨¦s, se alce la estatua de un jesuita que cuidaba de los pobres, y que, en Granada, el mismo gran almac¨¦n se levante pegado a la iglesia de la Virgen de las Angustias, capitana general del ej¨¦rcito espa?ol y patrona de la ciudad. Hay pordioseros a la puerta del templo, espa?oles y extranjeros con la mano pedig¨¹e?a tendida, como si fueran fabricantes de coches, pero la mejor caridad no es echarles unos c¨¦ntimos, sino comprar en los grandes almacenes. Comprar se ha convertido en una muestra de elegancia moral, de dignidad ¨¦tica.
Yo, pecador, compro poco, y me confieso, avergonzado, sin coche, meditando sobre aquello que dijo Margaret Thatcher: "Un hombre de m¨¢s de 30 a?os que va al trabajo en autob¨²s puede considerar su vida un fracaso". Tengo un exprimidor de naranjas, manual, que yo consideraba un gran adelanto t¨¦cnico porque no necesita electricidad, pero el otro d¨ªa me explicaron que es un artefacto inc¨®modo y anacr¨®nico. No tengo tel¨¦fono m¨®vil, aunque alguna vez me prestan uno, lo que me hace un aprovechado y un asocial. La econom¨ªa, tal como es, es una fuente de choques personales y colectivos, y el dinero disuelve todos los v¨ªnculos y tradiciones firmes, o eso dec¨ªan los marxistas. Pero yo veo que el dinero es el v¨ªnculo que nos queda, la ¨²nica tradici¨®n de verdad, y podemos salvarla con la ¨²nica operaci¨®n financiera accesible al que no tiene capital: comprar.
El instinto de supervivencia coincide hoy con el instinto de consumir. Comprar mejora la imagen que nos hacemos de nosotros mismos. Compramos y participamos en la gran econom¨ªa mundial. Salvamos la econom¨ªa para salvarnos. Somos buenos si compramos: comprar es una obra de misericordia. Hemos ido de la Navidad, celebraci¨®n del nacimiento de un imposible dios humano y mortal, a los Reyes Magos y las rebajas, esa fiesta del comercio, nacimiento divino del v¨ªnculo social del dinero y el mercado. Comprar en estas fechas es una tradici¨®n de la comunidad, es decir, parte de su sustancia ¨¦tica, aunque sea triste comprar compulsivamente, porque uno se lleva lo que quer¨ªa, pero siempre quiere ya otra cosa y lo que quer¨ªa no es exactamente lo que quer¨ªa, siempre falta algo. Lo que ya tenemos acaba siendo decepcionante. Lo mejor es lo que no podemos permitirnos y la novedad que todav¨ªa no ha llegado a la tienda.
Ahora, compremos lo que compremos, nos llevamos la alegr¨ªa de haber obrado bien. Comprar es amar si amar es compartir. Compramos por amor a la humanidad, a nuestro modo de vida. El cristianismo fue la religi¨®n del amor. Ha habido una descristianizaci¨®n de estas fiestas, propia de las sociedades democr¨¢ticas, presuntamente sin religi¨®n oficial. Pero es muy emocionante saber que, para dar ejemplo, el consejero de Consumo de la Junta se compr¨® en una tienda del centro de M¨¢laga un traje por 300 euros, a mitad de precio. Esto es el consumo como amor, como ¨¢gape, como caridad que empieza por uno mismo, la caridad cat¨®lica, esa variante del ego¨ªsmo: caridad para mejorar la propia situaci¨®n econ¨®mica. La autoestima depende estos d¨ªas de lo que uno gaste, pero yo pienso en el diagn¨®stico de Gilles Lipovetsky: "Cuanto m¨¢s se incita a la gente a comprar m¨¢s insatisfacciones hay".
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