Concursos de arquitectos o chapuzas
Los concursos de arquitectura como m¨¦todo para la contrataci¨®n de proyectos por parte de las administraciones p¨²blicas, han resultado ser un sistema razonablemente justo y eficaz. Un sistema envidiado por gran parte de arquitectos de otros pa¨ªses y, sin duda, referencia obligada para ellos cuando glosan la bondad del trabajo realizado en nuestro pa¨ªs. Junto al elemental principio de igualdad de oportunidades, sus ventajas son varias.
Se fomenta un sistema de m¨²ltiples aproximaciones al problema propuesto que, si bien no garantiza en absoluto la elecci¨®n de la mejor soluci¨®n, reduce, al menos, el margen de error. Permite, dependiendo de la composici¨®n del jurado y del proceso, una extensi¨®n a opiniones inteligentes y distintas, al margen de las estrictamente ligadas a la endogamia arquitect¨®nica. Y, sobre todo, la ventaja m¨¢s importante es que el sistema de concursos, especialmente cuando son abiertos, permite el acceso a la posibilidad de construir, en igualdad de condiciones respecto a los m¨¢s consolidados, de arquitectos j¨®venes y muy j¨®venes, que, con sus propuestas, han sabido inocular al cuerpo general de la arquitectura espa?ola ideas frescas, transformadoras y siempre necesarias, si se quiere mantener las cotas de intensidad que, supuestamente, ven¨ªan a ser uno de sus signos distintivos.
Desde mi experiencia como participante continuo en concursos y como miembro de jurado en muchos, he de decir que la respuesta por parte de los arquitectos ha sido siempre extraordinariamente generosa, present¨¢ndose ante cualquier convocatoria un m¨¢s que nutrido n¨²mero de trabajos, con una calidad que supera con creces la mezquindad econ¨®mica con la que suelen plantearse. A los arquitectos se nos puede demandar por muchos errores, pero no es el de la entrega uno de ellos cuando se nos convoca a un concurso. Sin embargo, cada vez m¨¢s, nos preguntamos si esta generosidad se ve reconocida, al menos, mediante convocatorias bien planteadas, suficientemente compensadas y con jurados de calidad contrastada. Creo sinceramente, que la respuesta es un no rotundo.
Cada vez m¨¢s los concursos de arquitectura, y por supuesto hay excepciones, est¨¢n marcados por unas maneras que atentan contra la dignidad de los participantes en la medida que su trabajo es ninguneado o infravalorado en muchos de los casos. Enunciados y objetivos poco claros, situaciones de indefensi¨®n absoluta, jurados con manifiesta falta de capacidad para juzgar, ausencia de compromiso en la ejecuci¨®n, confusi¨®n entre calidad arquitect¨®nica y baja de honorarios, todo ello y muchas m¨¢s, son realidades que est¨¢n detr¨¢s de un sistema, que, pese a todo, sigue siendo el m¨¢s razonable y eficaz cuando se plantea con criterios serios y rigurosos.
El ¨²ltimo episodio que ilustra esta realidad, tiene que ver con el concurso para el proyecto del Centro Nacional de Artes Visuales en Madrid. El escenario es claro. Por un lado, una entidad convocante, nada menos que el Ministerio de Cultura, que encarga a una empresa p¨²blica, se supone con la capacidad y la solidez que deb¨ªan ser propios de una estructura oficial, la elaboraci¨®n de un concurso que, al parecer, ha resultado ser, una vez m¨¢s, un modelo de desconocimiento acerca de las condiciones legales que han de regir este tipo de convocatorias. Por otro, la m¨¢xima representaci¨®n institucional de los arquitectos, el Consejo Superior de los Arquitectos, que hace una reclamaci¨®n supuestamente justificada respecto a la manera como se hace la convocatoria, demostrando un celo que, ojal¨¢, no sea sino el inicio de una actitud general extensible a otros muchos, much¨ªsimos concursos chapuzas, quiz¨¢ m¨¢s modestos, pero no por ello menos gravosos para los participantes y que, hasta el momento, no han sido objeto de una preocupaci¨®n tan esmerada por parte de quienes nos representan.
En medio de ambos, como piezas olvidadas, unos magn¨ªficos arquitectos convocados -conoz-co a todos- y unos ganadores que, estoy seguro, desconocedores de las posibilidades legales en las que ahora se mueve el concurso, han dado lo mejor de s¨ª mismos, han presentado un trabajo de enorme valor conceptual y material y que ahora ven como ¨¦ste, no s¨®lo no ha servido para nada, sino que aparece ligado a una convocatoria falsamente sospechosa, cuyo origen ¨²ltimo no es sino la incompetencia de personas concretas que, simplemente, han hecho mal su trabajo. ?Cu¨¢l es ahora la situaci¨®n en la que quedan estos arquitectos? ?ste es otro ejemplo m¨¢s de chapuza y desconsideraci¨®n hacia la dignidad de los profesionales cuando ¨¦stos s¨®lo pretenden dar lo mejor de s¨ª mismos.
Patxi Mangado es arquitecto.
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