Artemisia
Nacida en Roma en 1593 y muerta en N¨¢poles en torno a 1652; o sea: aproximadamente a punto de cumplir la entonces nada desde?able edad de 60 a?os, Artemisia Gentileschi, antes de convertirse en un icono feminista durante el ¨²ltimo tercio del siglo XX, fue considerada una de las m¨¢s notables artistas de su ¨¦poca y, como tal, reclamada por los mejores centros de Italia y de fuera de Italia, como lo corrobora su paso por Roma, Florencia, G¨¦nova, Venecia, N¨¢poles y Londres, por s¨®lo citar los lugares donde permaneci¨® trabajando no de manera epis¨®dica. Hija de un tambi¨¦n destacad¨ªsimo pintor, Orazio Lomi, llamado "Gentileschi" (Pisa, 1563-Londres, 1639), Artemisia no s¨®lo fragu¨® su personal estilo a partir del tenebrismo caravaggista cultivado por su progenitor, sino que tambi¨¦n hered¨® de ¨¦ste el temperamento inquieto y aventurero. Un tr¨¢gico incidente, acaecido en Roma en 1612, al ser violada, cuando contaba 19 a?os, por otro pintor, Agostino Tassi (hacia 1580-1644), y el escandaloso proceso judicial subsiguiente, marc¨® de una manera muy teatral el inicio de la brillante carrera de esta genial y temperamental trotamundos. Tras su muerte, padeci¨® el circunstancial olvido al que fueron sometidos todos los naturalistas y el propio Caravaggio, luego rescatados durante nuestra ¨¦poca.
Antes del aluvi¨®n de textos hist¨®ricos-literarios que ¨²ltimamente se han inspirado en la figura de Artemisia Gentileschi, entre los veranos de 1944 y 1947, la escritora italiana Ana Banti (1895-1985), esposa y colaboradora del gran historiador del arte Roberto Longhi, escribi¨® una espl¨¦ndida novela titulada Artemisia (Alfabia), cuya reciente publicaci¨®n en castellano est¨¢ acompa?ada por una introducci¨®n de Susan Sontag y un pr¨®logo de su traductora, Carmen Romero, que ha mejorado la ya buena versi¨®n editada hace unos a?os. Como acertadamente se?alan estas dos ¨²ltimas, el inter¨¦s del relato de Banti sobre Artemisia es la mezcla de g¨¦neros, pues tiene, simult¨¢neamente, algo de novela hist¨®rica, de biograf¨ªa y de autobiograf¨ªa, sobre todo, porque su autora se implica de forma directa en la narraci¨®n tambi¨¦n como una suerte de ¨¢lter ego de la pintora, a la que comprende, compadece, aplaude y hasta rega?a. Mezcla, pues, sus respectivas identidades sin temor a que salten chispas.
"Morir en la propia cama", escribe Banti en el ¨²ltimo p¨¢rrafo de su novela, "aqu¨¦l era el ¨²nico fin que Artemisia no hab¨ªa previsto cuando persegu¨ªa y hasta hostigaba su propio destino". Es cierto que la vida de esta mujer, cuyo nombre de pila era parad¨®jicamente una advocaci¨®n de la antigua cruel diosa virgen, estuvo plagada de lances y aventuras de todo tipo, aunque su haza?a m¨¢s audaz y admirable fue la de dedicarse, en cuerpo y alma, al arte, ese abrevadero memorable de g¨¦nero epiceno por el que la vida fluye a espuertas de manera singular para quienes no temen a la soledad y, por tanto, no les sorprende la muerte ni en la propia cama. He aqu¨ª si no, tres siglos despu¨¦s de lo sucedido, c¨®mo se sigue retomando el hilo ¨ªntimo de una conversaci¨®n, entre gritos y susurros, nunca por completo descifrada.
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