"Soy un contador de historias, todo lo dem¨¢s da igual"
Madrugada de invierno de un a?o sin precisar, unos minutos antes del amanecer. Un jumbo de Air India secuestrado por un grupo terrorista isl¨¢mico estalla en pleno vuelo sobre el Canal de la Mancha. Mientras caen en picado sobre una playa de la costa inglesa, dos pasajeros que han sobrevivido milagrosamente al atentado comentan despreocupadamente la ins¨®lita situaci¨®n en que se encuentran... As¨ª arranca Los versos sat¨¢nicos, una de las novelas m¨¢s pol¨¦micas de todos los tiempos. El nombre de su autor, Salman Rushdie, adquiri¨® una notoriedad sin precedentes entre millones de personas de Oriente y Occidente que jam¨¢s llegar¨ªan a abrir el libro. ?La raz¨®n? Que en ciertos pasajes figuran alusiones a una religi¨®n que se asemeja al islam, cuyo libro sagrado retoca por su cuenta un escriba imaginario que responde al nombre de Salman. Lo que sucedi¨® tras la publicaci¨®n de la novela es de sobra conocido: algunos l¨ªderes religiosos musulmanes interpretaron literalmente la estratagema novel¨ªstica de Rushdie, juzgando que su obra constitu¨ªa una blasfemia contra el islam. El Gobierno iran¨ª presidido por el ayatol¨¢ Jomeini promulg¨® una fetua (condena de muerte) contra el autor, ofreciendo una cuantiosa recompensa a quien ejecutara la sentencia. El libro fue prohibido en numerosos pa¨ªses y quemado en diversos actos de repudia p¨²blica, desencaden¨¢ndose violentos disturbios y manifestaciones que costaron la vida a varias personas en tres continentes.
Siguieron a?os de dificultad extrema para el autor, que se vio obligado a vivir en rigurosa reclusi¨®n, cambiando constantemente de domicilio, rodeado d¨ªa y noche de una escolta de polic¨ªas secretos. En 1993 se ratific¨® la fetua. Tres personas relacionadas con la publicaci¨®n del libro sufrieron atentados. El traductor de la novela al japon¨¦s fue asesinado. El Gobierno iran¨ª suspendi¨® oficialmente la condena en 1998, aunque diversos grupos radicales se negaron a acatar la decisi¨®n. Hoy Rushdie recibe ocasionalmente notas que le recuerdan la fat¨ªdica sentencia. En 2005 el ayatol¨¢ Ali Jamenei declar¨® que la condena segu¨ªa en vigor. En 2007, la reina Isabel II lo nombr¨® Caballero de la Orden del Imperio Brit¨¢nico, gesto que desat¨® una nueva oleada de furia contra Rushdie en amplias zonas del mundo isl¨¢mico.
Durante todo este tiempo, el autor angloindio ha procurado mantenerse fiel a sus principios ¨¦ticos y est¨¦ticos. Entre 2004 y 2006 ejerci¨® como presidente del PEN American Center, organizaci¨®n que desde su sede neoyorquina vela por la libertad de expresi¨®n y la independencia de los escritores de todo el mundo.
Rushdie puede despertar sentimientos encontrados entre sus compa?eros de oficio. Dos autores de gran prestigio que han escrito desde perspectivas muy distintas sobre el islam se pronunciaron contundentemente en su d¨ªa sobre la suerte del escritor. El egipcio Naghib Mafouz, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1988, reaccion¨® a la fetua dictada contra Rushdie acusando de terrorismo intelectual a Jomeini, para ulteriormente matizar que nadie tiene derecho a ofender las creencias de los dem¨¢s. La visi¨®n de Salman Rushdie es diametralmente opuesta: "Sin el derecho a ofender", observ¨® en una ocasi¨®n, "no se puede hablar de libertad de expresi¨®n". En otro momento apostill¨®: "No hay nada m¨¢s f¨¢cil que impedir que un libro nos ofenda. Basta con cerrarlo". Haciendo alarde de su ¨¢cido sentido del humor, V. S. Naipaul, premio Nobel de Literatura en 2001 y autor de Viaje al islam, resumi¨® de modo lapidario el affaire Rushdie, sosteniendo que la fetua pronunciada contra ¨¦l era un caso de cr¨ªtica literaria llevada a sus extremos.
Tanta humareda nos puede hacer olvidar un dato esencial: Salman Rushdie es uno de los narradores con mayor talento de nuestra ¨¦poca. En opini¨®n de Christopher Hitchens, el controvertido autor de Dios no es bueno, de no haber sido por la fetua, hace tiempo que le habr¨ªan concedido el Premio Nobel de Literatura. Ingenioso, inventivo y vers¨¢til; caracterizado por un rigor y solidez poco comunes; capaz de saltar entre la realidad y la fantas¨ªa con asombrosa agilidad, as¨ª como de hibridar tradiciones y g¨¦neros aparentemente irreconciliables, el corpus novel¨ªstico de Salman Rushdie -cuya ¨²ltima novela, El encanto de Florencia (Mondadori), se publica a finales de febrero en Espa?a- sorprende por la brillantez de su lenguaje, por la audacia de sus planteamientos narrativos y por su destreza t¨¦cnica.
En persona, Salman Rushdie desborda vitalidad. Dotado de un talento inusual para la narraci¨®n oral, su conversaci¨®n es tan vers¨¢til, amena, ¨¢gil, torrencial e imaginativa, como el sinf¨ªn de historias que se cruzan vertiginosamente en las p¨¢ginas de sus libros.
Una de las caracter¨ªsticas m¨¢s acusadas de toda su obra literaria parece ser su habilidad para desenvolverse con id¨¦ntica facilidad en el plano de la realidad y el de la fantas¨ªa. De peque?o, devoraba libros de ciencia-ficci¨®n. Era la edad de oro del g¨¦nero: Ray Bradbury, Philip K. Dick, Isaac Asimov, Stanislav Lem, aunque muchos de los autores que le¨ªa eran francamente malos. Eran los a?os de la carrera espacial, cuando los rusos lanzaron los primeros Sputniks, a finales de los cincuenta. La ciencia-ficci¨®n es un veh¨ªculo perfecto para la novela de ideas. Uno de mis relatos favoritos de todos los tiempos es Los 9.000 millones de nombres de Dios, de Arthur C. Clarke. En ¨¦l se cuenta la historia de dos cient¨ªficos que por encargo de unos lamas tibetanos construyen un ordenador cuyo fin es programar todas las permutaciones posibles del nombre de Dios. Cuando concluyan la tarea, sobrevendr¨¢ el fin del mundo. Es un cuento enigm¨¢tico y magistral. Pero no todo lo que le¨ªa era as¨ª. Por lo general, eran libros muy mal escritos. Los personajes no eran cre¨ªbles: cient¨ªficos que llevaban bata y mujeres extraordinariamente atractivas que ten¨ªan unos pechos descomunales [risas]. En cuanto a mi inter¨¦s por la fantas¨ªa, me parece importante subrayar algo fundamental, que a veces se nos olvida: la frontera entre la realidad y la imaginaci¨®n no es algo fijo. El realismo es s¨®lo una forma m¨¢s de describir el mundo, y no es necesariamente la mejor ni la m¨¢s interesante. Yo nac¨ª en un pa¨ªs donde la fantas¨ªa lo envuelve a uno desde el momento de nacer. La mitolog¨ªa india es de una riqueza portentosa, y no me refiero s¨®lo a las leyendas religiosas, sino a la tradici¨®n narrativa que tiene su origen en Las mil y una noches, muchas de cuyas historias surgieron en India antes de traducirse al persa y al ¨¢rabe. Crecer escuchando la historia de Simbad el Marino, de Al¨ª Bab¨¢ o Aladino deja una impronta imborrable en la imaginaci¨®n de un futuro escritor. El realismo no es m¨¢s que una convenci¨®n. Si es necesario, recurro a ella, pero no es el ¨²nico recurso ni mucho menos.
?Podr¨ªa evocar algunos recuerdos de su familia? Tanto mi familia paterna como la materna eran oriundas de Cachemira, aunque las dos ramas llevaban bastante tiempo afincadas en India cuando yo nac¨ª. Mi abuelo materno era un hombre muy religioso. Peregrin¨® a La Meca y a lo largo de toda su vida cumpli¨® escrupulosamente con el precepto de orar cinco veces al d¨ªa. Sus nietos nos re¨ªamos de ¨¦l vi¨¦ndole darse de frentazos contra la alfombra, claro que los ni?os nunca se han caracterizado por ser muy respetuosos. Mi abuelo no se lo tomaba a mal. Ten¨ªa muy buen car¨¢cter. Todo lo contrario que mi abuela, una mujer feroz que nos inspiraba un miedo terrible. Viv¨ªan en una casa muy grande, en un lugar llamado Nadi Garu, y all¨ª se reun¨ªa toda la familia dos o tres veces al a?o. Mi abuelo fund¨® una escuela de medicina en Aligarh, en las afueras de Nueva Delhi. Hab¨ªa all¨ª una universidad isl¨¢mica muy importante. En la escuela de mi abuelo se simultaneaba el estudio de la medicina occidental con la tradicional del Ayurveda. Mi madre lleg¨® a ser una gran experta en hierbas medicinales y cuando ca¨ªa enfermo me daba una p¨®cima est¨²pida que ten¨ªa un sabor repugnante y no me hac¨ªa ning¨²n efecto, mientras que a mis compa?eros de clase les daban antibi¨®ticos y enseguida se curaban [risas]... Mi familia era muy variada, hab¨ªa de todo. La hermana mayor de mi madre era profesora en la Universidad de Karachi, y la peque?a se cas¨® con un general pakistan¨ª que ten¨ªa mucho poder [risas]. Luego estaban mis t¨ªos, uno era un funcionario de alto rango y el otro trabajaba de guionista en Bollywood. Creo que lleg¨® a dirigir alguna pel¨ªcula. Su esposa era actriz y bailarina. En mi familia el cine era algo muy importante.
Usted naci¨® en Bombay, ?cu¨¢ndo se trasladaron sus padres all¨ª? Mis padres y mis abuelos viv¨ªan en Delhi. Mi padre era hijo ¨²nico. Su padre, mi abuelo, ten¨ªa mucho dinero, era propietario de una f¨¢brica de tejidos. Mis padres se casaron en Nueva Delhi en 1946. Era una ¨¦poca muy tensa. La independencia de India era inminente. La idea era dividir el pa¨ªs en dos partes, una hind¨², India propiamente dicha, y otra musulmana, Pakist¨¢n. Mis padres eran musulmanes, pero no ejerc¨ªan. Lo m¨¢s que hac¨ªan era abstenerse de comer carne de cerdo, en eso consist¨ªa para nosotros el islam [risas]. Ten¨ªan clar¨ªsimo que no quer¨ªan vivir en un Estado isl¨¢mico como Pakist¨¢n. Por otra parte, no les hac¨ªa ninguna gracia la idea de vivir en Delhi, porque el ambiente que se respiraba era verdaderamente peligroso. Hab¨ªa una tensi¨®n insoportable entre hind¨²es y musulmanes y el conflicto pod¨ªa estallar en cualquier momento, como efectivamente ocurri¨®. Mi abuelo paterno muri¨® antes de nacer yo. Mi padre decidi¨® vender la f¨¢brica e irse a vivir con mi madre a Bombay, que gozaba de la reputaci¨®n de ser una ciudad mucho m¨¢s cosmopolita y tolerante, mucho menos explosiva. Cuando se fueron de Delhi, mi madre estaba embarazada de lo que resultar¨ªa ser yo, de modo que se puede decir que fui a Bombay con ellos [risas]. Yo nac¨ª en 1947, ocho semanas antes de la independencia del pa¨ªs.
?C¨®mo era el Bombay de su infancia? Bombay era la ciudad m¨¢s moderna y cosmopolita de India, el gran puerto occidental del pa¨ªs, por el que entraba directamente la influencia del resto del mundo. En Bombay siempre ha habido muchos extranjeros, gente llegada de todos los confines de la tierra. Las dem¨¢s grandes ciudades de India eran mucho m¨¢s uniformes. En Nueva Delhi todo el mundo era indio. En Calcuta todo el mundo era bengal¨ª, y en Madr¨¢s, sure?os, mientras que Bombay era una gran metr¨®polis que atra¨ªa a gente de todos los rincones de India. El ambiente que reinaba en la ciudad era muy cosmopolita y tolerante. El Bombay en que yo crec¨ª era una urbe secularizada y no violenta, lo cual me hizo suponer que el mundo era as¨ª. Desde ni?o me acostumbr¨¦ a ver c¨®mo conviv¨ªan entre s¨ª diversas sectas y religiones sin que ello supusiera ning¨²n conflicto. Nos llev¨¢bamos bien con los que ten¨ªan otras creencias, celebr¨¢bamos los festivales de las otras religiones. Sectas muy distintas entre s¨ª viv¨ªan en perfecta armon¨ªa. Mi infancia en Bombay marc¨® de manera muy profunda mi modo de percibir el mundo.
?Qu¨¦ edad ten¨ªa cuando lo enviaron a estudiar a Inglaterra? Trece a?os y medio. Estuve interno en Rugby, una escuela p¨²blica muy prestigiosa. A los 18 me matricul¨¦ en el King's College de Cambridge. Estudi¨¦ historia, en contra de la voluntad de mi padre, que quer¨ªa que estudiara econ¨®micas. De aquellos a?os me qued¨® el molde del m¨¦todo que aplican los historiadores en su disciplina, una manera de mirar el mundo buscando el sentido profundo de los hechos, jerarquiz¨¢ndolos conforme a su importancia. Mi verdadera pasi¨®n era la literatura, pero jam¨¢s la estudi¨¦ de manera formal. No se me pas¨® por la cabeza que fuera posible hacer nada semejante. Desde la adolescencia fantase¨¦ con la idea de ser escritor, pero la idea de estudiar literatura no ten¨ªa nada que ver con ello. Para m¨ª, leer no pod¨ªa ser una asignatura, sino una forma de placer. Cuando me met¨ªa en una librer¨ªa, sal¨ªa cargado con un bot¨ªn de libros; luego me encerraba a devorarlos como si fueran golosinas.
?Qu¨¦ ley¨® durante los a?os que pas¨® en la universidad? Recuerdo que ten¨ªa una novia que estaba haciendo una tesis doctoral sobre Finnegans Wake, la endiablada obra final de Joyce. Se titulaba algo as¨ª como James Joyce y el nouveau roman franc¨¦s. Por aquella relaci¨®n me toc¨® leer a autores experimentales como Michel Butor y Alain Robbe-Grillet... Me tuve que leer Finnegans Wake dos veces. Fue el precio que tuve que pagar por estar enamorado [risas]. En fin, s¨ª, toda la novela del siglo XVIII, libros como Tristram Shandy, de Lawrence Sterne, y Tom Jones, de Henry Fielding, me impactaron mucho. Tambi¨¦n le¨ª mucha literatura americana. Por entonces descubr¨ª a Pynchon.
Otro autor complicado... Ahora ya se me ha pasado, pero cuando lo descubr¨ª de joven sent¨ª veneraci¨®n absoluta por ¨¦l. Tiene una novela titulada V. que me pareci¨® sencillamente maravillosa. El resto de su obra me interes¨® menos, pero V. me pareci¨® fascinante. Las ideas de Pynchon son sumamente interesantes. Tiene un sistema dual en el que por una parte est¨¢ el concepto de paranoia y por otra el de entrop¨ªa. Seg¨²n Pynchon, el mundo tiene un significado, s¨®lo que es inaccesible porque hay ciertas fuerzas que se encargan de mantenerlo oculto. Tan s¨®lo un c¨ªrculo selecto de gente posee el secreto del significado del mundo, aunque por lo menos se sabe que lo tiene. Por otra parte, est¨¢ la idea de la muerte del universo, que es algo que acaece lentamente... Para Pynchon la vida es como una fiesta que se va apagando poco a poco [risas] y su sentido final se nos escapa, de modo que libertad y ausencia de significado son equivalentes.
En 1981 publica 'Hijos de la medianoche', considerada su obra m¨¢s importante. Lo empec¨¦ a escribir sin saber muy bien d¨®nde iba a parar. Cuando pienso en el l¨ªo en que se meti¨® el joven que era yo entonces me asusto. Hay que ser muy joven y muy est¨²pido para atreverse a escribir un libro tan arriesgado, sobre todo teniendo en cuenta que mi primera novela no hab¨ªa ido lo que se dice precisamente bien. Al principio s¨®lo quer¨ªa escribir una novela sobre la infancia. Luego se me ocurri¨® la idea de los 1.001 ni?os dotados de poderes m¨¢gicos y tuve que aceptar las consecuencias de tal decisi¨®n. Los poderes m¨¢gicos de los ni?os se derivan del hecho de que su nacimiento coincide con el de India como naci¨®n independiente. En aquel momento comprend¨ª que ten¨ªa que escribir un libro de una escala mucho mayor, por haber a?adido una dimensi¨®n hist¨®rica a la narraci¨®n.
?Le result¨® dif¨ªcil escribir 'Verg¨¹enza', tras un ¨¦xito tan fulminante? El destino de ese libro fue de lo m¨¢s curioso. Pas¨® inadvertido, aplastado entre el ¨¦xito de Hijos de la medianoche y el esc¨¢ndalo que se desat¨® en torno a la publicaci¨®n de Los versos sat¨¢nicos. Han tenido que pasar muchos a?os para que la gente se fijara en ¨¦l. Hoy d¨ªa, de todos mis libros, seguramente es el que m¨¢s atenci¨®n recibe en cursos universitarios, debido a la actualidad de los temas que aborda: el poder militar, el fanatismo religioso, el choque de civilizaciones. En cierto modo fue un libro premonitorio, ya que esos temas son hoy mucho m¨¢s urgentes y relevantes que cuando lo escrib¨ª.
A estas alturas supongo que aborrecer¨¢ que le pregunten por 'Los versos sat¨¢nicos'. Podemos hablar del libro desde el punto de vista literario, para variar [risas]. Todo el mundo tiene una opini¨®n muy contundente sobre esa novela sin haberla le¨ªdo.
Casi se podr¨ªa decir lo mismo de usted. El m¨¢rtir ha eclipsado al escritor. La fetua arras¨® con todo lo dem¨¢s.
?Qu¨¦ le llev¨® a escribir un libro as¨ª? Es una novela sobre gente que emigra a Occidente desde el sureste asi¨¢tico: India, Pakist¨¢n y Bangladesh. ?se es un aspecto importante: el tema de la inmigraci¨®n y sus consecuencias. Por otra est¨¢n las m¨²ltiples historias que se entrecruzan en el libro, vertebradas por la figura del Arc¨¢ngel Gabriel. Veo el libro como una serie de instant¨¢neas que permiten seguir la carrera del Arc¨¢ngel Gabriel [risas], una especie de biograf¨ªa que no respeta el orden cronol¨®gico. Me pareci¨® una idea divertida. A¨²n no hab¨ªa descubierto que tener ideas divertidas puede costarte caro: corres el riesgo de que se te acuse de blasfemo. Los ataques contra el libro fueron tan virulentos que nadie se percat¨® de sus aspectos humor¨ªsticos. Los versos sat¨¢nicos es esencialmente una novela c¨®mica. Todos los procedimientos que utilizo son c¨®micos, aunque el efecto acumulativo final no lo sea. Es algo que aprend¨ª de Kafka. El Castillo es una sucesi¨®n de escenas c¨®micas, aunque el efecto de conjunto no sea c¨®mico. Mi mayor frustraci¨®n fue ver que nadie pensaba en Los versos sat¨¢nicos como libro. La gente ve¨ªa en ¨¦l un alegato, un eslogan, un panfleto. Se dec¨ªan cosas de la novela que me dejaban estupefacto. La obra de que hablaban simplemente no exist¨ªa. Dec¨ªan cosas que no figuraban en ninguna parte. Yo no me cansaba de repetir: "?D¨®nde est¨¢ el libro del que dicen todo eso? Por favor, que alguien me ense?e las p¨¢ginas donde aparecen las cosas que se dicen". Era rar¨ªsimo, y conmigo ocurr¨ªa algo parecido. El Salman Rushdie del que hablaba la gente no ten¨ªa nada que ver con mi persona. De modo que toda la animadversi¨®n y la violencia extrema que exhib¨ªa la gente iban dirigidas contra algo que no exist¨ªa. Ahora que han pasado 20 a?os desde que se public¨®, es un alivio ver que por fin se habla del libro que escrib¨ª, no de una entelequia. Siento que he recuperado la novela. La gente lee un libro real, y reacciona como se reacciona normalmente ante un libro: hay gente a la que le gusta mucho y gente a la que no le gusta nada, y entre uno y otro extremo, todos los matices intermedios. ?se es el destino com¨²n de todos los libros.
?Le cogi¨® por sorpresa la reacci¨®n que se desat¨® tras su publicaci¨®n? Totalmente. Es decir... todos mis libros hab¨ªan sido mal vistos por quienes sustentan opiniones religiosas ortodoxas isl¨¢micas. Hijos de la medianoche no les gust¨®, Verg¨¹enza no les gust¨®, as¨ª que cuando publiqu¨¦ Los versos sat¨¢nicos di por hecho que tampoco les gustar¨ªa. Lo que no me esperaba era una reacci¨®n tan virulenta. De no haber intervenido Jomeini, decretando mi condena a muerte, el libro hubiera tenido una trayectoria normal.
?Le result¨® muy dif¨ªcil mantenerse fiel a sus principios como escritor y tratar de seguir adelante despu¨¦s de la 'fetua'? Mucho, sobre todo al principio. Hubo un momento, unos meses despu¨¦s del ataque, en que cre¨ª que no ser¨ªa capaz de seguir adelante. Estaba molesto, herido, a punto de perder el equilibrio. Me salv¨® pensar que no era ni mucho menos el primer escritor que padec¨ªa una persecuci¨®n as¨ª. La historia de la literatura est¨¢ plagada de episodios tr¨¢gicos, como el Gulag. Dostoievski lleg¨® a estar frente a un pelot¨®n de fusilamiento... Ovidio muri¨® en el exilio, Jean Genet escribi¨® gran parte de su obra en la c¨¢rcel. La lista es muy larga. Me dije que si ellos hab¨ªan tenido la entereza de resistir frente a las dificultades, yo estaba obligado a hacer otro tanto. Quiz¨¢ le parezca una afirmaci¨®n grandilocuente, pero tengo un concepto muy elevado de la literatura, y si quer¨ªa ser un digno representante del arte literario, ten¨ªa la obligaci¨®n de no desmoronarme. As¨ª que tom¨¦ la firme determinaci¨®n de ser fiel a m¨ª mismo y aguantar con la dignidad que tantos escritores hab¨ªan sabido tener en circunstancias iguales o peores que las que padec¨ªa yo.
?Los a?os de reclusi¨®n afectaron de manera ¨ªntima al proceso creativo? Lo primero que escrib¨ª fue un libro para ni?os, Har¨²n y el mar de las historias. Es un libro extra?o, una especie de c¨¢psula de tiempo que flota entre el silencio y el lenguaje. La imagen embrionaria es muy poderosa: raptan a una princesa con intenci¨®n de coserle la boca. La imagen procede de un relato muy breve, que hab¨ªa escrito hac¨ªa a?os, y no sab¨ªa qu¨¦ uso darle. Ten¨ªa algunos otros relatos y decid¨ª construir con ellos un libro para que lo leyera mi hijo, que entonces ten¨ªa 11 a?os. Me sent¨ª como quien mete un mensaje en una botella, sabiendo que nadie lo leer¨¢ hasta dentro de mucho tiempo. Quer¨ªa que despu¨¦s de haberlo disfrutarlo de ni?o, mi hijo lo volviera a leer siendo adulto, porque entonces descubrir¨ªa un libro totalmente diferente.
'El ¨²ltimo suspiro del moro' es un proyecto muy distinto. Me dio miedo escribirlo, porque era el primer libro para adultos que publicaba tras Los versos sat¨¢nicos y puse mucho empe?o en el esfuerzo. En ¨¦l regreso a mi ciudad natal, s¨®lo que es un Bombay que no tiene nada que ver con el de Hijos de la medianoche. El Bombay de El ¨²ltimo suspiro del moro es una ciudad tenebrosa, que ha perdido las cualidades de las que habl¨¦ antes. La tolerancia, la capacidad de abrirse a los dem¨¢s, se hab¨ªan perdido o da?ado. Se puede ver como la continuaci¨®n de Hijos de la medianoche. Es la misma ciudad s¨®lo que vista a trav¨¦s de los ojos de un adulto, no de un ni?o de diez a?os. Ese libro marca el comienzo de lo que se ha convertido en mi mayor preocupaci¨®n: mostrar elementos comunes a distintas culturas. Hijos de la medianoche y Verg¨¹enza dan cuenta de lo que ocurre en el subcontinente indio. Incluso Har¨²n y el mar de las historias es as¨ª. Con El ¨²ltimo suspiro del moro intent¨¦ transmitir otro mensaje: No podemos vivir aislados, cada uno en su parcela del tiempo o del espacio. Lo que nos pasa a nosotros le ha pasado antes a otra gente. Muchas veces he pensado que el detonante de la llegada de Occidente a las Indias Meridionales, la raz¨®n que motiv¨® la llegada de Vasco de Gama a Oriente, que es un momento crucial de la historia, no obedeci¨® a un prurito de conquista ni a un af¨¢n de dominaci¨®n. La raz¨®n por la que Oriente y Occidente acabaron por encontrarse fue la sed de dar con algo tan precioso como las especias. Cuando ca¨ª en la cuenta, me pareci¨® fascinante. Pens¨¦ que si toda la historia de Oriente y Occidente se basa en el deseo de pimienta [risas], entonces ten¨ªa que poner pimienta en el centro del libro, de modo que toda la novela ten¨ªa que crecer a partir de un grano de pimienta, y as¨ª fue como surgi¨®.
Hablemos de su ¨²ltima novela, 'El encanto de Florencia', que Mondadori editar¨¢ en Espa?a en febrero. La cr¨ªtica ha dicho que supone el regreso de Rushdie a sus or¨ªgenes, un poco como si se hubiera restaurado el equilibrio anterior a todo lo que sucedi¨® con motivo de su 'fetua'. Al principio de la conversaci¨®n habl¨¢bamos de las historias que logran alcanzar el blanco de la verdad sirvi¨¦ndose de medios fant¨¢sticos, historias en las que la narraci¨®n pura se constituye en un objetivo por s¨ª mismo. Eso es lo que me propuse con este libro: recrear al desnudo el placer de narrar. El libro supone un despojamiento de cuanto es superfluo para descender a la esencia pura y rutilante del arte de contar historias, sin m¨¢s. Puse mucho cuidado en evitar que el libro fuera demasiado largo. El mundo que se describe en El encanto de Florencia es de tal riqueza y complejidad que si lo hubiera escrito como si se tratara de una novela hist¨®rica convencional habr¨ªa necesitado, qu¨¦ s¨¦ yo, 1.200 p¨¢ginas. Pero no era ¨¦sa la clase de libro que quer¨ªa escribir.
Hay tambi¨¦n una celebraci¨®n de la palabra primigenia, un canto al lenguaje en cuanto tal. Si hay algo que he aprendido a lo largo de mis a?os como escritor es a sentirme cada vez m¨¢s cerca de los lectores. Intento ponerme en su lugar y tratar de comprender c¨®mo se acercan al texto. El encanto de Florencia es una novela ambientada en una ¨¦poca en la que los referentes literarios son nada menos que Ariosto, Cervantes y Shakespeare. As¨ª que me dije que pod¨ªa darme permiso para imprimirle al lenguaje una riqueza de la que carece el lenguaje del siglo XXI. Me propuse escribir la clase de libro que les hubiera gustado leer a los personajes de mi novela. Si se fija, la manera de narrar la historia no es muy distinta a la forma de ficci¨®n narrativa que se cultivaba en India y la Europa de aquel tiempo. Otra cosa que quer¨ªa conseguir es dotar al libro de un sentimiento de plenitud, la idea de que la vida es muchas cosas a la vez. No hay por qu¨¦ elegir entre ser realista o visionario. No es necesario elegir entre el sue?o y la vigilia, la vida es algo m¨¢s complejo y m¨¢s completo, no hay que segmentarla en sus componentes. Y la literatura de aquella ¨¦poca -no nos olvidemos de que estamos hablando de los contempor¨¢neos de Shakespeare y Cervantes- corresponde a un momento de m¨¢xima plenitud hist¨®rica. Todo estall¨® a la vez.
?Se puede hablar de un adi¨®s a la pol¨ªtica? En el sentido de que me cans¨¦ de que la gente me viera como a una figura p¨²blica. Por supuesto que hay pol¨ªtica en la novela, en parte el libro versa sobre el poder. Hay personajes como Maquiavelo y el Emperador Akbar, dos figuras hist¨®ricas fascinantes, una que representa a Occidente y otra a Oriente. Hay mucho que decir acerca de los dos. Me interesaba reivindicar a Maquiavelo, que ha sido objeto de muchos malentendidos... Pero s¨ª, hay un intento deliberado por alejarme de los temas que aparecen a diario en los peri¨®dicos. Es como si me hubieran dado la posibilidad de presentarme al mundo por primera vez y mi respuesta hubiera sido: Salman Rushdie es un contador de historias, todo lo dem¨¢s da igual.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.