La culminaci¨®n del sue?o de Martin Luther King
La comunidad negra siente con gran intensidad el momento de cambio
El peque?o Jackson ha perdido una manopla y llora. Valerie Jamison, su madre, intenta consolarle y le dice que "el reverendo" le est¨¢ contemplando y estar¨¢ pensando que llora "por muy poca cosa". Cuando parece que el ni?o va a reflexionar sobre lo que acaba de o¨ªr, arranca a llorar desesperadamente de nuevo. Esta vez es imparable. "Es muy joven y no es consciente del momento que est¨¢ viviendo", explica Jamison, soltera, 34 a?os. Casi escondida bajo dos bufandas, un gorro y las solapas de un grueso abrigo, esta mujer llegada junto a otros familiares de Atlanta (Georgia) para asistir a la toma de posesi¨®n de Barack Obama celebraba ayer con emoci¨®n el D¨ªa de Martin Luther King (MLK).
"No pens¨¦ que vivir¨ªa para verlo", dice una mujer que sufri¨® la segregaci¨®n
Cada cuatro a?os, el d¨ªa de la jura del cargo como presidente de EE UU pr¨¢cticamente coincide en el calendario con la celebraci¨®n del nacimiento de MLK, en una fecha convertida en fiesta nacional que se celebra el tercer lunes de enero de cada a?o.
"De alguna manera, ¨¦sta es nuestra fiesta", explica la madre entre los gimoteos de Jackson. "Sin querer dejar a nadie fuera, los afroamericanos vivimos este d¨ªa de una manera especial, el reverendo fue nuestra luz, nos dijo que el sue?o de un pa¨ªs en el que todos fu¨¦ramos iguales era posible", cuenta Jamison mientras comienza a emocionarse. "Ese d¨ªa ha llegado. Ese sue?o se ha realizado. Obama es mi Martin Luther King".
Emoci¨®n, mucha emoci¨®n. Y l¨¢grimas de las que suele haber pocas, de felicidad. Las calles que rodean la Casa Blanca estaban ayer abarrotadas de gente. Cientos de miles de personas. Y una gran mayor¨ªa de ellos era de raza negra. "Es un d¨ªa de MLK muy especial, Obama no estar¨ªa donde est¨¢ si no fuera por King. Puede que ninguno de nosotros lo estuvi¨¦ramos, ¨¦l abri¨® el camino", declara Alma, que se r¨ªe cuando se le pregunta la edad y, coqueta, rechaza decirla. Pero sus amigas la delatan y dicen que m¨¢s de 70. "?Pero si cumpli¨® los 30 cuando nos mataron la esperanza!", delata otra en tono po¨¦tico refiri¨¦ndose al asesinato en 1968 del l¨ªder negro defensor de los derechos civiles. Son cuatro mujeres negras. Llegaron hace tres d¨ªas de Selma, Alabama. Todas se abren los abrigos y muestran orgullosas la misma camiseta con el rostro de King impreso junto al del primer presidente negro de la naci¨®n. "?Lo ve? Ya no es un sue?o", suspira Alma.
Y es que hubo un tiempo en EE UU en que hasta ir al cine era una enso?aci¨®n para los negros. "No pod¨ªamos ir a los restaurantes, a las partes de ricas de la ciudad. Ni al cine", relata Joanne Ross, con dificultad para hablar debido a la emoci¨®n. Originaria de Kentucky, Ross vivi¨® la segregaci¨®n en la virginiana ciudad de Richmond. Beb¨ªa agua en una fuente distinta a la de los blancos. Viajaba en una parte diferente del autob¨²s y, por supuesto, no se mezclaba con los blancos. Hoy est¨¢ en Washington y ma?ana ver¨¢ c¨®mo un hombre negro entra para quedarse al menos durante cuatro a?os en la Casa Blanca. "No pens¨¦ que vivir¨ªa para verlo". No puede decir nada m¨¢s, las mejillas marcadas con las l¨¢grimas de la felicidad.
Gente y m¨¢s gente tratando de conseguir su mejor foto de la Casa Blanca el d¨ªa antes de que Obama sea su nuevo inquilino. El peque?o Jackson sigue triste y ajeno a la historia. ?l s¨®lo piensa en su manopla. ?l vive ajeno a si el sue?o le ha alcanzado o no. Quiz¨¢ Jackson y su actitud son la prueba de que se ha culminado. "Existe una generaci¨®n entera que crecer¨¢ dando por hecho que un afroamericano ocupa la Casa Blanca", dijo Barack Obama hace unos d¨ªas en el diario The Washington Post. "Eso marca un antes y un despu¨¦s. Ha cambiado c¨®mo los ni?os negros se ven a s¨ª mismos. Y c¨®mo los ni?os blancos miran a los ni?os negros. Yo no despreciar¨ªa la fuerza que tiene algo as¨ª".
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