El fisco ahoga a los jubilados
Miami tiene muchas caras. Desde el exterior todo parece glamour playero y ricos de la jet set, jubilados o no. Pero ya antes de la crisis actual era una ciudad de brutales contrastes. Los ¨ªndices de pobreza y desempleo se sit¨²an entre los m¨¢s altos del pa¨ªs y hasta muchos viejitos, con modestas prestaciones de jubilaci¨®n, viven la angustia de perder sus casas. La capital del sol est¨¢ bajo m¨ªnimos.
En Miami no han tocado huracanes desde que pasaron en 2005 el Katrina, antes de arrasar Nueva Orleans, y el Wilma, que sorprendi¨® tras machacar Canc¨²n. Pero los seguros subieron por las nubes y se quedaron. Los impuestos a las propiedades ya estaban por los aires desde la llegada de los acaudalados del norte y del sur, y pareci¨® que todos los que vendr¨ªan despu¨¦s ser¨ªan de ese nivel. C¨®modos pagadores de sustanciosas facturas, muy superiores al resto de Florida y hasta 10 veces m¨¢s que un catastro en Espa?a por una vivienda similar.
Los impuestos de la vivienda son 10 veces m¨¢s altos que en Espa?a
El laureado t¨¦cnico de la NBA Pat Riley, ahora s¨®lo presidente del Miami Heat, paga cerca de 300.000 d¨®lares al a?o por el catastro de su casa y el terreno. Compr¨® el lote completo en 1996 por 6,3 millones y ahora vale, pese al hundimiento de los precios, m¨¢s de 12 la parcela y casi 3 las 5 edificaciones con piscina en una punta privada de los exclusivos cayos-islas de Gables States, al sur de Miami. Riley gana 100 veces m¨¢s y puede permitirse afrontar cualquier gasto por muy desmesurado que sea; para Juan, un anciano que sali¨® de Cuba en los a?os sesenta y su retiro no llega a los 700 d¨®lares mensuales, pagar cerca de 2.000 anuales de catastro y otros tantos de seguro por su modesta casa, no lejos de la calle Ocho, es imposible.
Juan tiene la vivienda pagada hace muchos a?os, pero nunca acaba de ser suya realmente. Viejos amigos en su misma situaci¨®n llevan protestando desde mucho antes de que la crisis alcanzara a los nuevos compradores. Han ido incluso hasta el Parlamento estatal de Tallahassee, al norte de Florida, con pancartas elocuentes: "Huimos del comunismo en Cuba, huimos de los impuestos en Miami".
Lo de Juan, que paga sus tributos personales puntualmente, va mucho m¨¢s all¨¢ del estallido de la burbuja inmobiliaria. Amortiz¨® su hipoteca hace mucho tiempo, pero le perseguir¨¢n eternamente dos m¨¢s, los catastros y los seguros.
No ha comprado una vivienda por encima de sus posibilidades, ni ha sido enga?ado por bancos o agentes inmobiliarios, como much¨ªsima gente. Ni vive en el Jade, por ejemplo, uno de los edificios m¨¢s emblem¨¢ticos de Brickell, al borde de la bah¨ªa de Vizcaya, donde compr¨® una ¨²ltima planta el piloto Juan Pablo Montoya. La comunidad, como otras muchas, est¨¢ al borde del colapso por los impagos de tantos, nacionales y extranjeros, a los que ha pillado el toro de la crisis.
Pero Juan est¨¢ al borde de perder su casa igualmente como si se tratara del mayor especulador frustrado o se hubiera quedado sin trabajo. Adem¨¢s, ahora vale mucho menos, casi la mitad (as¨ª se vuelven a vender en subastas viviendas embargadas), y ni siquiera le han actualizado el impuesto, que siempre ha subido pero, sospechosamente, a¨²n no ha bajado. La ciudad necesita pagar sus servicios y ante los recortes federales de arriba, lo seguro siempre es sacar al de abajo.
Juan, en su desesperaci¨®n, tambi¨¦n tiene un consuelo. Con el eterno humor cubano, forjado a prueba de medio siglo de destierro, dice: "La cosa est¨¢ mala, muy mala, pero al menos no le di dinero a Madoff. No ten¨ªa tanto billete". -
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