Lecciones de Kosovo y Osetia del Sur
El pasado 17 de febrero se cumpli¨® el primer a?o de la proclamaci¨®n unilateral de independencia de Kosovo. En una Europa azotada por la crisis econ¨®mica y amenazada por el conflicto social, la celebraci¨®n pas¨® bastante desapercibida. Tambi¨¦n en Espa?a, que es el ¨²nico pa¨ªs grande de la Uni¨®n Europea que se resiste a reconocer el ¨²ltimo cap¨ªtulo de la descomposici¨®n de la antigua Yugoslavia. Espa?a ni siquiera se dio por aludida pocos d¨ªas antes del aniversario, cuando el Parlamento Europeo aprob¨® por amplia mayor¨ªa una resoluci¨®n que anima a los miembros recalcitrantes de la UE a reconocer la independencia de Kosovo. Es significativo que en el debate sobre esa resoluci¨®n no participara ni un solo eurodiputado espa?ol.
Suprimir o cercenar la autonom¨ªa de un territorio puede abrir las puertas al secesionismo
A pesar del relativo desinter¨¦s diplom¨¢tico espa?ol por los Balcanes (m¨¢s all¨¢ de la empecinada negativa a reconocer Kosovo), todav¨ªa hay algo de la experiencia kosovar que puede interesar a los ciudadanos espa?oles, que se hallan a las puertas de una decisiva sentencia del Tribunal Constitucional no s¨®lo sobre el Estatuto de Autonom¨ªa de Catalu?a, sino sobre el futuro del Estado de las Autonom¨ªas en Espa?a, que es lo mismo que decir sobre el futuro de Espa?a a secas.
Kosovo pertenece (o al menos perteneci¨® hasta 2008) a la constelaci¨®n de los llamados "conflictos congelados". El espacio post-sovi¨¦tico es especialmente rico en estos conflictos. De hecho, en agosto del a?o pasado, en otro episodio devorado por el olvido, Georgia y Rusia libraron una guerra desigual en torno a uno de estos conflictos, en la regi¨®n secesionista de Osetia del Sur. Al calor de esa guerra, Rusia invoc¨® el precedente kosovar para reconocer la independencia de Osetia del Sur y de Abjazia, obliterando que en su momento el enviado especial del secretario general de la ONU en Kosovo, el reciente Premio Nobel Martti Ahtisaari, hab¨ªa advertido que "Kosovo no crea un precedente para otros conflictos sin resolver".
A pesar de la rotunda advertencia de Ahtisaari, existe una similitud hist¨®rica entre Kosovo y las regiones secesionistas de Georgia que acaso podr¨ªa alumbrar alguna lecci¨®n de inter¨¦s para espa?oles. Desde 1974 Kosovo era una Provincia Aut¨®noma Socialista dentro de Serbia, con aspiraciones de convertirse en la s¨¦ptima rep¨²blica de la antigua Yugoslavia; en 1990 el presidente de Serbia, Slobodan Milosevic, suprimi¨® la Provincia Aut¨®noma Socialista de Kosovo. En la antigua URSS, Osetia del Sur era un oblast aut¨®nomo dentro de la RSS de Georgia, con aspiraciones de elevar su estatus convirti¨¦ndose en una rep¨²blica aut¨®noma; en el mismo a?o 1990 el presidente Zviad Gamsakhurdia suprimi¨® el oblast aut¨®nomo de Osetia del Sur. Las cosas en Abjazia no fueron muy distintas. En la antigua URSS, Abjazia era una rep¨²blica aut¨®noma dentro de la RSS de Georgia, aunque en los inicios del Estado sovi¨¦tico hab¨ªa gozado del estatus de Rep¨²blica Socialista Sovi¨¦tica; en 1992, el Consejo Militar que hab¨ªa derribado a Gamsakhurdia para encumbrar despu¨¦s a Eduard Shevardnadze anunci¨® la restauraci¨®n de la Constituci¨®n presovi¨¦tica de 1921, lo cual fue interpretado en Abjazia como un s¨ªntoma inequ¨ªvoco de la voluntad de suprimir la Rep¨²blica Aut¨®noma de Abjazia.
En otras palabras, una circunstancia hist¨®rica que une a Kosovo, Osetia del Sur y Abjazia es que en los tres casos existe un episodio reciente de supresi¨®n de la autonom¨ªa, a pesar del deseo manifiesto de la poblaci¨®n afectada no s¨®lo de mantenerla sino de aumentarla.
En Espa?a se ha argumentado que los catalanes no deseaban un nuevo Estatuto, y es indudable que las cifras de participaci¨®n en el refer¨¦ndum del 18 de junio 2006 siembran alguna duda sobre el verdadero inter¨¦s que esta cuesti¨®n suscitaba entre la ciudadan¨ªa. Pero tambi¨¦n es cierto que existe una amplia evidencia sociol¨®gica de que los catalanes, m¨¢s all¨¢ de estatutos concretos, son partidarios de un mayor autogobierno. En el Bar¨®metro Auton¨®mico del CIS de diciembre de 2005, contempor¨¢neo al tr¨¢mite parlamentario del Estatuto, el 24% de los entrevistados catalanes se mostr¨® partidario de "un Estado como en la actualidad", frente a la media estatal del 52%, mientras que un 48% opt¨® por "un Estado en el que las comunidades aut¨®nomas tengan m¨¢s autonom¨ªa", frente a la media estatal del 26%. Los bar¨®metros que elabora peri¨®dicamente en Catalu?a el Centro de Estudios de Opini¨®n tambi¨¦n muestran este hecho diferencial catal¨¢n. En el m¨¢s reciente (noviembre de 2008), el 62% opin¨® que Catalu?a ha conseguido "un nivel insuficiente de autonom¨ªa", frente al 20% que lo considera suficiente y al exiguo 4% que lo considera excesivo.
Si es posible extraer alguna lecci¨®n de Kosovo, Osetia del Sur y Abjazia para consumo de espa?oles, hela aqu¨ª: suprimir o cercenar la autonom¨ªa de territorios aut¨®nomos (contra la voluntad mayoritaria de sus habitantes) suele convertirse en una invitaci¨®n al secesionismo.
A nuestro Tribunal Constitucional se le plantea un reto dif¨ªcil: dirimir sobre la constitucionalidad del Estatuto de Autonom¨ªa de Catalu?a y respetar al mismo tiempo el deseo manifiesto de los catalanes de incrementar su autogobierno, sabiendo que ese respeto es una de las dovelas que sustentan la democracia espa?ola.
Albert Branchadell es profesor de la Facultad de Traducci¨®n e Interpretaci¨®n de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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