Obsesi¨®n telef¨®nica
En casi todos los hogares suena con mayor frecuencia el tel¨¦fono durante estas interminables fiestas navide?as que se clausuran con la mon¨¢rquica noche de hoy. Voces que tardamos en identificar como parientes o conocidos de los que no se volver¨¢ a saber, hasta el a?o pr¨®ximo. Durante las semanas precedentes mi tel¨¦fono sonaba, puntualmente, a las diez y media de la noche. Me levanto del c¨®modo sill¨®n y del auricular no sale el menor sonido. Pens¨¦ que era alguien que pretend¨ªa chincharme las veladas y ni siquiera me enfad¨¦. Supuse que exist¨ªa un servicio de la Compa?¨ªa, que pod¨ªa contratarse para hacer sonar el timbre en momento determinado, especialmente molesto.
En informaci¨®n aseguran que no tienen constancia de prestaciones semejantes, pero que, si yo lo cre¨ªa oportuno, llamase en horas de oficina o en las de atenci¨®n al cliente. Alguien, m¨¢s versado, aventur¨® la idea de que yo hubiera manipulado algunas teclas. A partir del primero de enero no ha vuelto a sonar.
Los m¨®viles con infinitas prestaciones est¨¢n entre las peticiones m¨¢s frecuentes a los Reyes
Muchas gestiones son por tel¨¦fono, y una de las m¨¢s repetidas es la oferta de p¨®lizas
Los que vivimos solos la mayor parte del tiempo tenemos al tel¨¦fono como ¨²nico intermediario con el mundo exterior, pero no siempre funciona con nuestra aquiescencia o comodidad. El convencional fue, en sus comienzos, la celestina de los enamorados, y al no computarse la duraci¨®n de las llamadas los j¨®venes permanec¨ªan horas intercambiando expresiones banales que sol¨ªan eternizarse hacia el final: "Bueno, cari?o, ya nos hemos despedido 100 veces, cuelga". "No, amor, cuelga t¨²". "No, t¨² primero". Alguien dijo -en los tiempos prehist¨®ricos de la independencia femenina- que la definici¨®n del optimista correspond¨ªa al que, en una conversaci¨®n telef¨®nica entre dos se?oras, el hecho de decir una de ellas: "Bueno, preciosa, tengo que hacer, cuelgo y hasta ma?ana" significaba que la conversaci¨®n hab¨ªa concluido, lo que no sol¨ªa suceder hasta mucho despu¨¦s. Hoy lo mismo se hace desde los tel¨¦fonos port¨¢tiles, con la singularidad de que el aparato, sea quien fuere el que lo pague, es un artilugio personal que el propietario maneja a su albedr¨ªo.
Seg¨²n informaciones dignas de cr¨¦dito, hasta ahora la solicitud de nuevos modelos de tel¨¦fonos aut¨®nomos, m¨®viles -mobiles para los angl¨®fonos-, celulares, o como quieran llamarlos, figura entre las m¨¢s frecuentes peticiones a los Reyes Magos, siendo m¨¢s solicitado el cambio por cacharros de nueva generaci¨®n con infinitas prestaciones. El de ahora es capaz de hacer fotograf¨ªas, enviar mensajes por Internet, servir como despertador, secretaria eficiente y dem¨¢s.
Muchas gestiones y encomiendas se realizan por tel¨¦fono y una de las m¨¢s repetidas consiste en la oferta de p¨®lizas de seguro, de fabulosas garant¨ªas. Desde antiguo el ser humano procuraba esquivar al agente que intentaba endilgarnos -casi siempre con ¨¦xito- el convenio para garantizar la seguridad futura, la integridad del patrimonio, el valor de los enseres y de las casas, el porvenir de nuestros descendientes y la muerte durante un viaje. Se afianzaban las piernas de los futbolistas, la garganta de los tenores, el antebrazo de los tenistas, hasta las consecuencias de un fracaso matrimonial. La voz del agente, al tel¨¦fono, desde la lejan¨ªa, suena melodiosa, pues cada vez son m¨¢s las mujeres especializadas en el ramo y, antes de que el receptor, si est¨¢ mal educado, corte la comunicaci¨®n con un exabrupto, informan del nombre propio: "Buenas tardes, le habla Consuelo, o Pilar, o Sonsoles, o Vanesa, por favor quiero proponerle un seguro que le va a interesar...".
En ¨¦ste y en cualquier caso, incluso cuando se trata de un error, procuro dar corteses explicaciones, m¨¢s efectivas que una respuesta airada. Especialmente en el ¨¢mbito de los seguros de vida respondo -?ay, ci?¨¦ndome a la verdad!- con entusiasmo: "Me alegro de que me llame, se?orita Mercedes, Enriqueta, Margarita o Lorenza, porque me interesa mucho". Se oye un suspiro de entusiasmo y antes de seguir con la perorata, concluyo. "Me vendr¨ªa muy bien, pero no parezco interesante. Ver¨¢, tengo casi 90 a?os...". Se produce un silencio y, asegur¨¢ndoles que es la pura verdad, las saludo dese¨¢ndoles un feliz y pr¨®spero a?o. Me dan las gracias y yo cuelgo. Lo malo es que hay centenares de compa?¨ªas de seguros, de ventas a plazos y de propuestas inmobiliarias a las que dar parecida explicaci¨®n definitiva. No me importa. Es mi obligaci¨®n de viejo, que as¨ª enfrenta las obsesivas llamadas telef¨®nicas. Lo menos que puedo hacer.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.