Mujeres invisibles
Hay personas sabias que en pocas palabras son capaces de definir el mundo. Una de ellas es Ekra A. K., de 30 a?os, de Costa de Marfil. "?Qu¨¦ haces para poder vivir?", le preguntamos en los seis metros cuadrados en los que habita en Rabat (Marruecos). Ella mira un segundo alrededor: a las paredes, donde cuelgan p¨®steres de sus ¨ªdolos, las hiperblancas Shakira y Avril Lavigne; a la bombilla l¨¢nguida y el ventanuco atrancado en lo alto; al colch¨®n oculto con telas y los vestidos que penden del techo; a la tele y las cazuelas con verdura cocinada sobre la alfombra... Es todo. No cabe m¨¢s en este espacio por el que paga 70 euros al mes. Ni una gota de aire. "Prostituirme", afirma.
"Dos euros por hombre una vez; 20, la noche", dice esta mujer redondita y agridulce cuyo camino (tal como ellos llaman al viaje) hacia Europa se inici¨® el d¨ªa en que toda su familia fue asesinada en una emboscada. "Aqu¨ª viven otros tres africanos, refugiados de Congo", indica Ekra, que no tiene papeles, ni asistencia, ni posibilidad de movimiento. Aqu¨ª es un pasillo y dos cuchitriles m¨¢s, donde un hombret¨®n te agarra del brazo en cuanto apareces. "Ven, ven que te voy a ense?ar", le dice a la periodista arrastr¨¢ndola al interior. Toda mujer sirve en este contexto s¨®lo para una cosa. Pero la visitante es morena, y sin embargo, blanca. La cosa cambia. Y el hombre desiste. Volvemos con Ekra. ?Se dedican muchas conocidas a lo mismo que t¨²? "No s¨¦ la vida de otras. Cada una hace lo que puede para sobrevivir, para avanzar y llegar a su destino".
En ese destino (Espa?a) con el que sue?a Ekra hay personas de naturaleza prodigiosa. Una de ellas es Happiness, veintea?era larga, nigeriana en¨¦rgica y dura, ¨¢gil de verbo, bromista, que ha dejado atr¨¢s familia e hijo, un pa¨ªs complicado y denso, y ha conseguido atravesar el Estrecho para llegar hasta Roquetas de Mar (Almer¨ªa), all¨ª donde el mar es an¨¦cdota, y el invernadero, rey. Trabaja y habita Happiness en uno de esos cortijos, anta?o de labranza y retiro y hoy abandonados en los descampados o encajados entre los pl¨¢sticos o los bloques de pisos del boom inmobiliario ¨²ltimo ya desinflado. Edificaciones en ruinas, ocupadas por inmigrantes sin techo y ya casi siervos gracias a la crisis econ¨®mica (lo indica la asociaci¨®n hispanoafricana Acciones Comunitarias Almerienses, ACA); casas de una planta, con patio interior y cuartos varios con m¨²ltiples camas para poder simultanear el trabajo sexual. All¨ª conviven las chicas a las ¨®rdenes de la madame, a la que suelen pagar semanalmente 50 euros. Lo cuenta luego Evelyn A., de Nigeria, que lo sabe bien porque estuvo en ello y ahora, ya fuera y regularizada, afirma: "Nunca m¨¢s podr¨ªa, la sensaci¨®n de suciedad de ti misma es tremenda".
En el sal¨®n hay siempre una tele encendida y sillas en c¨ªrculo para los que all¨ª se re¨²nen, subsaharianos -se estiman 25.000 en el gueto de los sin papeles en la zona- sin otras relaciones sociales posibles, que van a ver la telenovela nigeriana v¨ªa parab¨®lica, a beber barato, a bailar su m¨²sica y a por sexo: 10 euros el polvo, 40 la noche entera. Ahora mismo varias mujeres permanecen sentadas a la espera, balance¨¢ndose embobadas ante la pantalla y apretando contra sus cuerpos envases de pl¨¢stico de esos en que se comercializa lavavajillas. ?Por qu¨¦ os coloc¨¢is las botellas sobre la barriga? He ah¨ª pregunta sin intenci¨®n. "Tienen agua caliente. Para el fr¨ªo. ?Quieres?", nos ofrecen una. La respuesta de Happiness es otra: "Para relajarte los espasmos despu¨¦s de mucho follar, ?comprendes?".
Dice un miembro de una ONG de la localidad de El Ejido, aqu¨ª pegado, que hay d¨ªas con colas de clientes en las puertas de los cortijos, y que no, que no son s¨®lo africanos, que hay mucho espa?ol (y s¨ª, los veremos llegar luego en sus coches), mayor y no tanto. Y salvo alguna formaci¨®n y asistencia m¨¦dica garantizada (de lo que se ocupan, entre otros, M¨¦dicos del Mundo en la zona, con programas para personas en situaci¨®n de prostituci¨®n; s¨®lo eso ser¨ªa ya un sue?o para Ekra), no hay f¨®rmula m¨¢gica efectiva "para sacarlas de ah¨ª", dicen en ACA. "Tienen presiones, deben mandar dinero a sus familias o pagar las deudas inmensas que han contra¨ªdo en el camino". La religiosas Oblatas de Almer¨ªa, con cuatro siglos de experiencia en la materia (ellas, como las Adoratrices, saben de qu¨¦ hablan), ofrecen pisos de acogida a algunas y les ayudan a romper el c¨ªrculo.
Ekra y Happiness son dos ejemplos de una situaci¨®n com¨²n poco conocida. A saber, violaci¨®n sistem¨¢tica de derechos humanos s¨®lo por ser mujer. A uno y otro lado de la frontera. Explotaci¨®n, trata, prostituci¨®n. En todo el camino. De ello habla un informe que se presentar¨¢ en Madrid estos d¨ªas, realizado entre 2005 y 2007, por un grupo de juristas, la organizaci¨®n Women's Link Worldwide, formada por mujeres empe?adas en la lucha contra la discriminaci¨®n por cuesti¨®n de g¨¦nero y en su defensa. "Tenemos informaci¨®n frecuente de las llegadas de subsaharianos en pateras a las costas espa?olas, de la forma en que saltan la valla de Ceuta y Melilla o de la respuesta de las autoridades y la poblaci¨®n civil... Pero existe un gran vac¨ªo en las implicaciones que supone para una persona iniciar el proceso migratorio, especialmente para una mujer", cuenta Viviana Waisman, la directora.
La idea naci¨® cuando documentaban en 2005 en la frontera de Ceuta situaciones de violencia: "Nos llam¨® la atenci¨®n que se hablara siempre de hombres. ?Y d¨®nde est¨¢n ellas?, nos preguntamos. Y ellas estaban ah¨ª mismo, en los bosques, ocultas. Incluso para hablarles hab¨ªa que pedirles la palabra a ellos. Al final pudimos acercarnos, comunicarnos; m¨¢s con las franc¨®fonas que con las angl¨®fonas; las nigerianas son complicadas, muy vulnerables...". Visibilizar lo invisible fue el objetivo. All¨ª hab¨ªa embarazadas, heridas, explotadas, devastadas (ver www.womenslinkworldwide.org). Mucho que contar. Muchas historias. Todas grandes.
Las de las refugiadas, por ejemplo. Victorine, Marie, Catherine, Rachel..., cuyo viaje se termin¨® en Rabat. Esta ¨²ltima, de Costa de Marfil, 1970, sali¨® en 2002 de su pa¨ªs, donde era asistente veterinaria, dejando desaparecidos a cuatro de los seis hijos que ha parido y de los que no tiene noticia: "Con la guerra se desintegraron poblaciones enteras". Los peque?os Jonathan y David revolotean ahora en su casa actual, marroqu¨ª, de las de patio fresco y azulejos hermosos. Los due?os viven arriba; los inmigrantes (nueve en total, la mayor¨ªa de Congo), hacinados abajo. Muestra Rachel su carn¨¦ de refugiada expedido por ACNUR y nos deja fotografiarlo. "Antes nos daban 74 euros para vivienda; ahora se ha terminado. No quieren reinstalarnos, no dan m¨¢s tarjetas". Rachel espera y se gana la vida vendiendo en la calle con los dos ni?os a la espalda. Tambi¨¦n Catherine D. (Costa de Marfil, 1963) es refugiada. Vive en Casablanca, en el barrio de El Oulfa, con nueve compatriotas (tres con estatuto; el resto, solicitantes de asilo), en una habitaci¨®n por la que pagan 160 euros y han podido alquilar con una carta de residencia de otro que les cost¨® la fortuna de 300. Catherine sali¨® de su pa¨ªs en 2002 y aqu¨ª est¨¢, esperando: un trabajo, que alguien haga algo, que la trasladen a otro lugar con futuro.
En diciembre de 2008 hab¨ªa en Marruecos casi 800 refugiados y 346 solicitantes de asilo. Y ACNUR tiene acuerdo de sede en este pa¨ªs s¨®lo desde 2007. "El reasentamiento lo hacemos a peque?a escala, para evitar el efecto llamada y porque deseamos que Marruecos asuma poco a poco su responsabilidad en materia de asilo y refugio", dicen. Aseguran que hay avances: "Desde hace un par de a?os han bajado las expulsiones". La falta de reconocimiento oficial del estatuto impide, sin embargo, que los refugiados tengan acceso al mercado laboral, a la asistencia m¨¦dica y educativa. ACNUR, que no da abasto, gestiona caso a caso a trav¨¦s de organizaciones marroqu¨ªes como la Fundaci¨®n Oriente-Occidente (FOO) y la Organizaci¨®n Panafricana de Lucha contra el Sida (OPAL).
"?Regresar a mi pa¨ªs? Es imposible, soy del centro, zona rebelde. ?Ad¨®nde ir¨ªa? ?Y c¨®mo? Estamos perdidos en tierra de nadie", sigue Catherine. A su lado aparece Kouassi E. A., reci¨¦n llegada, abatida. A formular la pregunta habitual de a qu¨¦ se dedica, llora. "S¨®lo hago que darle vueltas a la cabeza". Tres de las mujeres hicieron el camino juntas. "Pagas 450 euros por el paquete completo y cruzas a Marruecos con los comerciantes del Sur. ?Que c¨®mo es la vida en Senegal, por ejemplo? "Algo mejor, sin trabajo, pero con dignidad; all¨ª eres persona; aqu¨ª no; aqu¨ª sufrimos agresiones en la calle, y si vas a un hospital no te tocan, te hacen enseguida el test del sida, para ellos nuestra piel est¨¢ contaminada".
"Horror sobre el horror", dir¨¢ luego Javier de Lucas, presidente de la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al refugiado (CEAR), al referirse a la situaci¨®n de las miles de subsaharianas atrapadas en Marruecos o en Libia, convertidos ambos pa¨ªses ya en frontera de control de la UE (externalizaci¨®n, lo llaman unos; cancerberos, otros). Explican en CEAR el contexto migratorio general: "Desde un punto de vista pol¨ªtico, las fronteras europeas se est¨¢n trasladando hacia el Sur (norte de ?frica) y el Este (Ucrania, Moldavia...). Esto se est¨¢ haciendo de forma sutil, a trav¨¦s de acuerdos de cooperaci¨®n; los Gobiernos occidentales ofrecen grandes cantidades de dinero de la cooperaci¨®n para que los fronterizos gestionen los flujos migratorios. El problema es que ¨¦stos no saben gestionarlos, los polic¨ªas no tienen formaci¨®n (expulsan sistem¨¢ticamente hacia Argelia y sin examinar a personas susceptibles de asilo) y cometen graves abusos de derechos humanos".
Opina De Lucas que, adem¨¢s, nuestras propias reformas de la ley de extranjer¨ªa y refugio no permiten ser optimista: "El Gobierno espa?ol no est¨¢ a la altura en inmigraci¨®n, y el asilo se va a homogeneizar a la baja con la UE; la nueva ley es un paso atr¨¢s, aunque tenga aspectos positivos como la cuota de reasentamiento; adem¨¢s, la crisis econ¨®mica servir¨¢ de coartada para los recortes con vistas a la opini¨®n publica", sigue De Lucas. Y da un dato ilustrativo: Espa?a ha concedido asilo a ?151 personas! en 2008. "Incre¨ªble, con la que est¨¢ cayendo por el mundo". En la ONG Caminando Fronteras (CF), en T¨¢nger, matizan: "La paradoja es que la externalizaci¨®n controla con m¨¦todos expeditivos la migraci¨®n de los m¨¢s pobres, pero a la vez produce un efecto de reforzamiento de las redes de trata con fines de explotaci¨®n. Y ¨¦sta afecta sobre todo a mujeres y ni?os...".
Ekra es capaz de verbalizar su situaci¨®n. Happiness, de ironizar sobre ella. Rachel o Catherine, de denunciarla. Otras subsaharianas callan. Porque no sabr¨ªan por d¨®nde empezar; porque no quieren ser vistas siempre como v¨ªctimas ("Lo odian, de hecho; hacen siempre todo lo posible por mantenerse enteras, vivir lo que les toca con dignidad", dicen en CF) o porque prefieren dejar que sobreentiendas. Ekra, por ejemplo, es coqueta, u?as pintadas, corte de cabello hipermoderno: "Es una peluca". Y se la quita sin m¨¢s para mostrar su pelo real, corto, a lo chico. Un estilo que le ayud¨® a pasar inadvertida cuando fue necesario. En el camino, dice, ser menos mujer es m¨¢s seguro.
Jackie S., cristiana, de Bundulu, RDC, estar¨ªa de acuerdo. Tiene 18 a?os, dos ni?as, Tracy y Kelsey, un rostro bell¨ªsimo y triste, y su vida habr¨ªa sido m¨¢s f¨¢cil de haber nacido var¨®n. "Me obligaron a casarme con un hombre mayor cuando mi padre muri¨®". Su marido la maltrat¨® hasta la saciedad (ense?a las marcas por el rostro, el pecho...). "No pod¨ªa dormir con ¨¦l, no pod¨ªa... Quer¨ªa un hijo cada a?o, uno tras otro". Y as¨ª. Huy¨® cuando su peque?a ten¨ªa dos semanas. Ella cruz¨® Centro¨¢frica, Chad, Argelia, Mal¨ª... Un amigo comerciante la acompa?¨®. Y desapareci¨® luego. "Les sucede a todas, los maridos del camino se sirven de ellas, y cuando quedan detenidas en un punto, ellos se marchan a intentar cruzar; es mejor intentarlo solos".
Abandonadas a su suerte y con hijos, las africanas, dice Jorge Mart¨ªn, coordinador de M¨¦dicos Sin Fronteras en Marruecos, son doblemente vulnerables: "Nosotros hemos atendido casos de v¨ªctimas de agresiones por parte de fuerzas de seguridad, de otros inmigrantes o de delincuentes comunes... los abusos sexuales son constantes".
A Women's Link Worldwide le interesaba saber eso, los detalles de una traves¨ªa extrema, entre 2.000 y 6.000 kil¨®metros de distancia y dos a?os de tiempo medio. Por qu¨¦ las subsaharianas deciden abandonar sus pa¨ªses, con qui¨¦n viajan, c¨®mo recorren durante a?os tales distancias, se relacionan con los hombres y las redes de trata o se ganan la vida; c¨®mo gestionan lo de su condici¨®n femenina (sexo, preservativos, regla, embarazos, hijos, sida, enfermedades...); qu¨¦ so?aban antes y sue?an ahora; c¨®mo se sienten las que no lo han logrado y consiguen mantenerse cuerdas.
En 130 entrevistas realizadas in situ en Marruecos y Espa?a (para ver diferencias) les preguntaron desde los datos b¨¢sicos (edad, origen, etnia, religi¨®n) hasta los motivos para realizar el viaje. "Pobreza, matrimonios tempranos, guerra, violencia", fue la respuesta. Tiempo de duraci¨®n: dos, tres a?os de media, a pie o en cami¨®n. Guerras vividas: frecuentes. Familiares inmigrantes: a menudo, y les ayudan a pagar el viaje a la red. Ayudas recibidas: suelen unirse a los llamados maridos del camino, lo que significa protecci¨®n ante otros a cambio de hacer de esposa. Otras veces son protegidas de sponssors o traficantes con los que adquieren deudas que deben pagar al llegar a Europa. Medios para buscarse la vida: mendigar o prostituirse. Si son refugiadas o han pedido asilo; si han sido expulsadas o deportadas, por d¨®nde cruzaron y c¨®mo a Espa?a... Si tienen o han tenido parejas, hijos, m¨¦todos anticonceptivos, abortos... Y si han sufrido violencia o abusos: la mayor¨ªa dice que s¨ª, donde m¨¢s, en Argelia y por polic¨ªas. Lo que estas mujeres cuentan e incluye el informe en el apartado Salud sexual y reproductiva no tiene resumen posible. Bastan ejemplos:
-"No s¨¦ cuantas veces he abortado, me dan cosas para perder el beb¨¦ y me drogo para soportar el dolor".
-"Te pones condones algunas veces, cuando los hombres quieren y cuando te los dan las organizaciones".
-"En Marruecos, abortar no es nada f¨¢cil, con lo cual recurres al Cytotek (un abortivo), y muchas no saben el riesgo que supone para la vida si no lo haces a tiempo, y lo toman much¨ªsimo, sobre todo las nigerianas, que son obligadas por sus patrones porque ellas no deciden".
-"He sido violada en la frontera argelina tres veces: por marroqu¨ªes y nigerianos".
-"En la comisar¨ªa de Nador ofrec¨ª acostarme con un militar para que no me expulsase a la frontera con Argelia. Estaba en una celda peque?ita y el militar me dijo que me duchase delante de ¨¦l, y lo hice y se baj¨® el pantal¨®n y me foll¨® delante de mi beb¨¦. Despu¨¦s llam¨® a sus compa?eros y lo hicieron todos, todos".
Y as¨ª sucesivamente. "Las conclusiones del informe sobre estas mujeres se resumen en una: violaciones y violaciones de todo lo violable", dicen en Women's Link.
Ahora, el campo y los suburbios urbanos marroqu¨ªes son parada final para muchas. Y lo que aqu¨ª sucede lo advierten muchas ONG desde hace a?os. "En un pa¨ªs de tr¨¢nsito, la integraci¨®n no es posible de momento", explican en CF. Lo dicen otras como SOS Racismo, M¨¦dicos del Mundo, o las marroqu¨ªes como la antirracista Gadem (impresionante su informe de junio 2007 titulado La cacer¨ªa del inmigrante en las fronteras del sur de Europa), la sanitaria Asociaci¨®n de lucha contra el sida (ALCS) o AFVIC. O hasta del Departamento de Estado norteamericano, en su informe anual Traficking in person 2008. "El Gobierno de Marruecos no asiste a los inmigrantes y refugiados". No hay intenci¨®n pol¨ªtica clara, no se respetan derechos humanos b¨¢sicos ni acuerdos internacionales, a pesar de tener firmada la Convenci¨®n de Ginebra, que obliga a no poner en peligro la integridad de una persona e impide expulsar a los refugiados. Y el pa¨ªs carece de condiciones sanitarias, educativas u organizaci¨®n de acogida; no posee legislaci¨®n adecuada porque anda luchando con su propia pobreza.
Por las calles de cualquier lugar de Marruecos que no sea tur¨ªstico se aprecia: ¨¦ste no es lugar de destino, como no lo era la Espa?a de los sesenta. Con FOO visitamos una de sus sedes educativas en el barrio de Sidi Moumen, en Casablanca. All¨ª se encuentra el m¨¢s peque?o de los llamados bidonville, barrios de chabolas: un absoluto vertedero habitado por 20.000 personas y otros tantos animales. "Zonas tan degradadas que est¨¢n ya bajo un gran proyecto de desarrollo nacional y cuentan con el apoyo personal hasta del Rey", dicen los de FOO.
MSF calcula en 5.500 los subsaharianos (otros en 7.000, muchos escondidos), entre Rabat , Casablanca y T¨¢nger. "Es poblaci¨®n m¨®vil, pero el n¨²mero es estable entre salidas y llegadas; y cada vez hay m¨¢s mujeres y m¨¢s j¨®venes". En T¨¢nger, por ejemplo, han llegado grupos de adolescentes nigerianas en los ¨²ltimos d¨ªas. "La mayor¨ªa, pre?adas", nos dicen all¨ª. Pero los inmigrantes en estas ciudades empiezan a ser vistos por la poblaci¨®n, asegura Mart¨ªn. "Existen. Porque antes de 2001 ni exist¨ªan". MSF atiende aqu¨ª a los subsaharianos desde 2003 en cuatro ejes: salud sexual y reproductiva, epidemias como sida o tuberculosis, violencia y asistencia de urgencia. "Y no todos entienden nuestra dedicaci¨®n. He aqu¨ª razones: los inmigrantes son m¨¢s vulnerables, est¨¢n desasistidos, en situaci¨®n administrativa irregular, m¨¢s expuestos, sin redes sociales de protecci¨®n. Los nacionales de un pa¨ªs cuentan con un Estado, una red social, una familia; ellos no; ellos, s¨®lo las ONG".
Insiste Mart¨ªn en que no intentan de ning¨²n modo sustituir al ministerio de salud en su tarea. De hecho, sin ¨¦l, nada es posible: "Queremos ayudar; buscar acuerdos con centros de salud primaria que permitan la asistencia directa al inmigrante, sin que ¨¦ste deba acudir acompa?ado de un miembro de ONG para ser atendido. Trabajar en red es bueno para todos. Y hay muchos m¨¦dicos ya en disposici¨®n de colaborar, esto tambi¨¦n ha mejorado. Hay buena voluntad, falta sensibilizaci¨®n y legislaci¨®n". Es m¨¢s: "El fen¨®meno no va a desaparecer, ni siquiera con la crisis econ¨®mica en el mundo desarrollado. Los africanos seguir¨¢n acerc¨¢ndose a Europa v¨ªa Marruecos o Libia, por donde sea. Y la pol¨ªtica que practica Espa?a de contenci¨®n de fronteras tiene consecuencias terribles: la peor es que reduce la dignidad de estas personas al cero absoluto".
A Jackie, en Rabat, se le ve superada con sus dos criaturas; d¨ªa y noche encerradas en un cuarto donde api?an sus pocas pertenencias. "Muchos menores en esta situaci¨®n acaban desapareciendo; no los pueden atender, los dan, los venden. Hubo un tiempo en que la Guardia Civil era m¨¢s permisiva en la frontera si ibas con ni?o en brazos, as¨ª que muchas se los dejaban a pasadores para que acabaran en el sistema de acogida en Espa?a". CF se ocupa de 15 de estas mujeres, solas, con hijos, abandonadas ya por la red y con riesgo de estigmatizaci¨®n por "ser mujer y estar sola": "Aqu¨ª significa ser prostituta". A Jackie la encontraron los de CF mendigando con sus hijas en el mercado. "La asistimos para pagar la casa; tener un techo es fundamental para alejarlas de la calle y de la trata, pero encontrarlo es complicado, nadie quiere firmar nada. Intentamos escolarizar a los ni?os, s¨®lo es posible en centros privados. La vida social es fundamental para ellos".
Al contrario que otras, Jackie asegura, y se ve, tener una relaci¨®n cordial con la familia marroqu¨ª que le alquila la casa: la ayudan con la comida. La ropa de las ni?as, hoy vestidas de domingo, con abrigos estilo brit¨¢nico total, se la regalan en la iglesia evangelista del pastor David Brown, un nombre que repiten mucho las subsaharianas en Rabat y Casablanca. Igual que repiten el de C¨¢ritas, el de MSF, el de las franciscanas de Casablanca ("Despu¨¦s de las deportaciones al desierto en 2005, volvimos la vista y all¨ª estaban estas mujeres completamente perdidas a su suerte, decidimos asistirlas", dicen), o el de Paula (de las hermanas de Calcuta): "Viene de vez en cuando y hace lo que puede". Sin militantes, religiosas y ONG, muchos africanos enloquecer¨ªan. Ellas lo llaman "perder la cobertura". "Salen de sus pa¨ªses m¨¢s o menos bien y se deterioran en el camino, f¨ªsica y psicol¨®gicamente". Y sucede mucho.
Awa K., 25 a?os, dos hijos (Ismael, de tres a?os; Beyonc¨¦, de uno), nacidos en un hospital, pero sin que conste: venir al mundo en este territorio no significa nada, ni da ning¨²n derecho si no puedes pagar el certificado de nacimiento. "Tienes suerte si te lo consigue una ONG, pues, por ejemplo, vacunarles no es posible sin ¨¦l". Awa, delgad¨ªsima, vestida con vaqueros y camiseta interior de encajes, juega con sus reto?os, ajenos a todo, y cuenta que vive desde hace un lustro aqu¨ª y su situaci¨®n es desoladora: pide por las calles, coge lo que encuentra, busca quien le d¨¦ algo por lo que quiera que sea que ella tenga u ofrezca. Su mirada es acerada, tremenda, herida. "El padre de las ni?as nos abandon¨®". Su habitaci¨®n no est¨¢ ordenada ni limpia como la de Jackie, no hay nada, ni ropa, ni comida, ni siquiera la eterna televisi¨®n que distrae, que yace a piezas en el suelo. En el cuarto de al lado dormitan los gatos entre restos de comida putrefacta y trastos. No quiere hablar de su pasado, s¨®lo mirar adelante: "Alg¨²n d¨ªa podr¨¦ salir de aqu¨ª, es igual que me digas que al otro lado quiz¨¢ no sea f¨¢cil. Nada puede ser peor que lo ya vivido".
Quiz¨¢ por eso, los que consiguen dinero intentan una y otra vez cruzar a Espa?a. Y las noticias del otro lado gotean en ¨¦ste: pateras que llegan con muertos, saltos a las vallas, ahogados, disparados, redadas, controles, deportaciones... Historias cotidianas en las que participan o lo har¨¢n muchas como Ekra, Awa, Jackie, Rachel, sus hijos o amigos. "Al menos 28 personas han muerto en las costas de Alhucemas al intentar llegar hasta Espa?a. Seg¨²n los supervivientes, el accidente se debi¨® a una intervenci¨®n violenta de la marina marroqu¨ª... En ella viajaban mujeres embarazadas, cuatro beb¨¦s, refugiados y demandantes de asilo, todos subsaharianos... Los cuatro beb¨¦s murieron en el agua".
Era abril de 2008. Uno de los peque?os era Feber, cinco a?os; ni?a nacida por amor. Se ahog¨® delante de su padre y agarrada a su madre, Precious, nigeriana, que intent¨® salir de la red de trata. "Fue horroroso. Te paras en Mal¨ª y comienza lo que ser¨¢ tu vida en Europa. Te tienes que follar a todos los que quiera el contacto, el connection man, y, claro, no hay preservativos, nada que pueda protegerte, s¨®lo enfermedades", contaba.
Ella fue una de las 130 mujeres participantes en este estudio.
Consulta el informe de la organizaci¨®n Women's Link Worldwide
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