?Vuelve Keynes?
La actual socialdemocracia est¨¢ impulsando un falso keynesianismo: el Estado, con el dinero de todos, salva bancos y empresas, pero la propiedad, y con ella la capacidad de decidir, queda en manos privadas
La crisis ha recuperado dos de los elementos esenciales del keynesianismo: el papel central del Estado para que funcione el mercado y el recurso al d¨¦ficit para salir de la depresi¨®n. ?Vuelve un Keynes triunfante, despu¨¦s de que a finales de los 70 hubiese sido desplazado por el liberalismo a ultranza de un Friedrich von Hayek, o un Milton Friedman?
En los a?os 50 y 60, en "la edad de oro del Estado de bienestar", pocos se hubieran atrevido a dudar de que la prosperidad que se viv¨ªa, en contraste con lo ocurrido en los a?os de entreguerras, no se debiera a un keynesianismo que, parad¨®jicamente, no hubo necesidad de poner en pr¨¢ctica. Cuando en 1974 estalla la crisis -el detonador fue la guerra ¨¢rabe-israel¨ª, que cuadriplic¨® los precios del petr¨®leo- hubo que enfrentarse a la conjunci¨®n de tres males -recesi¨®n, inflaci¨®n y desempleo-, sin que las f¨®rmulas keynesianas dieran los resultados esperados. El premier laborista, James Callaghan, lleg¨® a manifestar en septiembre de 1976: "Estamos acostumbrados a pensar que podemos escapar a la recesi¨®n y aumentar el empleo rebajando los impuestos y aumentando el gasto. Lo digo con la mayor sinceridad, esta opci¨®n ya no existe, si es que alguna vez existi¨®, porque el resultado ha sido siempre una mayor inflaci¨®n. Y cada vez que esto sucede aumenta el nivel medio de desempleo".
Ning¨²n empresario invierte para crear trabajo; lo hace para maximizar beneficios
Socializar las inversiones es el elemento central de la pol¨ªtica keynesiana para generar empleo
En vez de empe?arse en mantener a cualquier coste el pleno empleo, el Gobierno laborista trat¨® de crear las condiciones adecuadas para que el mercado desplegase una mayor eficiencia. Importa poner ¨¦nfasis en que fue el laborismo el que enterr¨® el keynesianismo, al aceptar la preeminencia del mercado, la contenci¨®n monetarista y una "tasa natural" de desempleo. Asoci¨® el pleno empleo con el estancamiento y la pobreza que traer¨ªa consigo una sociedad m¨¢s igualitaria y solidaria. Hab¨ªa que elegir entre igualdad y pobreza o riqueza y desigualdad. Entre 1945 y 1950 los laboristas montaron el Estado de bienestar basado en el pleno empleo, pero tambi¨¦n lo clausuraron cuando se desprendieron del keynesianismo entre 1976 y 1979.
Conviene recordar que la m¨¢xima preocupaci¨®n de Keynes era c¨®mo conseguir el pleno empleo de los recursos disponibles, tanto humanos como de capital. Un paro cr¨®nico, incluso masivo en momentos de crisis, constitu¨ªa a sus ojos el punto m¨¢s d¨¦bil del capitalismo, que a la larga no podr¨ªa durar si produjese un desempleo perpetuo. Pese a las restricciones a las libertades individuales, el socialismo tendr¨ªa la ventaja de garantizar trabajo para todos.
Al mostrar que la inversi¨®n no est¨¢ ligada al ahorro, sino a las perspectivas de ganancia, Keynes critica el supuesto equilibrio entre producci¨®n y consumo que hab¨ªa constatado la econom¨ªa cl¨¢sica, en funci¨®n de la cual el desempleo desciende si bajan los salarios y en general los costos de producci¨®n. Keynes recalca que si se bajan los salarios, al encogerse la demanda global, se obtiene el efecto contrario: m¨¢s paro. Adem¨¢s, una pol¨ªtica de achicamiento de los salarios no s¨®lo es poco razonable, es que ni siquiera resulta factible. Bajar los salarios, con los conflictos sociales que comporta, s¨®lo se lograr¨ªa en un r¨¦gimen autoritario que hubiera suprimido, entre otras, la libertad sindical.
Sin embargo, en los ¨²ltimos lustros se ha defendido como pol¨ªtica de empleo el ajuste a la baja de los salarios, favoreciendo el despido libre, aunque en la mayor parte de los pa¨ªses de nuestro entorno, pese a las presiones neoliberales, no se haya pasado de meros amagos. Ning¨²n gobierno est¨¢ dispuesto a provocar una sarta de conflictos sociales apoyando una reducci¨®n seria de los salarios nominales. De que desciendan ya se ocupa el paro... y la inflaci¨®n de que bajen los reales.
Keynes fue muy consciente de que la apertura a los mercados internacionales lleva un alto riesgo para el pleno empleo, lo que explica su empe?o en mantener las econom¨ªas nacionales bajo un control estricto. En primer lugar, hab¨ªa que impedir, si fuera preciso incluso con medidas proteccionistas, que la apertura al exterior arrasase la industria b¨¢sica establecida. "?Hace mucho tiempo que no soy un librecambista, y no creo que nadie lo sea ya en el viejo sentido de la palabra!". Importa retener que el modelo keynesiano, en determinadas circunstancias y por un tiempo limitado, reclama medidas proteccionistas para garantizar el pleno empleo.
Keynes no s¨®lo plantea, si fuese preciso, volver al proteccionismo, sino que pone en tela de juicio la prerrogativa exclusiva del empresario de decidir en qu¨¦ y cu¨¢ndo invierte su dinero, algo que ata?e a la esencia misma del capitalismo. La apor¨ªa intr¨ªnseca del sistema radica en que no puede mantener el pleno empleo sin garantizar previamente las inversiones de la manera m¨¢s conveniente para la econom¨ªa nacional, y no simplemente para el inter¨¦s del inversor. Y no hay "mano invisible" que haga converger el inter¨¦s general con el ego¨ªsmo individual. Keynes fue claro: "Creo que una socializaci¨®n bastante completa de las inversiones ser¨¢ el ¨²nico medio de aproximarse a la ocupaci¨®n plena".
Mantener el pleno empleo exige una mayor inversi¨®n, pero la privada aumenta o disminuye seg¨²n sea la eficiencia marginal del capital, que, en todo caso, debe fluctuar por encima de la tasa de inter¨¦s. Pese a que muchos la consideren la ¨²nica opci¨®n posible, en el fondo nada tan opaco y vacilante como la inversi¨®n privada para eliminar el paro. Nadie invierte para crear puestos de trabajo, por mucho que una monserga constante insista en que la inversi¨®n privada es el factor principal para reducir el paro. En v¨ªsperas de elecciones, los partidos prometen bajar los impuestos para aumentar los beneficios de las empresas, lo que, dicen, redundar¨¢ en inversiones que creen puestos de trabajo, como si hubiese una relaci¨®n directa entre cuant¨ªa del capital disponible y monto de las inversiones. Se invierte para maximizar unos beneficios que, como expectativas veros¨ªmiles, han de vislumbrarse en el horizonte, y que son mayores cuanta menos mano de obra haya que emplear.
La socializaci¨®n de las inversiones es parte integrante de una pol¨ªtica keynesiana de pleno empleo, punto en el que la socialdemocracia no se atrevi¨® nunca a ser consecuentemente keynesiana. Por el bien de la econom¨ªa de mercado no habr¨ªa otra salida que socializar las inversiones, es decir, suprimir la iniciativa individual, justamente, el elemento m¨¢s propio y constitutivo del capitalismo.
Las dos recetas que ofrece Keynes para garantizar el pleno empleo -proteccionismo y socializaci¨®n de las inversiones- no encajan en el capitalismo en su forma liberal primigenia, pero mucho menos la primera en la ¨¦poca de la globalizaci¨®n y la segunda cuando se ha hundido el movimiento obrero.
Pero tambi¨¦n resulta innegable que "los principales inconvenientes de la econom¨ªa en que vivimos son su incapacidad para procurar la ocupaci¨®n plena y su arbitraria y desigual distribuci¨®n de la riqueza y los ingresos". Dos cuestiones centrales que Keynes trat¨® de encauzar, pero con la experiencia del ¨²ltimo medio siglo ha quedado bien claro que, lejos de haberse resuelto, se han agravado much¨ªsimo.
?Vuelve Keynes? En la crisis que ha desencadenado la total desregularizaci¨®n, los due?os de los bienes financieros y de producci¨®n necesitan dinero p¨²blico en cantidades ingentes. Amenazan con que, de no recibirlos, podr¨ªa ocurrir que se derrumbase el sistema. Pero aun en situaci¨®n tan extrema, de ning¨²n modo est¨¢n dispuestos a asumir el m¨¢s elemental de sus principios, a saber, que el que pone el dinero adquiere la propiedad y decide. El Estado, con el dinero de todos, estar¨ªa obligado a salvar bancos y empresas, pero la propiedad, y con ella la capacidad de decidir, debe quedar en manos privadas.
Pronto se oir¨¢ otra vez la cantilena de que el Estado es bueno para subsidiar y, si las cosas se ponen mal, incluso tiene que hacerse cargo de las cuantiosas deudas acumuladas, pero ya se sabe, es un p¨¦simo gestor. No habr¨ªa alternativa a la actividad libre de la empresa privada, aunque, mientras no lo pueda evitar, est¨¢ dispuesta a soportar un cierto control p¨²blico.
La relectura que se hace de Keynes para justificar el enorme endeudamiento p¨²blico que conlleva las ayudas a bancos y grandes empresas contradice por completo las intenciones de Keynes. Lo m¨¢s grave es que la socialdemocracia de nuestros d¨ªas haga suya esta interpretaci¨®n.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico excedente de Sociolog¨ªa.
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