Las flores y el sexo
?Le gustan las orqu¨ªdeas, se?or Marlowe?
- No en especial.
- Dan asco. Se parecen demasiado a la carne humana, y emanan la fragancia podrida de la corrupci¨®n.
As¨ª opinaba el general Sternwood en una de las escenas m¨¢s memorables de El sue?o eterno, la pel¨ªcula emblem¨¢tica del cine negro basada en la novela hom¨®nima de Raymond Chandler. Y una mala carta de recomendaci¨®n para las pobres orqu¨ªdeas, si hemos de ser francos. Pero no iba mal encaminado el general que hablaba con Bogart en aquel invernadero intolerable.
Orqu¨ªdea viene de orchis, test¨ªculo en griego. Lo cierto es que hay 25.000 especies de orqu¨ªdeas, y alguna habr¨¢ que se parezca a un test¨ªculo, pero desde luego no es el caso de las m¨¢s famosas entre los bot¨¢nicos, como la orqu¨ªdea abeja (Ophrys apifera), descrita ya por Plinio el Viejo. Estas flores se parecen tanto al abdomen femenino de las avispas, que los machos no es ya que se les acerquen, es que les eyaculan encima por regla general. Luego vuelven a casa perdidos de polen. Y,?por mucho que le asqueara al general Sternwood, la carnalidad es la raz¨®n de ser de las flores. "El c¨¢liz es el lecho nupcial en el que estambres y pistilos se unen", escribi¨® Linneo, el gran naturalista sueco que, entre otras muchas cosas, descubri¨® el sexo de las plantas y su profunda relaci¨®n con todas las dem¨¢s expresiones de la sensualidad, sin excluir el amor humano. Edvard Koinberg, el autor de estas fotos (reunidas en un volumen bajo el t¨ªtulo Herbarium Amoris), ha dedicado 10 a?os a captar el ¨¢ngulo m¨¢s voluptuoso de las flores, en el mejor homenaje gr¨¢fico que pod¨ªa ofrecer al descubrimiento de su m¨¢s c¨¦lebre compatriota.
El papa clemente prohibi¨® las rosas entodas las ceremonias
La abeja f¨®sil m¨¢s antigua, que apareci¨® hace dos a?os en una mina de ¨¢mbar de Myanmar (antigua Birmania), tiene 100 millones de a?os y demuestra que las abejas ya eran insectos polinizadores en esa temprana fecha. Sus pelos tienen la t¨ªpica estructura ramificada de las abejas actuales, que son una especializaci¨®n para la recolecci¨®n de polen. De modo que las flores no s¨®lo son los ¨®rganos sexuales de las plantas, como vio Linneo, sino que su big bang evolutivo ocurri¨® en paralelo con el de las abejas y las avispas, sus principales polinizadores. Los genes del olfato experimentaron una gran expansi¨®n en las primeras abejas, y los del gusto sufrieron una reducci¨®n no menos notable. Como las abejas y las flores evolucionaron juntas, el gusto (un detector de t¨®xicos) se hizo superfluo.
Y atraer a estos insectos implica a menudo seducirles con las armas -curvas, colores, aromas- que utiliza el sexo opuesto de su propia especie con el mismo objetivo. Otros insectos, muchos p¨¢jaros y algunos mam¨ªferos como los murci¨¦lagos colaboran tambi¨¦n a diseminar los genes de las angiospermas, o plantas con flores propiamente dichas -lo que solemos llamar flores en el lenguaje com¨²n-, de modo que nadie est¨¢ libre de la incitaci¨®n embustera de las orqu¨ªdeas del general Sternwood.
Los claveles ya se cultivaban en Oriente Pr¨®ximo hace dos mil a?os. Es probable que su nombre ingl¨¦s, carnation, tenga que ver con la denominaci¨®n griega de la carne, aunque sobre estas cosas siempre hay teor¨ªas m¨¢s rebuscadas. Los lirios, por su parte, siempre han sido un s¨ªmbolo de la fertilidad para paganos y cristianos. ?Y saben por qu¨¦ la rosa es la reina de las flores? Exacto. Los primeros cristianos ve¨ªan en la rosa el s¨ªmbolo de la org¨ªa y la lujuria -Afrodita, sin ir m¨¢s lejos, le hab¨ªa regalado una a su hijo Eros unos siglos antes-, hasta el extremo de que el papa Clemente las prohibi¨® por decreto en todas las ceremonias. Siguiendo en la tradici¨®n de Ner¨®n, que estaba loco por esas flores, la emperatriz Josefina coleccion¨® 2.500 variedades diferentes de rosas, o al menos eso le dijo a su marido.
El h¨¢bito del disfraz es la m¨¢s vieja de las habilidades de las flores. "Paseando por los jardines p¨²blicos de Palermo", escribi¨® Johann Wolfgang Goethe en 1787, "se me ocurri¨® de pronto que en el ¨®rgano de la planta que solemos llamar la hoja se ubica el verdadero Proteus, que puede esconderse o revelarse en todas las formas vegetales. De principio a fin, la planta no es m¨¢s que hoja". Goethe hab¨ªa descubierto que la flor, con sus s¨¦palos, p¨¦talos, estambres y carpelos, no es en realidad un manojo de hojas disfrazadas de otra cosa. Goethe se dio cuenta de que las flores cultivadas por los jardineros suelen ser mutantes seleccionados por su vistosidad. Como la parte de la flor m¨¢s vistosa son los p¨¦talos, los jardineros seleccionan variedades que tienen m¨¢s p¨¦talos de lo normal. Y el poeta repar¨® en que esos p¨¦talos extra se formaban a costa de las dem¨¢s partes de la flor. Una rosa comercial, por ejemplo, puede tener los estambres y carpelos transformados en p¨¦talos. De ah¨ª su carnalidad extra. Para Goethe, esto demostraba que, en el fondo, toda la flor era un manojo de hojas, aunque transformadas en uno u otro ¨®rgano floral. Las manipulaciones de los jardineros alteraban esa transformaci¨®n y revelaban as¨ª la profunda unidad que subyac¨ªa a la diversidad superficial. Este concepto -estropear una maquinaria biol¨®gica para deducir cu¨¢l era su papel cuando funcionaba- es el fundamento de la gen¨¦tica cl¨¢sica, que todav¨ªa tardar¨ªa 78 a?os en inventarse, y 35 m¨¢s en integrarse en la pr¨¢ctica cient¨ªfica.
Los primeros higos
domesticados fueron tal vez el origen de la agricultura y, por tanto, de la civilizaci¨®n. Fueron producto de una mutaci¨®n espont¨¢nea, propagada despu¨¦s por los humanos mediante esquejes sucesivos. Las mutaciones de este tipo son conocidas en las higueras silvestres: producen una variedad llamada partenoc¨¢rpica en la que la fruta madura sin necesidad de polinizaci¨®n y se queda pegada al ¨¢rbol, ganando en suavidad y dulzura en lugar de pudrirse en el suelo. Los mutantes partenoc¨¢rpicos son est¨¦riles porque sus higos no tienen semillas. La raz¨®n de que el higo comestible parezca dise?ado para satisfacer a una criatura terrestre es que lo est¨¢. La criatura se llama blast¨®fago (Blastophaga psenes), y es la avispa simbi¨®tica que se ocupa desde hace millones de a?os de polinizar a la higuera silvestre.
Las higueras silvestres tienen dos sexos (uno femenino y uno hermafrodita, al que llamaremos macho para abreviar). Las flores del macho tienen un estilo (la parte alargada del ¨®rgano femenino) m¨¢s corto (dos mil¨ªmetros) que las de la hembra (tres mil¨ªmetros). La avispa pone sus huevos a trav¨¦s de un tubo (ovipositor) que mide casi exactamente dos mil¨ªmetros. Si la avispa llega a una flor hembra, lo ¨²nico que puede hacer es polinizarla. No porque no intente tambi¨¦n poner un huevo dentro de su ovario, sino porque no puede consumar el acto: le falta un mil¨ªmetro para superar el peaje del estilo femenino. As¨ª que el blast¨®fago s¨®lo puede poner sus huevos en la flor macho.
Y la higuera premia a su larva con un higo: un argumento de peso para renovar el contrato de simbiosis. La mutaci¨®n partenoc¨¢rpica que ocurre en la naturaleza es el mismo tipo de argumento, aunque en esa ocasi¨®n nadie parec¨ªa estar escuch¨¢ndolo hasta hace 10.000 a?os.
'Herbarium amoris' (Taschen) se publica este mes. Fotos de Edvard Koinberg y textos del escritor Henning Mankell y del cient¨ªfico Tore Fr?ngsmyr.
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