"Tengo secretos de Estado, pero me los llevar¨¦ al para¨ªso"
El ex primer ministro de Italia Giulio Andreotti se confiesa a los 90 a?os
Siete veces primer ministro y ocho ministro de Exteriores, procesado por asociaci¨®n mafiosa y homicidio (absuelto por prescripci¨®n), hombre beato como pocos, Giulio Andreotti, m¨¢s conocido como Belceb¨², es historia viva de la pol¨ªtica italiana, que ¨¦l domin¨® como quiso con sus formas melifluas y sus cr¨ªpticos juegos de palabras (m¨¢s el apoyo del Vaticano, la Cosa Nostra y Estados Unidos) durante medio siglo.
Senador vitalicio todav¨ªa en activo, el gran pope de la extinta Democracia Cristiana sigue pareci¨¦ndose mucho al protagonista de Il Divo, la terror¨ªfica biograf¨ªa-c¨®mic de Paolo Sorrentino. No es raro verle en el coche oficial desplaz¨¢ndose sin ruido por las calles de Roma, y sigue yendo a misa cada d¨ªa a las siete de la ma?ana en el centro. All¨ª reza un rato y se encuentra con algunos seguidores fieles, que hacen cola para charlar unos minutos con ¨¦l y recibir su ¨®bolo.
"Usaron los procesos judiciales para dejarme fuera de juego pol¨ªticamente"
El mi¨¦rcoles, ese curtido superviviente de la Primera Rep¨²blica italiana que es don Giulio cumplir¨¢ 90 a?os de sarcasmos, clientelismo, sangre de Estado, olfato, pol¨ªtica de campanario, pactos con el diablo y perfidia, y para celebrarlo ha rechazado que le hagan una fiesta -"esperar¨¦ a cumplir los 100"- y ha declarado a La Repubblica: "Conozco algunos secretos de Estado, pero me los llevar¨¦ al para¨ªso. Nunca me ha gustado la pol¨ªtica espect¨¢culo".
"?As¨ª que Belceb¨² acabar¨¢ en el para¨ªso?", le pregunt¨® lleno de coraje el entrevistador, Goffredo de Marchis: "Pienso realmente que s¨ª. Pero por la bondad de Dios, no porque me lo merezca yo". Andreotti naci¨® en Roma el 14 de enero de 1919, pero sigue en buena forma y con la cabeza en su sitio. El Papa, Benedicto XVI, se lo dijo hace poco: "Me lo encontr¨¦ unos d¨ªas atr¨¢s, en el cumplea?os del padre Busa [95 a?os]. Se acerca y me dice: usted no envejece nunca".
De ser tan odiado y atacado, y a la vez tan admirado y protegido, Andreotti ha llegado a ese punto de la vida en que la gente casi se olvida de lo que fue, lo que supuso y lo que hizo, y se siente casi inclinada a probar por ¨¦l ternura y piedad, dos sentimientos que, seg¨²n dijo alguna vez, ¨¦l solo sinti¨® cuando Aldo Moro fue asesinado (con la inestimable colaboraci¨®n de su partido).
Echando la vista atr¨¢s estos d¨ªas, Andreotti ha recordado su infancia. Lo que aparentemente confirma que ¨¦l tambi¨¦n fue ni?o alguna vez. "Mi padre muri¨® cuando yo ten¨ªa dos a?os. Pero mi madre fue una mujer muy capaz, y cri¨® tres hijos con la pensi¨®n de guerra, es decir, cuatro cuartos. Y, sin embargo, nunca nos falt¨® de nada. Crecimos con una cierta parsimonia. Eso tampoco nos falt¨®, y es una cosa bonita. Si luego la vida te da m¨¢s, bien; de otro modo te acostumbras. Yo todav¨ªa soy parsimonioso". A su mujer, Livia, le prometi¨® que se retirar¨ªa a los 60, en 1979. "Son esas promesas que se hacen. Livia al principio se quej¨®, luego ya no. Mi vida es as¨ª, no puedo cambiarla". Ahora a?ora los viejos y buenos tiempos, cuando la pol¨ªtica se hac¨ªa en la calle: "Los primeros a?os era un globetrotter, conoc¨ªa todos los ayuntamientos de mi colegio electoral, el Lazio, nunca dorm¨ªa en casa un s¨¢bado. Es cansado, pero te mantiene vivo. Me gustaba el contacto con la gente. Hacerse una idea de los problemas sobre el papel, en una oficina o, peor a¨²n, en televisi¨®n no es pol¨ªtica, sino un teorema matem¨¢tico".
Pero eso no quiere decir que no est¨¦ al d¨ªa. El triunfo de Barack Obama le parece un "cambio hist¨®rico" y le disgusta "que se subraye el aspecto racial, como si fuese una rareza". Silvio Berlusconi le parece "un hombre que vale, quiz¨¢ afortunado, pero capaz", y como pol¨ªtico cree que va mejorando: "Al principio comet¨ªa un grand¨ªsimo error. Dec¨ªa: vosotros los pol¨ªticos... ?Y ¨¦l qu¨¦ era?".
Cuando le recuerdan que un d¨ªa fue el hombre m¨¢s poderoso de Italia, mira para otro lado. "Qu¨¦ va. Como m¨¢ximo pod¨ªa ser un vasallito. Digamos que me iba bien en mi circunscripci¨®n. Y eso porque me ocupaba de la ma?ana a la noche. Nadie me regal¨® nada. Si no fuese senador vitalicio, la gente me seguir¨ªa votando. Todav¨ªa salgo bastante. Rara vez estoy en casa por la noche".
S¨®lo un reproche: el juicio. "Cuando me acuerdo, siento una rabia incontrolable. Estar bajo tiro por cosas que has hecho, pase. Pero as¨ª no. Usaron los procesos para dejarme fuera de juego pol¨ªticamente. Fue un momento de pol¨ªtica muy mala".
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