La infancia m¨¢s corta, la adolescencia m¨¢s larga
Los j¨®venes espa?oles son los m¨¢s remisos de la UE al abandono del nido familiar - El respaldo econ¨®mico y afectivo de los padres, la falta de ayudas p¨²blicas y la precariedad laboral lo explican
"?Tenemos un cretino en casa o es s¨®lo un damnificado m¨¢s de la precariedad laboral, el mileurismo o el exorbitado precio de la vivienda?" La duda ronda con frecuencia en los hogares de esta generaci¨®n de j¨®venes tan preparados, tan queridos y mimados y, tan apocados, sin embargo, a la hora de levantar el vuelo. Mientras la infancia se acorta por la imposibilidad de preservar a los ni?os de las informaciones adultas que circulan por las pantallas, preferentemente, la adolescencia se prolonga sin l¨ªmites precisos. "A su edad, yo ya hab¨ªa...". ?se es el m¨¢s com¨²n de los reproches.
?Cu¨¢nto hay de realidad en la imagen que presenta a nuestros hijos como hedonistas, consumistas y materialistas impenitentes, personalidades egoc¨¦ntricas e individualistas refractarias al compromiso y ap¨¢ticas ante las cuestiones de inter¨¦s general? ?Y cu¨¢nto hay de desconocimiento y prejuicio adulto, del consabido reflejo castrador, generalmente gratuito, que toda generaci¨®n activa contra los llamados a sucederle? Mientras algunos progenitores entonan el "Socorro, tengo un hijo adolescente" o el "Socorro, tengo a mi hijo en casa para toda la vida", otros, fieles al modelo "padres sol¨ªcitos para siempre", act¨²an bajo la divisa "que no les falte nada". As¨ª, aunque con frecuencia se trata de mujeres progresistas y profesionalmente activas, la mam¨¢ de clase media puede seguir lavando, cosiendo y planchando la ropa de los chicos, incluso de aquellos que, ya en la treintena, se han mudado a un piso, probablemente sufragado tambi¨¦n por sus padres.
La familia es la instituci¨®n m¨¢s valorada entre los menores de 18 a?os
Padres, t¨ªos y abuelos suplen las deficiencias del sistema
Salir por la noche hasta las tantas es el rito de paso de la ni?ez a la juventud
La edad media de inicio de las relaciones sexuales es de 16 a?os
?Ah, la familia espa?ola! Tranquil¨ªcense aquellos que temen por el futuro de la instituci¨®n por excelencia de nuestro pa¨ªs. Por mucho que aumenten los divorcios y las familias monoparentales, las encuestas muestran que en Espa?a los j¨®venes aman a su familia por encima de todas las cosas. La aman tanto que nuestros hijos son los europeos que, con crisis o sin ella, m¨¢s tardan en emanciparse. El 51% de los chicos y el 50% de las chicas con ingresos suficientes como para poder independizarse optan, sin embargo, por permanecer en casa de sus padres, cuando en Francia esos porcentajes se reducen al 37% y el 33%, respectivamente. Y no parece que la "sociedad l¨ªquida" del soci¨®logo polaco Zygmunt Bauman, en la que lo ¨²nico perenne es el cambio continuo, ni la "sociedad de riesgos", que da paso a formas de vida no limitadas a la familia, pueda cortar ese cord¨®n umbilical. "Aqu¨ª no se plantea el conflicto generacional en el hogar porque hay una negociaci¨®n cont¨ªnua para una convivencia arm¨®nica", afirma el soci¨®logo valenciano Andreu L¨®pez, coordinador del estudio Juventud en Espa?a 2008.
El colch¨®n econ¨®mico familiar es una verdadera excepci¨®n de nuestro pa¨ªs, un rasgo sociol¨®gico distintivo en una Europa donde la emancipaci¨®n temprana es un valor y donde las instituciones facilitan la autosuficiencia con becas, ayudas a la inserci¨®n laboral y una amplia oferta de viviendas de alquiler. De hecho, los soci¨®logos y economistas extranjeros que nos analizan incluyen de oficio en sus prospecciones el factor familiar para explicarse la poca contestaci¨®n a las pol¨ªticas econ¨®micas y nuestra baja tasa de pobreza juvenil. Los padres, sobre todo, pero tambi¨¦n los t¨ªos y los abuelos suplen aqu¨ª a las instituciones p¨²blicas.
Los estudios de la OCDE y de Eurostat confirman que la posici¨®n de los j¨®venes europeos en el mercado laboral ha empeorado desde 1995 y que ese deterioro es m¨¢s acusado en los pa¨ªses del sur del continente, debido a la mayor temporalidad y precariedad salarial. Se entiende, pues, que con lo duras que est¨¢n las cosas ah¨ª fuera nuestros hijos, particularmente los de clase media y alta, se lo piensen antes de abandonar el hogar. Por lo general, han crecido sin estrecheces, m¨¢s conscientes de sus derechos que de sus obligaciones.
Decir que viven como reyes no es s¨®lo ret¨®rica. Con permiso del cambio clim¨¢tico y de los accidentes de tr¨¢fico -su mayor causa de mortandad-, esta generaci¨®n est¨¢ llamada a superar los 100 a?os de edad, m¨¢s del doble de la esperanza de vida de los soberanos y pr¨ªncipes de la corte de Versalles. Tienen, adem¨¢s, la menor tasa de suicidio de toda Europa y ahora mismo tampoco hay redoblados motivos para alarmarse por los estragos colectivos que puedan causarles el abuso del alcohol y otras drogas. Las ¨²ltimas encuestas certifican el descenso del consumo de estupefacientes ilegales y la disminuci¨®n de las enfermedades de transmisi¨®n sexual y de sida, aunque esa reducci¨®n no les permita por ahora abandonar las cabeceras de esas clasificaciones.
Lo que contin¨²a suscitando la alarma es el fen¨®meno creciente del botell¨®n, pr¨¢ctica habitual ya del 26% de los j¨®venes, el 10% m¨¢s que hace seis a?os. Por descorazonador que pueda resultar que los desmovilizados j¨®venes espa?oles no encuentren mayor motivo de encuentro que beber en grupo, ni reivindicaci¨®n mejor que un pretendido "derecho a divertirse", conviene no olvidar que las admoniciones de los adultos escandalizados ante j¨®venes que "se emborrachan y blasfeman por las noches" lleva m¨¢s de cinco siglos presente en la literatura. Si a?adimos los escupitajos a ese cuadro y un comportamiento inc¨ªvico con el mobiliario urbano, puede que lleguemos a la conclusi¨®n de que las cosas no han cambiado tanto en este aspecto.
La profesora de sociolog¨ªa de la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia Mar¨ªa Jes¨²s Funes ve en las concentraciones del botell¨®n un punto de encuentro y de contestaci¨®n generacional -una de las pocas expl¨ªcitas existentes-, antes que el ejercicio depravado del alcoholismo en masa. Lo que est¨¢ claro es que los j¨®venes espa?oles son hijos de una sociedad habituada al alcohol y a la noche.
El espacio nocturno ejerce sobre ellos tal fascinaci¨®n -el 30% define la noche como "el momento de la gente joven para la gente joven"- que el 41% sale de noche cada fin de semana. La mitad no vuelve a casa antes de las tres de la madrugada y a la quinta parte le dan las seis en la calle. En Espa?a, la salida nocturna prolongada hasta la medianoche es un rito de paso de la infancia a la adolescencia m¨¢s significativo, incluso, que el mantener relaciones sexuales. Y eso que nuestros chicos son cada vez m¨¢s precoces en esta materia: 16 a?os y 10 meses de edad media a la hora de tener su primera relaci¨®n sexual. Aunque a distancia todav¨ªa de los adolescentes anglosajones (que en abierto contraste con el puritanismo oficial de sus pa¨ªses se inician en el sexo a eso de los 14 a?os), los j¨®venes espa?oles se separan del modelo mediterr¨¢neo y no digamos nada de los asi¨¢ticos y ¨¢rabes. Contra lo que cabr¨ªa suponer por el aumento de los embarazos prematuros -incremento constre?ido a las comunidades de origen inmigrante-, la gran mayor¨ªa toma precauciones y se comporta con prudencia.
?Pero qu¨¦ piensa esta generaci¨®n criada en los h¨¢bitos de la reclamaci¨®n y el consumo y destinada a tomar las riendas de lo que, pese al aporte inmigrante, va asemej¨¢ndose cada vez m¨¢s a una sociedad de jubilados? ?No es inquietante que el 36,5% de ellos est¨¦ a favor de la aplicaci¨®n de la pena de muerte y que un porcentaje id¨¦ntico no haya le¨ªdo un libro durante el ¨²ltimo a?o? Adem¨¢s de que los pol¨ªticos espa?oles deber¨ªan hac¨¦rselo mirar seriamente, ?qu¨¦ puede deducirse del dato de que el porcentaje de j¨®venes que declara no tener "ning¨²n inter¨¦s en la pol¨ªtica" haya pasado en cuatro a?os del 38% al 50%?
El estudio cuatrianual Juventud en Espa?a 2008, realizado a partir de 5.000 encuestas a chicos situados entre los 15 y los 29 a?os, indica que est¨¢n bien adaptados, en general, a las normas del mundo adulto e incluso que se inclina por un mayor civismo. Tambi¨¦n que reproducen la polarizaci¨®n ideol¨®gica de los adultos y con un repunte conservador. Ese repunte, fruto, quiz¨¢ del bienestar heredado y del poso cultural de inmigrantes poco instruidos en los valores ilustrados, se manifiesta tambi¨¦n en un mayor rechazo al aborto y a los matrimonios homosexuales y un incremento de la importancia que se concede a la religi¨®n. S¨®lo el 12% se declara cat¨®lico practicante, aunque el 27% dice que la religi¨®n es importante.
"Pese a la desafecci¨®n que muestran hacia los partidos, s¨ª est¨¢n interesados en la pol¨ªtica no convencional. De hecho, muchos participan en las ONG y tambi¨¦n, y de manera creciente, en actividades ajenas a la pol¨ªtica oficial", aclara Mar¨ªa Jes¨²s Funes. Est¨¢ convencida de que existe ya un movimiento contestatario comprometido en din¨¢micas alternativas, ecologistas, antiglobalizaci¨®n, etc¨¦tera, que responde a las inquietudes de una quinta parte de la juventud, precisamente, el mismo porcentaje que componen los j¨®venes grandes lectores. "Son chicos ilustrados, competentes y pluralistas, mayoritariamente de izquierdas, enemigos del consumismo plano y defensores de valores de solidaridad y justicia. Les une la idea de una red global". La soci¨®loga detecta en este sector similitudes potenciales con la generaci¨®n de Mayo del 68 franc¨¦s.
El problema de nuestros j¨®venes es que est¨¢n sujetos a clamorosas contradicciones. Tienen su pedestal en casa, pero forman parte de lo que se ha dado en llamar la "generaci¨®n en pr¨¢cticas" europea. Viven en un mundo donde el consumo est¨¢ idealizado como forma de realizaci¨®n personal y de relaci¨®n social y resulta que est¨¢n atacados por los riesgos e incertidumbres laborales de la globalizaci¨®n.
La encuesta Juventud en Espa?a 2008 ha venido a demostrar que la ocupaci¨®n de los padres incide de forma significativa en el nivel de estudios que alcanzan los alumnos. El 43% de los hijos de los profesionales t¨¦cnicos y similares accede a la educaci¨®n superior, mientras que s¨®lo lo consigue el 8% de los hijos de los trabajadores no cualificados. ?Pero no hab¨ªamos quedado en que la igualdad de oportunidades deb¨ªa materializarse en la educaci¨®n? ?C¨®mo es que nuestro sistema educativo reproduce tan obscenamente las posiciones sociales y, por tanto, las diferencias?
Aunque la ecuaci¨®n "a mayor preparaci¨®n, mejor y m¨¢s temprano empleo" parece incuestionable, la frustraci¨®n laboral alcanza tambi¨¦n a no pocos titulados universitarios que ejercen funciones y tareas distintas y menos cualificadas a las de su formaci¨®n. Esto explica, por lo visto, que un n¨²mero creciente de j¨®venes haya renunciado a la universidad en los ¨²ltimos a?os. "Muchos han visto que sus hermanos mayores no han llegado profesionalmente muy lejos a pesar de tener una amalgama de t¨ªtulos y cursos de formaci¨®n", explica Almudena Moreno, profesora de sociolog¨ªa de la Universidad de Valladolid y coautora del mismo estudio. "Les entiendo porque soy de aquella generaci¨®n del baby boom destinada a comerse el mundo que acab¨® bastante frustrada. Yo tuve la sensaci¨®n de que todo hab¨ªa sido una gran mentira familiar y social", afirma esta soci¨®loga, de 37 a?os. "No creo que los j¨®venes se sientan ganadores. El deseo incumplido de formar una familia con hijos est¨¢ presente en muchos de ellos", indica.
Con todo, el doctor en Ciencias Pol¨ªticas y Sociolog¨ªa y coautor tambi¨¦n del informe, Domingo Comas, juzga infundada la etiqueta "perdedores" que algunos expertos asignan a los j¨®venes europeos. "Lo de j¨®venes sin futuro es algo que se ha aplicado por sistema a todas las generaciones. Tambi¨¦n lo dijeron de nosotros en 1979 en unos informes que ahora nos hacen re¨ªr", subraya. No le parece evidente que la juventud est¨¦ condenada a vivir peor que sus padres.
Pero, establecido que muchos tienen dificultades objetivas para emanciparse, tampoco cabe minusvalorar el elemento cultural espec¨ªfico espa?ol. "No somos masoquistas. Quedarse en casa ofrece grandes ventajas. Yo s¨®lo me independizar¨¦ cuando tenga las cosas muy claras con el trabajo estable y con mi novio", vienen a decir. Las relaciones de noviazgo tampoco son ya tan determinantes en esta sociedad posmoderna caracterizada por la ambivalencia y la contradicci¨®n. La disyuntiva, el tener que optar y renunciar a una de las opciones, ha sido reemplazada por la yuxtaposici¨®n. Se puede ser una cosa y otra, joven con esp¨ªritu adulto y viceversa, trabajar en esto y aquello.
Los noviazgos no implican ya la renuncia a las salidas con los amigos, "el grupo de iguales". Mientras para sus progenitores, la formaci¨®n de una familia era pr¨¢cticamente la ¨²nica posibilidad de acceder a las libertades de la vida adulta, estos j¨®venes pueden ensayar nuevas formas de vida social. La singularidad es un valor, y poseer la adaptabilidad de la ameba un requisito, por lo visto, imprescindible. Ya dice Ulrick Beck que los j¨®venes de ahora est¨¢n obligados a construirse ellos mismos una biograf¨ªa, como de bricolaje.
Es una idea que enlaza con la impresi¨®n de muchos j¨®venes de que transitan por terrenos "donde los senderos apenas est¨¢n marcados". En la sociedad moderna, el dinero es un se?uelo todopoderoso que eclipsa valores de referencia de generaciones pasadas, como ser un buen profesional, ejercer el magisterio o el arte. Y sin embargo, ?sorpresa!, resulta que estos hijos nuestros que cre¨ªamos tan prosaicos dicen que ganar mucho dinero s¨®lo ocupa el noveno lugar en su listado de prioridades.
El t¨¦rmino juventud da nombre a realidades bien distintas. Mientras algunos regresan ahora al refugio familiar empujados por la crisis, un tercio de los situados entre los 26 y los 30 a?os tiene una vivienda a su nombre.Nunca hubo tantos j¨®venes propietarios como ahora.
Convivir en un piso peque?o con un solo ba?o y sin demasiado confort es un acicate para buscarse la vida fuera; de la misma manera que vivir sin agobios invita a lo que Andreu L¨®pez llama "aumento de capital social". A su juicio, quedarse en casa responde a una estrategia pragm¨¢tica que permite a los j¨®venes seguir form¨¢ndose, rechazar los malos trabajos y elegir el momento de la emancipaci¨®n. No tienen prisa porque tienen las necesidades b¨¢sicas cubiertas.
No, nuestros j¨®venes no son unos cretinos. Si nos fijamos bien descubrimos en ellos nuestro propio reflejo, no s¨®lo f¨ªsico, sino tambi¨¦n cultural. Han heredado la sociedad que les hemos dado, son m¨¢s libres, m¨¢s tolerantes, m¨¢s seguros de su capacidad y competencia. Pese a que la supervivencia parece exigirles la adaptabilidad de la ameba, puede que muchos de ellos echen en falta valores e ideales que estructuren su futuro y d¨¦ m¨¢s sentido a sus vidas.
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