Querido Pablo, tantos a?os despu¨¦s
Milan¨¦s convierte sus recitales madrile?os en un ejercicio de fidelidad
Hay artistas que est¨¢n por encima de momentos o circunstancias, personajes a los que las coyunturas les pasan de lado sin descolocarles un solo rizo de la cabellera. Pablo Milan¨¦s figura en esa restringida lista de afortunados. Hace varias d¨¦cadas que no escribe una sola canci¨®n que impregne los intrincados pliegues de la memoria colectiva, como acostumbraba en sus buenos tiempos, pero el p¨²blico sigue dispuesto a reencontrarse con la dichosa Yolanda (para la que Joaqu¨ªn Sabina compareci¨® casi de tapadillo), Para vivir o El breve espacio en que no est¨¢s. Y hasta que llega ese dulce, fugaz instante de comuni¨®n, aguanta con estoicismo lo que le echen. Por mon¨®tono y reiterativo que le pudiera parecer a cualquier o¨ªdo menos hipotecado por la nostalgia.
Pasan los a?os y la Nueva Trova se nos est¨¢ quedando ajada
Milan¨¦s anda ya por una edad respetable (la semana pr¨®xima ser¨¢n 66 primaveras), pero conserva casi intacta la capacidad de convocatoria. Cierto que la melena mengu¨® y adquiri¨® tonos plateados respecto a la que luc¨ªa en la portada del celeb¨¦rrimo Querido Pablo. Con todo, queda la fidelidad. Por eso llena dos noches seguidas el teatro Calder¨®n (y una tercera habr¨ªa ca¨ªdo, de no ser por el musical de Nacho Cano). Y por eso invierte muchos minutos en un repertorio que, a modo de exculpaci¨®n, presenta como perfectamente desconocido.
Dos amigas al borde de los 50 lo admit¨ªan antes de comenzar la velada: "Venimos por los ¨¦xitos... El ¨²ltimo disco, Regalo, ni nos lo hemos comprado. Pens¨¢bamos que ser¨ªa otra versi¨®n de las canciones de siempre". Y no, resulta que son nuevas, pero suenan peligrosamente parecidas a las anteriores. As¨ª no hay manera de que nuestras amigas puedan convencer a alg¨²n sobrinillo despistado para que redujeran un poco la media de edad en el patio de butacas. Pasan los a?os y la Nueva Trova se nos est¨¢ quedando m¨¢s bien ajada.
Dicen sus allegados que Pablo anda plet¨®rico. Tiene ahora dos churumbeles trasteando por Vigo que le nublan las entendederas. Hermoso, sin duda. L¨¢stima que su inmersi¨®n cultural galaica se limite por ahora a dedicarle una canci¨®n (El largo camino de Santiago) a las meigas. Viene a ser como proclamar el amor por La Habana y no ver m¨¢s all¨¢ del Malec¨®n.
El resto se ci?e a los par¨¢metros habituales. Hay piezas de po¨¦tica apreciable sobre p¨¦rdidas, nostalgias, fugacidades y, en general, la evanescencia de la vida. Y hay otras, amorosas, que parecen competir por un hueco en la carpeta escolar. Entre Me llega tu sabor con suave fragancia y Toda la pureza que me des, nunca la podr¨¦ corresponder, ?con cu¨¢l nos quedamos? A falta de sobrinillos en la platea, no pudimos someter el dilema a votaci¨®n.
Al menos Sabina anim¨® un poco los ¨¢nimos con su irrupci¨®n por sorpresa. Si dependi¨¦ramos para ello del grupo de Milan¨¦s (seis m¨²sicos tan sentados y est¨¢ticos como el jefe de filas), apa?ados est¨¢bamos. La fidelidad fue anoche un ejercicio de puro voluntarismo.
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