Las m¨¢scaras del antih¨¦roe

Ser¨ªa presuntuoso generalizar sobre lo que ha dado en llamarse la "nueva ola" del cine argentino, entre otras cosas por el parcial conocimiento de dicha cinematograf¨ªa que los azares (o las estrategias de supervivencia) de la distribuci¨®n propician. Con todo, El otro -y sus posibles sinton¨ªas con los ¨²ltimos trabajos de Lucrecia Martel o Pablo Trapero- permite aventurar, con excusable margen de error, que las se?as de identidad de dicho relevo generacional podr¨ªan estar en el desplazamiento de una mirada social hacia lo subjetivo, en la definitiva superaci¨®n de los peligros del sentimentalismo (y la cursiler¨ªa) y en la b¨²squeda de una ambiciosa expresi¨®n formal que funcione como segunda piel para los desaf¨ªos de un relato que, a menudo, flirtea con lo inexpresable.

Segundo largometraje de Ariel Rotter -otro cineasta formado en la publicidad que se revela poseedor de una mirada radical y puramente cinematogr¨¢fica-, El otro narra la deriva de un individuo en presumible crisis de mediana edad -un intenso Julio Ch¨¢vez, con su f¨ªsico a medio camino entre Sancho Gracia y Emilio Guti¨¦rrez Caba-, que, en el curso de un viaje profesional, decide escapar de s¨ª mismo a trav¨¦s de una sucesi¨®n de m¨¢scaras ef¨ªmeras. Si en S¨®lo por hoy (2001), su ¨®pera prima, Rotter diseccionaba la idea de grupo como enjambre de desconexiones, aqu¨ª su mirada se centra en el individuo y sus desvelos ante la imposibilidad (y los peligros) de conjugarse en plural. No es una pel¨ªcula f¨¢cil, pero la presencia de Ch¨¢vez logra exorcizar los demonios del tedio y el hermetismo.