Los amos del directo
Me encuentro en Santiago de Compostela, invitado a la novena asamblea de la APM. No, yo tampoco sab¨ªa mucho de la Asociaci¨®n de Promotores Musicales: funciona muy discretamente, aunque el trabajo de sus miembros tenga alta visibilidad. Ellos montan giras de artistas, rellenan carteles de festivales, juntan a las figuras con su p¨²blico.
Algunos ejercen paralelamente de managers de figuras nacionales; otros funcionan como intermediarios, vendiendo actuaciones de estrellas for¨¢neas al mercado institucional. Pero todos alardean de que tambi¨¦n promueven conciertos, que se juegan su dinero. Y saben lo que es arruinarse, tras una mala racha. Lejanas an¨¦cdotas: "Un acreedor quer¨ªa mi coche, aunque eso supon¨ªa una fracci¨®n de la deuda. Pero si me lo dejaba, pod¨ªa seguir trabajando y alg¨²n d¨ªa le devolver¨ªa todo".
Para sobrevivir en este oficio se necesita un ego considerable, aunque bien disimulado
La moraleja es que, al final, pagaron sus facturas y aqu¨ª siguen.
En la cotidianidad, suelen andar enfrentados. Por ejemplo, falta aqu¨ª el promotor con m¨¢s historia, Gay Mercader. Oigo a un tipo afable conversar con un colega: "Todav¨ªa recuerdo cuando me llamaste para advertirme de que me ibas a hundir"; el otro suspira y ni siquiera intenta disculparse, son las inevitables explosiones temperamentales.
Para sobrevivir en este oficio se necesita un ego considerable, aunque bien disimulado ya que tratan con esos maravillosos monstruos que son los artistas. Escucho an¨¦cdotas asombrosas. El legendario trompetista que se tragaba un frasco entero de estimulantes farmac¨¦uticos antes de salir al escenario. Un d¨ªa se pas¨® y rogaba al promotor: "S¨¢came de aqu¨ª, no puedo morir en Madrid".
El m¨¢s taca?o de los pioneros del rock and roll resulta un manantial de ocurrencias pat¨¦ticas: "Se empe?a en moverse por Espa?a con el coche m¨¢s grande que se pueda alquilar pero se niega a mostrar su permiso de conducir".
Esta asamblea no se limita al intercambio de batallitas. El directo se ha convertido en el motor principal de la industria de la m¨²sica y los promotores debaten la creciente inoperancia de las discogr¨¢ficas, la voracidad de la SGAE, el delirio de los festivales subvencionados.
Una sorpresa es comprobar que los presentes siguen vibrando con la m¨²sica: hablan entusiasmados de sus ¨²ltimos descubrimientos, de artistas nov¨ªsimos a los que traen a peque?os recintos. Al final, la realidad se entromete en el negocio. El presidente de la AMP abandona la reuni¨®n: ha muerto el padre de una de sus cantantes y se apresura a volar para estar a su lado. Son humanos, sabe usted.
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