?Qu¨¦ ser¨¢ de Lisboa?
1 - Llego a Lisboa en un d¨ªa de invierno, casi primaveral, y como en los buenos tiempos retorno al rito de saludarla con los versos de siempre: "Otra vez vuelvo a verte, Lisboa, Tajo y todo".
Pasa el tiempo y veo que no evoluciono. Pessoa, por ejemplo, sigue siendo el poeta al que vuelvo siempre, como esa Lisboa a la que tambi¨¦n regreso con puntualidad invernal todos los a?os. Me gusta much¨ªsimo la terraza del bar Entretanto, donde ahora estoy. Tiene, de entrada, el nombre ideal para un bar lisboeta, quiz¨¢s porque conecta con esa especie de actividad o pausa de espera o vac¨ªo no previsto que en Lisboa llaman fazer horas y que tienen en un bar un lugar ideal para ser practicada. Si el lugar encima se llama Entretanto, ya no hay por qu¨¦ dudarlo: hemos dado con el sitio perfecto para esa actividad.
El Entretanto tiene una vista extraordinaria sobre la ciudad y en este viaje, adem¨¢s, es la terraza del bar de mi hotel, porque estoy en el Regency de la r¨²a Novo do Almada. Le escribo un mensaje de m¨®vil a mi hermana Teresa para informarle escuetamente de que he viajado a Lisboa y de que aplazamos una cita en Barcelona, y al poco rato me contesta: "En la r¨²a Nova da Almada 114, si tienes tiempo, entra en el hotel Regency y sube al bar Entretanto, en el s¨¦ptimo piso. Te gustar¨¢. Seguramente no lo conoces, porque es nuevo. Tiene una vista incre¨ªble".
Me froto los ojos. Lo que en verdad resulta incre¨ªble es que me escriba eso encontr¨¢ndome yo frente a esa vista. Si fu¨¦ramos gemelos, ya no s¨¦ qu¨¦ m¨¢s pasar¨ªa. Tengo que mandarle un nuevo mensaje para decirle que me hospedo precisamente en ese hotel y estoy en la terraza y que me he llevado con su mensaje -quiz¨¢ ahora se lo lleve ella con el m¨ªo- un susto de ¨®rdago.
Una hora despu¨¦s, salgo a pasear por los alrededores del Regency, por el barrio del Chiado, y enfilo la vecina r¨²a Garrett bajo un cielo azul imponente, que me recuerda una vez m¨¢s esa "eterna verdad vac¨ªa y perfecta" de la que hablaba ?lvaro de Campos. Entro en la m¨ªnima y antiqu¨ªsima Luvar¨ªa Ulisses, donde compro para Paula unos guantes rojos y negros de carnaval. Despu¨¦s, en la Bertrand, la librer¨ªa de Pessoa, encuentro carteles que hablan del 200 aniversario de Darwin. Me acuerdo de que en Gallup han preguntado a los americanos si cre¨ªan en la Teor¨ªa de la Evoluci¨®n y que el 60% de los encuestados ha dicho que no. Absurda la pregunta y tambi¨¦n cualquier respuesta a ella, porque no se trata de creer o no. Con el tema de la evoluci¨®n, siempre me viene a la memoria aquella vieja se?ora argentina que, al enterarse de la teor¨ªa de Darwin, hizo esta reflexi¨®n mientras tomaba su t¨¦: "Entonces, ?descendemos del mono? Mi querida amiga, espero que no sea verdad, pero si es verdad espero que no se sepa".
2 - ?Qu¨¦ ser¨¢ de Lisboa? ?Evolucionar¨¢? Desde hace unos d¨ªas, se ha dado v¨ªa libre a un plan municipal para rehabilitar el barrio de Chiado, y eso tiene algo de preocupante. La especulaci¨®n inmobiliaria -se piensa en muchos pisos de lujo- podr¨ªa acabar con parte del encanto ruinoso de este barrio, que siempre me trae a la memoria aquellas palabras del viejo Tem¨ªstocles al t¨¦rmino de la segunda guerra del Peloponeso y que, por cierto, tambi¨¦n son buenas palabras para tiempos de crisis: "S¨®lo la ruina nos defiende de una ruina mayor".
Sin duda, habr¨ªa que evitar que los intentos municipales de sacudirse cierto estado de ruina lo ¨²nico que provoquen sea un estado de ruina mayor. Preferir¨ªa que no tocaran mucho el Chiado, y as¨ª el barrio pudiera continuar siendo el mismo que me maravill¨® hace 30 a?os y que todav¨ªa hoy mantiene su fascinante y elegante esp¨ªritu anticuado. Es formidable llegar al Chiado y ver que contin¨²a ah¨ª todo igual. Las librer¨ªas Ferin y Bertrand, la m¨²sica que sale misteriosamente de la esquina de Novo da Almada con r¨²a Garrett, la guanter¨ªa Ulisses, la Casa de Caf¨¦s Pereira, la lonja de fados, Casa dos Carimbos, todas esas tiendas re?idas con la famosa "evoluci¨®n" de las ciudades europeas y que todav¨ªa pueden encontrarse en las m¨¢gicas r¨²as do Carmo, dos Douradores, Garrett, Novo do Almada, Ivens, do Alecrim.
Lo que me parece cada vez m¨¢s evidente es que las evoluciones no son como saltos de un piso a otro -ser¨ªa mejor decir: de un piso de lujo a otro- y que eso es lo que deber¨ªan preguntar los de Gallup a los americanos; deber¨ªan preguntarles, por ejemplo:
a)?Qu¨¦ ser¨¢ de Lisboa?
b)?Creen que las evoluciones son como saltos de un piso a otro?
3 - "Est¨¢ extraordinariamente bien efectuada su observaci¨®n sobre la ausencia que hay en m¨ª de lo que leg¨ªtimamente pueda denominarse una evoluci¨®n", le escrib¨ªa Pessoa a un amigo. Y bas¨¢ndose en lo que ¨¦l mismo llamaba el fen¨®meno de su despersonalizaci¨®n instintiva terminaba dici¨¦ndole: "No evoluciono. Viajo. Voy cambiando de personalidad, voy (aqu¨ª s¨ª que puede haber evoluci¨®n) enriqueci¨¦ndome en la capacidad de crear personalidades nuevas, nuevos tipos de fingir que comprendo el mundo, o, mejor, de fingir que se puede comprenderlo".
Cualquier evoluci¨®n era para Pessoa un camino en planicie, seguramente porque no se sube de un piso a otro, sino que se camina por una llanura, de un lugar a otro. Y si acaso se notan, por ejemplo, cambios y mejoras en el estilo, no es por nuestra evoluci¨®n personal, sino por el envejecimiento. ?stas son cosas que puede que haya que ir a Lisboa para, de la mano de Pessoa, pensarlas.
Al final, en la Bertrand, compro dos libros de Darwin y, mientras los hojeo, me acuerdo de un amigo que dec¨ªa que el ¨¦xito de la Teor¨ªa de la Evoluci¨®n ven¨ªa no de lo que all¨ª se dec¨ªa, sino de c¨®mo se dec¨ªa, es decir, de lo h¨¢bilmente escrito que estaba. Han pasado los a?os y sigo creyendo -no evoluciono- que mi amigo llevaba la raz¨®n. Tambi¨¦n Pessoa se la habr¨ªa dado, se la dio: "Paso horas, a veces, en Terreiro do Pa?o, a la orilla del r¨ªo, meditando en vano".
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