Hechos y argumentos
Al igual que ha ocurrido siempre en los conflictos protagonizados por Israel en Oriente Medio, la discusi¨®n sobre la actual campa?a militar contra Ham¨¢s aparece envuelta en datos err¨®neos y argumentos tramposos. Todas las partes recurren a la manipulaci¨®n para ganar la batalla de la opini¨®n p¨²blica.
Conviene recordar, ante todo, que desde el inicio de la segunda Intifada en septiembre de 2000 hasta el 30 de noviembre de 2008, las fuerzas de seguridad israel¨ªes mataron a 4.850 palestinos; los palestinos, por su parte, mataron, en ese mismo periodo de tiempo, a 1.062 israel¨ªes. Los datos proceden de la prestigiosa organizaci¨®n israel¨ª de derechos humanos B'tselem. La ratio, hasta noviembre pasado, era, por tanto, cercana a 5:1; es decir, por cada israel¨ª matado por los palestinos, los israel¨ªes mataron a casi cinco palestinos. Esta ratio se descompensar¨¢ a¨²n m¨¢s cuando se incorporen las cifras de v¨ªctimas mortales del actual ataque a Gaza.
No es cierto que la ruptura de la tregua sea responsabilidad exclusiva de Ham¨¢s
Israel no puede usar procedimientos tan inaceptables como los de Ham¨¢s
La intervenci¨®n en Gaza es consecuencia de la ruptura de la tregua entre Ham¨¢s e Israel que comenz¨® a mediados de junio de 2008. De acuerdo con la informaci¨®n proporcionada por las autoridades israel¨ªes, entre enero y mayo del a?o pasado cayeron 988 cohetes sobre Israel. En el mes en el que se inici¨® la tregua, junio, todav¨ªa se produjeron 87 lanzamientos. Sin embargo, en los meses posteriores este tipo de violencia desapareci¨® casi por completo. Entre julio y octubre de 2008 hubo tan s¨®lo 11 cohetes, lo que muestra que la tregua funcion¨® razonablemente bien durante ese tiempo.
El objetivo de la tregua consist¨ªa en que se detuviera el lanzamiento de cohetes contra Israel a cambio de mejorar las condiciones del bloqueo que el Gobierno israel¨ª impuso a Gaza tras la victoria arrolladora de Ham¨¢s en las elecciones de 2006. El bloqueo se hab¨ªa endurecido notablemente a ra¨ªz de que Ham¨¢s diera un golpe de mano y expulsara a las fuerzas de Fatah en junio de 2007.
A comienzos de noviembre, miembros del Ej¨¦rcito israel¨ª realizaron una incursi¨®n en Gaza para cerrar un t¨²nel que supuestamente pod¨ªa servir para secuestrar soldados. Un miliciano de Ham¨¢s perdi¨® la vida en esta operaci¨®n. Ham¨¢s se veng¨® lanzando nuevos cohetes, a lo que Israel respondi¨® arrojando bombas que mataron a cinco palestinos m¨¢s. A partir de ese momento volvieron los cohetes de forma sistem¨¢tica: 126, en noviembre, y 98, en diciembre. Ham¨¢s recurre a los cohetes ante la dificultad extrema para penetrar en territorio israel¨ª tras la construcci¨®n del muro de seguridad.
No es cierto, por tanto, que la ruptura de la tregua sea responsabilidad exclusiva de Ham¨¢s. Ambos bandos llevaron a cabo acciones que pon¨ªan en peligro el precario cese de hostilidades. Israel pod¨ªa haber intentado reconstruir la tregua, pero ha preferido lanzar una campa?a dur¨ªsima contra la poblaci¨®n de Gaza. Se alega para justificar la ma
tanza de palestinos (cerca de 700 en el momento de escribir estas l¨ªneas, incluyendo un alt¨ªsimo n¨²mero de menores de edad y de civiles que nada tienen que ver con Ham¨¢s) que los israel¨ªes no pueden vivir con el p¨¢nico que genera el lanzamiento constante de cohetes. En efecto, resulta intolerable que acciones terroristas como las de Ham¨¢s sometan a la poblaci¨®n israel¨ª a un estado de alarma permanente. Ahora bien, esas duras condiciones de vida no justifican de ninguna manera que el Ej¨¦rcito israel¨ª pueda matar civiles palestinos en su intento de destruir a los miembros e infraestructuras de Ham¨¢s. De hecho, si intolerables son las condiciones de vida de los israel¨ªes que habitan bajo el radio de alcance de los cohetes, no menos lo son las de los palestinos que tienen la desgracia de vivir en una Gaza depauperada y aislada como consecuencia del bloqueo israel¨ª. De la misma manera que las condiciones l¨ªmite de Gaza no pueden utilizarse para justificar la violencia de Ham¨¢s y otras organizaciones extremistas contra la poblaci¨®n de Israel, tampoco los ataques con cohetes pueden servir de coartada para sancionar la represi¨®n generalizada contra los palestinos de Gaza.
El Ej¨¦rcito israel¨ª no reconoce que se est¨¦ usando la fuerza contra los civiles palestinos. Afirma que sus operaciones son selectivas y que si, en todo caso, mueren civiles, se debe fundamentalmente a que los miembros de Ham¨¢s utilizan a los civiles como "escudos humanos". Es un recurso ¨¦ste muy socorrido. Tambi¨¦n ETA acusa a las fuerzas de seguridad de emplear a sus parejas e hijos como escudos humanos cuando hace explotar una bomba en una casa cuartel de la Guardia Civil.
Por un lado, debe recordarse que tan crimen es utilizar escudos humanos para tratar de evitar un ataque enemigo, como atacar al enemigo cuando se ha rodeado de civiles ajenos al conflicto. Las leyes internacionales de la guerra condenan ambas pr¨¢cticas.
Por otro lado, el examen de lo ocurrido en la invasi¨®n del sur del L¨ªbano en el verano de 2006 permite poner en cuesti¨®n las tesis del Ej¨¦rcito israel¨ª. En aquella ocasi¨®n las tropas israel¨ªes mataron a 1.109 libaneses, la mayor¨ªa de ellos civiles. Como ahora, las autoridades de Israel recurrieron sistem¨¢ticamente al pretexto de los escudos humanos. Sin embargo, una organizaci¨®n independiente y fuera de toda sospecha como Human Rights Watch realiz¨® un examen sistem¨¢tico de la campa?a del L¨ªbano y concluy¨® que en la gran mayor¨ªa de los casos en que los israel¨ªes mataron civiles, la existencia de "escudos humanos" era una exageraci¨®n, cuando no inventos o simples mentiras. El informe (Why They Died, septiembre de 2007) mostraba de forma convincente la escasa preocupaci¨®n que tuvo el Ej¨¦rcito israel¨ª por la vida de los civiles.
Israel es, en muchos sentidos, una democracia admirable, sobre todo en comparaci¨®n con los reg¨ªmenes de sus pa¨ªses vecinos. Ahora bien, la historia del colonialismo demuestra que las democracias pueden en ocasiones tener hacia grupos externos comportamientos tan crueles como los de cualquier r¨¦gimen desp¨®tico. Las circunstancias de Israel son, ciertamente, muy especiales, pues la colonia, Gaza en este caso, est¨¢ pegada a la metr¨®poli, lo que hace a ¨¦sta mucho m¨¢s vulnerable. En este sentido, Israel tiene el derecho, incluso la obligaci¨®n, de defenderse de los ataques que recibe. Pero no puede hacerlo utilizando procedimientos que son tan inaceptables como los que pretende combatir. Israel no puede ponerse a la altura de Ham¨¢s. La situaci¨®n en Gaza antes del ataque ya era una verg¨¹enza desde el punto de vista humanitario. ?Qu¨¦ decir ahora, tras la matanza de civiles emprendida por el Ej¨¦rcito Israel¨ª?
Si abandonamos el terreno de los principios y nos centramos en las consecuencias del ataque, el panorama no mejora mucho. La idea misma de acabar a sangre y fuego con una organizaci¨®n tan compleja como Ham¨¢s, con tantos apoyos sociales, tiene mala defensa. La experiencia comparada pone de manifiesto que este tipo de represi¨®n indiscriminada rara vez consigue sus prop¨®sitos. Suele m¨¢s bien dar lugar a efectos contrarios a los buscados. Puede que Ham¨¢s se vea obligada en el corto plazo a aceptar una nueva tregua, pero lo que es indudable es que las posibilidades de que esta organizaci¨®n acabe apostando por una soluci¨®n pragm¨¢tica basada en la coexistencia de dos Estados, el israel¨ª y el palestino, se alejan peligrosamente.
Ignacio S¨¢nchez-Cuenca es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad Complutense de Madrid.
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