?Qui¨¦n tiene la culpa de la crisis?
Las recriminaciones se suceden: que si la culpa la tuvo Bush, que si la tuvieron los banqueros, que si los constructores, que si el Gobierno, que si la tuvimos todos por gastar tanto y no ahorrar, etc. Ha habido acusaciones para todos los gustos y no habr¨ªa espacio aqu¨ª para examinarlas todas. A lo que quiero referirme ahora es a varios art¨ªculos aparecidos en estas p¨¢ginas atribuyendo al sistema de mercado la responsabilidad y propugnando un reequilibrio en favor del sector p¨²blico, es decir, recomendando que aumente la intervenci¨®n del Estado en la econom¨ªa para que no se vuelvan a producir cat¨¢strofes econ¨®micas del tama?o de la que estamos viviendo y sufriendo.
Es cierto que los mercados financieros puede ser inestables y necesitan regulaci¨®n; pero tambi¨¦n es cierto que esa regulaci¨®n ya existe en todos los pa¨ªses desarrollados desde hace mucho tiempo. El control y regulaci¨®n de los mercados corresponde a varios ministerios: el de Sanidad y Consumo, el de Industria, etc.; sobre los mercados financieros velan el de Hacienda y/o el de Econom¨ªa, los bancos centrales y un n¨²mero considerable de organismos especializados -en Espa?a, la Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores (CNMV); en Estados Unidos, la Securities and Exchange Commission (SEC), pero hay otros varios comit¨¦s de vigilancia dependientes del Gobierno y del Congreso, adem¨¢s, por supuesto de la FED (la Reserva Federal, el banco central estadounidense)-. Ante esta mara?a de organismos reguladores uno se pregunta si lo que fall¨® fue el mercado o si m¨¢s bien fallaron los encargados de corregir los fallos del mercado.
La org¨ªa consumista y b¨¦lica de Estados Unidos fue financiada por China
En Estados Unidos el anterior presidente de la FED, Alan Greenspan, ya ha entonado el mea culpa a ra¨ªz de unas informaciones period¨ªsticas que detallaban c¨®mo se neg¨® a escuchar las numerosas advertencias de algunas agencias federales y de algunos legisladores (entre otros, John McCain) acerca de la irresponsabilidad con que se estaban financiando y comercializando las tristemente c¨¦lebres hipotecas basura. Es verdad que la falta de rigor con que se conced¨ªan estas hipotecas se deb¨ªa, en parte, a instrucciones del Gobierno de Bill Clinton, motivadas sin duda por el deseo de favorecer a las clases humildes; pero la Administraci¨®n Bush no hizo nada por corregir esta pol¨ªtica heredada. Otro fallo, esta vez de la SEC, permiti¨® que la agencia de Madoff siguiera operando varios a?os despu¨¦s de que hubiera graves denuncias. Cosas parecidas hab¨ªan ocurrido antes con Bear Stearns, con Lehman Brothers, etc. Fue gran responsabilidad de Greenspan el haber favorecido que un pa¨ªs con la baj¨ªsima tasa de ahorro que tiene Estados Unidos disfrutara largamente de baj¨ªsimos tipos de inter¨¦s, algo que se pod¨ªa permitir porque hab¨ªa pa¨ªses dispuestos a prestarle pese a la baja remuneraci¨®n que los pr¨¦stamos obten¨ªan.
El principal prestamista de Estados Unidos era China. Se daba la escandalosa anomal¨ªa de que este pa¨ªs pobre (pese a su r¨¢pido crecimiento), con una renta por habitante de unos 1.800 euros, financiara masivamente al pa¨ªs m¨¢s rico del mundo. Esto se deb¨ªa a que de nuevo hab¨ªa aqu¨ª intervenci¨®n estatal para evitar el normal funcionamiento de los mercados. Los chinos financiaban la org¨ªa consumista y b¨¦lica de Estados Unidos para no revaluar su moneda, que hubiera sido la consecuencia l¨®gica de su gigantesco super¨¢vit comercial. Para mantener a sus trabajadores ocupados, China ten¨ªa que vender a precios muy competitivos; invirtiendo en d¨®lares su super¨¢vit, manten¨ªa el yuan bajo y el d¨®lar alto, con lo que su competitividad se sosten¨ªa. As¨ª, bloqueando los mecanismos de mercado cuyas consecuencias les resultaban desagradables (reducci¨®n del consumo estatal y privado en Estados Unidos, amenaza al empleo industrial en China), los Gobiernos de ambos pa¨ªses estaban cebando una bomba que tarde o temprano ten¨ªa que estallar. La osad¨ªa de ciertos banqueros y agentes de Bolsa estadounidenses hicieron el resto.
Aunque a rega?adientes, Europa se vio arrastrada al peligroso jueguecito: ante los bajos tipos de inter¨¦s norteamericanos, el Banco Central Europeo no pod¨ªa subir los suyos, para no elevar la cotizaci¨®n del euro, poniendo en peligro la competitividad de la industria. Cuando Jean-Claude Trichet se resist¨ªa a bajar los tipos se le criticaba acerbamente. Y as¨ª Europa tambi¨¦n se desliz¨® por el vertiginoso tobog¨¢n de los bajos intereses. Con el Eur¨ªbor por los suelos todo el mundo pod¨ªa comprarse una casita, e incluso un castillo en Espa?a. Y tambi¨¦n aqu¨ª los ¨®rganos de intervenci¨®n miraron para otro lado e hicieron gala de indulgencia ben¨¦vola ante una euforia econ¨®mica que promet¨ªa un gran ¨¦xito en las cercanas elecciones, pese a las advertencias en estas p¨¢ginas (21-02-2004) del hoy gobernador del Banco de Espa?a.
Todo esto arroja serias dudas sobre la conveniencia de dar m¨¢s poder a los pol¨ªticos en el funcionamiento de los mercados. Y si volvemos la vista atr¨¢s e indagamos en las causas de la Gran Depresi¨®n de la d¨¦cada de 1930 tambi¨¦n encontraremos pol¨ªticos incompetentes y electoreros compartiendo la responsabilidad con banqueros y agentes desaprensivos.
La historia se repite, y los que menos la conocen son los que m¨¢s la repiten.
Gabriel Tortella es catedr¨¢tico em¨¦rito en la Universidad de Alcal¨¢.
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