Arousa homenajea a la conserva
El Ayuntamiento de A Illa crea un museo en la antigua f¨¢brica de los Goday
La historia de Galicia no se puede entender sin el empuje de la pesca. Y el desarrollo de esta industria tiene mucho que agradecer a la implantaci¨®n de la conserva. Entre importaciones y exportaciones, ¨¦sta es una de las tres regiones del mundo m¨¢s importantes para la industria conservera. A Estados Unidos y Tailandia les sigue Espa?a y, aqu¨ª, el 80% de la producci¨®n se concentra en Galicia, donde genera casi 12.000 empleos, sobre todo de mujeres. En honor de ese papel protagonista el Ayuntamiento de A Illa de Arousa est¨¢ a punto de culminar su proyecto m¨¢s sentido: el Museo da Conserva, un homenaje a las mujeres y los hombres que trabajaron y trabajan en las f¨¢bricas asentadas en la costa gallega.
El catal¨¢n Juan Goday lleg¨® al lugar en 1843 y fund¨® una factor¨ªa de salaz¨®n
El secreto mejor guardado del sector era la receta del escabeche
La recuperaci¨®n de la antigua f¨¢brica de los hermanos Goday -la primera mecanizada- y del entorno de la casa familiar y su frondoso jard¨ªn versallesco son las claves de esta actuaci¨®n que dirige el arquitecto Manuel Gallego. El testimonio escrito e in¨¦dito del que fuera jefe de la f¨¢brica en los 50, Juan Fern¨¢ndez Casal, aporta la versi¨®n viva de las condiciones laborales y los procesos de transformaci¨®n de aquellos a?os. El anecdotario se estren¨® con la disposici¨®n de varios deshumidificadores industriales en la nave, construida en 1879, que pusieron al descubierto "kilos y kilos de sal" incrustados en las paredes centenarias. "Parec¨ªa que la piedra sangraba sal", recuerda el alcalde de A Illa, Jos¨¦ Manuel V¨¢zquez. Los trabajos, impulsados tambi¨¦n desde la Conseller¨ªa de Pesca, ya dejan descubrir el aspecto original de la factor¨ªa, que conserva intacto el suelo de cemento pulido o las hermosas columnas verdes que marcan el pasillo central de la nave, recuperado con las t¨¦cnicas del siglo XIX.
Sin embargo, la historia de esta familia en A Illa comienza ya en 1843, cuando el catal¨¢n Juan Goday llega para instalar una salaz¨®n. La producci¨®n conservera se reduc¨ªa, entonces, a una peque?a cantidad de botes de vidrio. La familia Curbera y los Goday fueron pioneros en Galicia, aunque existen discrepancias a la hora de establecer cu¨¢l fue el primero en introducir la producci¨®n industrial. En el caso de los Goday, trabajaban "al estilo Nantes". El producto se cocinaba -al vapor, frito, en escabeche o cocido- antes de ser enlatado. Dos a?os despu¨¦s de su puesta en marcha, en 1881, el rey Alfonso XII la visita y decide nombrarla proveedora de la Casa Real, como recuerda Xo¨¢n Dopico, colaborador del museo. Una calidad que ven¨ªa tambi¨¦n dada por el aceite de oliva (m¨¢s caro que el propio pescado) y productos como la aguja, el espad¨ªn, el trancho, el berberecho, la navaja, la almeja, la sardina, el bonito, el pulpo, el calamar, el mejill¨®n, la zamburi?a, la caballa o el bocarte. Las marcas ten¨ªan marcado car¨¢cter aut¨®ctono: Samil, Estrecho de Rande o Sei que che sabe, esta ¨²ltima de A Pobra do Carami?al, la primera que consta en gallego en la Oficina de Patentes, registrada por Celestino Porteiro, en 1913.
Hasta 1961, a?o en que cerr¨®, la planta estuvo en manos de los Goday. Toda la expectaci¨®n se la llevaba la camioneta adquirida por los catalanes, con motor de manivela, a la que bautizaron como A Cachonda, porque todos se volv¨ªan para mirarla. Y mientras las hijas del empresario paseaban por los jardines acompa?adas por una institutriz francesa, ni?as de al menos 12 a?os se dejaban las manos y la vista al otro lado de la verja en jornadas que superaban las 12 horas. Y es que en aquel momento todo el proceso de transformaci¨®n se realizaba con premura (por lo perecedero del producto) y de forma manual, pieza a pieza y lata a lata.
Fern¨¢ndez recuerda c¨®mo una noche las mujeres, aprovechando uno de los m¨²ltiples apagones, engulleron las huevas de chopo fritas que hab¨ªan de envasar. Aquel d¨ªa cerraron las puertas de la f¨¢brica para que no pudieran salir a cenar, ante el temor de que no volvieran al trabajo y las capturas se echaran a perder. En el 56 todas las trabajadoras de las conserveras de A Illa abandonaran su puesto en son de huelga. "Intent¨¦ pararlas y casi tiran conmigo", recuerda el entonces jefe. Consiguieron una subida de cuatro pesetas en el jornal diario. Todo se hac¨ªa a mano, desde el aceitado al cierre de envases, aunque uno de los procesos m¨¢s singulares lo conformaba la elaboraci¨®n del escabeche, cuya f¨®rmula era el secreto mejor guardado.
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